Producción de cobre acumularía dos años de retroceso en Arequipa

Por Rocío Velazco C.

La minería representa la tercera parte del PBI regional, pero el estancamiento del sector amenaza el dinamismo económico de la región.

SEGÚN INFORME DE IPE

Durante más de una década, Arequipa se consolidó como uno de los motores mineros del país, impulsada principalmente por la producción de cobre. Sin embargo, la bonanza que caracterizó los años posteriores a la ampliación de Cerro Verde muestra signos de agotamiento. En 2025, la región podría acumular su segundo año consecutivo de retroceso en la producción de cobre, confirmando una tendencia que preocupa tanto al sector empresarial como a las autoridades regionales, según el Instituto Peruano de Economía (IPE)

El cobre no solo sostiene el liderazgo minero de Arequipa, sino que constituye el eje sobre el cual gira casi una tercera parte del Producto Bruto Interno (PBI) regional. Cada tonelada menos de metal extraído se traduce en menores ingresos fiscales, menor flujo de inversión y, finalmente, un menor impulso para toda la economía arequipeña.

UNA DÉCADA DE AUGE Y ESTANCAMIENTO

El punto de quiebre en la historia minera reciente de Arequipa ocurrió en 2015, con el inicio de operaciones de la Ampliación Cerro Verde. Aquella inversión —una de las más importantes del país en los últimos veinte años— duplicó la capacidad de producción de la mina y permitió que la región alcanzara un promedio de 500 mil toneladas anuales de cobre desde 2016, casi el doble del promedio de 270 mil toneladas registrado entre 2011 y 2015.

Ese salto productivo convirtió a Arequipa en la principal región minera de cobre del Perú, generando un efecto multiplicador sobre toda su economía. Los ingresos por canon y regalías se duplicaron en términos reales respecto a los cuatro años previos, ubicando a la región como la segunda con mayores transferencias mineras, solo detrás de Áncash.

Sin embargo, una década después, los números comienzan a revertirse. Según el Ministerio de Energía y Minas (Minem), la producción anualizada a agosto de 2025 se ubicó en 420 mil toneladas, lo que representa una caída de 7 % respecto a 2024. Si esta tendencia se mantiene, Arequipa cerraría el año con dos ejercicios consecutivos de contracción, un escenario que no se registraba desde antes de la ampliación de Cerro Verde.

El factor principal detrás de esta caída es la reducción en la concentración del mineral extraído, fenómeno natural en yacimientos con varios años de explotación intensiva. Este desgaste geológico, combinado con la ausencia de nuevos proyectos de gran escala en la última década, ha limitado el crecimiento de la producción.

MINERÍA, MOTOR DETENIDO

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el sector minero de Arequipa acumuló caídas en cinco de los últimos diez trimestres, afectado por la menor producción de cobre. Lo más preocupante es que esta desaceleración ocurre en un contexto en el que otros sectores económicos ya muestran recuperación, con cuatro trimestres consecutivos de crecimiento real.

La minería —tradicionalmente el motor más potente de la economía regional— se ha convertido en el principal factor de freno. La pérdida de dinamismo se siente no solo en los indicadores macroeconómicos, sino también en las finanzas públicas: las transferencias por canon minero comenzaron a estabilizarse y, en algunos casos, a reducirse, afectando la capacidad de inversión de los gobiernos locales.

RIESGOS Y AMENAZAS

No obstante, la consolidación de Tía María enfrenta riesgos que van más allá de la conflictividad social, históricamente el principal obstáculo para su ejecución. En los últimos años, la minería ilegal y la inseguridad ciudadana se han convertido en factores que amenazan el desarrollo del sector formal.

Entre 2020 y 2024, las denuncias por minería ilegal en Arequipa se multiplicaron por siete, pasando de 0.09 a 0.65 por cada 10 mil habitantes. Este incremento coloca a la región entre las zonas con mayor crecimiento relativo de actividades extractivas ilícitas, fenómeno que ya afecta gravemente a regiones como La Libertad (Pataz) o Apurímac (Las Bambas).

A ello se suma la escalada de extorsiones asociadas a economías ilegales. Según cifras policiales, entre enero y septiembre de los últimos dos años, las denuncias por este delito aumentaron de 18.1 a 22.4 por cada 100 mil habitantes, reflejando un entorno cada vez más riesgoso para las operaciones empresariales.

El desafío, según economistas y especialistas del sector, será mantener un clima de estabilidad y seguridad jurídica que permita consolidar las inversiones mineras sin que el fenómeno de la minería ilegal socave la confianza en el sur peruano.

En Arequipa hay seis proyectos mineros en cartera.

LLAMADO A LA PREVISIBILIDAD

Para los analistas, el verdadero reto de Arequipa no radica solo en atraer inversiones, sino en mantener la confianza de los inversionistas en el largo plazo. La experiencia reciente del sur peruano muestra que la incertidumbre política, la burocracia ambiental y la conflictividad social pueden demorar o incluso paralizar proyectos estratégicos.

En ese sentido, la reactivación del sector minero exige una coordinación estrecha entre el Gobierno Nacional, el Gobierno Regional y las comunidades locales, en un marco de diálogo que priorice la transparencia y el desarrollo compartido.

Asimismo, expertos del Instituto Peruano de Economía (IPE) advierten que Arequipa necesita diversificar su matriz productiva, aprovechando el impulso minero para desarrollar industrias de valor agregado, servicios logísticos y tecnología aplicada al sector extractivo. “El cobre puede seguir siendo la columna vertebral de la economía regional, pero no puede ser su única fuente de oxígeno”, subrayan.

Arequipa no solo depende de Tía María. En total, la región cuenta con seis proyectos mineros en cartera, que suman compromisos de inversión por US$ 8,400 millones. Entre ellos destacan Zafranal, San Gabriel, Trapiche y la ampliación futura de Cerro Verde, todos con potencial para expandir la frontera productiva y sostener el crecimiento a largo plazo.

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