El silencio que escucha

SIN AMBAGES

Por Úrsula Angulo

Dos personas sentadas a la mesa de un café y sobre la mesa, dos tazas de los que fueron dos capuchinos que ya se terminaron hace un buen rato. Pero el mozo no se acerca porque sabe que solo necesitan que no se acerque para no interrumpir esa conversación que parece tratar de algún tema delicado que afecta al cliente del rostro serio o triste o preocupado.

Esa escena la hemos visto muchas veces o quizá, se me ocurre, la hemos vivido nosotros mismos. Hemos sido nosotros ese cliente de rostro serio o triste o preocupado contándole a esa otra persona, que tiene toda nuestra confianza, aquel trocito de nuestra vida que en ese momento invade nuestra mente sin ánimos de retirarse pronto. Es un problema para el que no vemos la solución o es aquello que nos ha decepcionado. De una u otra forma, solo buscamos el contarlo porque muchas veces incluso ayuda el decirlo en voz alta, el convertirlo en una historia con altibajos y quizá sin final feliz —o con un final que, cualquiera que sea, aún está por venir—.

Los tiempos adversos por los que atravesamos en algún momento —o en varios momentos de nuestra vida— no provocan siempre la búsqueda de un consejo, queremos solo que alguien nos escuche y que quizá nos pregunte por lo que pudiera estar quedando en el aire y que esa pregunta nos lleve a recordar más detalles y contarlos. Entonces, si somos los que están al otro lado de la mesa, frente a quien, con una dificultad en la mente, nos ha convocado, nos toca escuchar y, probablemente, solo eso.

Tengo la certeza de que rápidamente podremos darnos cuenta de lo que necesitan de nosotros. Y si no es nuestra opinión, está bien. Es más, no es una oportunidad que se nos presenta para mostrar nuestra experiencia o brillar con nuestra sabiduría. No es el tiempo para dar nuestro diagnóstico o comentar un extracto de nuestro manual de vida; el dolor de otro no puede convertirse nunca en una novela en la que hacemos de héroes y llegamos para salvar a uno de sus personajes. Es más bien el tiempo para mostrar nuestro interés y comprender, para ser compañía y apoyo emocional, para prestar atención, para escuchar. Es eso. Será en otro café y será otra persona la que nos pida un consejo y una opinión.

Aprendamos a identificar qué buscan en nosotros. Quizá solo hace falta ser el silencio que escucha. Nada más.

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.