Pacientes psiquiátricos rurales están abandonados por falta de especialistas

Por: Daniela Santander R.

Cuadros de ansiedad y depresión se incrementan en toda la región. Cambio constante de especialistas impide atención integral.

La salud mental en las zonas rurales de Arequipa atraviesa una crisis silenciosa y prolongada. La falta de psiquiatras especializados impide que cientos de personas con trastornos mentales accedan a un diagnóstico preciso o a un tratamiento continuo. A pesar de que los Centros de Salud Mental Comunitarios (CSMC) fueron creados para acercar la atención a los distritos más alejados, en la práctica, la ausencia de profesionales y los contratos precarios están dejando desprotegida a la población más vulnerable.

La médico psiquiatra del Hospital Regional Honorio Delgado, Nathaly Blanco Romero, sostiene que la situación es más grave de lo que se percibe. “Tenemos centros, pero no psiquiatras estables. En muchos casos se prioriza contratar médicos de familia antes que especialistas, y eso genera un vacío técnico que impacta directamente en los pacientes”, advierte.

Blanco explica que, aunque los médicos de familia pueden ofrecer un primer nivel de atención y manejo básico de algunos trastornos, no tienen la formación necesaria para abordar casos complejos como esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión mayor o adicciones severas. “Un psiquiatra pasa tres años de especialización aprendiendo sobre farmacología, psicopatología y manejo terapéutico. Esa diferencia es crucial. No es lo mismo recetar un ansiolítico que acompañar un proceso clínico integral”, añade.

PACIENTES SIN SEGUIMIENTO Y TRATAMIENTO

La especialista señala además que la rotación constante del personal médico en los CSMC interrumpe los procesos terapéuticos. “En salud mental, la relación entre paciente y terapeuta es el eje del tratamiento. Si ese vínculo se rompe porque el profesional cambia cada tres o seis meses, el paciente pierde confianza, abandona la medicación y vuelve al punto de partida”, comenta.

En muchos casos, los pacientes rurales enfrentan, además, barreras geográficas y económicas. Algunos deben viajar varias horas hasta encontrar un centro con un psiquiatra disponible. “He tenido pacientes de provincias que han dejado de venir por el costo del pasaje o porque simplemente ya no había especialista en el centro. Esa discontinuidad es devastadora”, relata Blanco.

UN PSIQUIATRA PARA TODA LA RED

La situación en la provincia de Islay ilustra con crudeza el problema. El doctor Óscar Cabrera, exdirector del Complejo Hospitalario Moisés Heresi y actual psiquiatra del Centro de Salud Mental Comunitario de la Red Islay, confiesa que es el único especialista en toda la jurisdicción. Atiende pacientes de Mollendo, Mejía, Cocachacra y otros distritos rurales.

Trastornos de ansiedad y depresión son los más frecuentes

“Recibo casos de todas partes, desde adultos mayores con demencia hasta adolescentes con intentos suicidas. Es imposible cubrir la demanda de toda una provincia con un solo psiquiatra”, señala. Cabrera indica que los trastornos de ansiedad y depresión son los más frecuentes y también los más incapacitantes. “Son cuadros que deterioran la concentración, la productividad y las relaciones personales. En muchos casos, si no se tratan a tiempo, pueden derivar en crisis graves o incluso suicidios”, advierte.

DESIGUALDAD Y ABANDONO

Ambos especialistas coinciden en que la raíz del problema no es solo la falta de médicos, sino la escasa prioridad que el Estado da a la salud mental. Los CSMC dependen del Ministerio de Salud y de los gobiernos regionales, pero los presupuestos asignados son limitados y, en muchos casos, no alcanzan para pagar sueldos competitivos ni garantizar la permanencia del personal.

“Muchos psiquiatras no aceptan trasladarse a zonas rurales porque los contratos son temporales y los sueldos bajos. No hay incentivos ni condiciones para quedarse”, sostiene Cabrera. “Se necesita una política pública que entienda que la salud mental no es un lujo, sino una necesidad básica. Si no se invierte, el costo social será mucho mayor”, agrega.

Según la Norma Técnica de Salud para los CSMC del Ministerio de Salud, cada centro debería contar con un psiquiatra y un equipo multidisciplinario especializado en diferentes grupos de población: niños, adolescentes, adultos, adultos mayores y personas con adicciones. Sin embargo, en la práctica, pocos cumplen con ese estándar.

“En toda la región Arequipa solo hay un psiquiatra infantil, lo que significa que los niños con trastornos severos, como autismo o TDAH, muchas veces no son diagnosticados ni tratados adecuadamente”, lamenta Blanco. La falta de especialistas pediátricos en salud mental impide realizar intervenciones tempranas que podrían cambiar el futuro de muchos menores.

La carencia de psiquiatras tiene efectos silenciosos pero profundos: diagnósticos imprecisos, tratamientos inadecuados y un debilitamiento de la prevención de crisis graves. En las zonas rurales, la estigmatización y el desconocimiento agravan el problema. “Todavía hay comunidades donde la depresión se asocia con debilidad o flojera. Sin un especialista que oriente y eduque, esas creencias se mantienen y las personas no buscan ayuda”, comenta Blanco.

El impacto no solo es individual, sino también social. Los trastornos mentales sin tratamiento provocan ausentismo laboral, violencia familiar y deserción escolar. “Cada paciente sin atención es una familia entera afectada. No atender la salud mental es abrir la puerta a otros problemas sociales que después resultan más costosos para el Estado”, agrega Cabrera.

ES NECESARIO POLÍTICAS SOSTENIBLES

Ambos expertos coinciden en que la solución pasa por una política sostenida de contratación y permanencia de especialistas. Proponen incentivos salariales, programas de formación en zonas rurales y estabilidad laboral para los profesionales de salud mental.

“El sistema debería asegurar que cada Centro de Salud Mental Comunitario tenga, como mínimo, un psiquiatra permanente. No puede depender de contratos CAS renovables o presupuestos temporales. Eso es lo que genera la inestabilidad”, subraya Blanco.

Cabrera, por su parte, sugiere que los gobiernos regionales destinen parte de su presupuesto a reforzar los servicios de salud mental. “El problema no se resuelve solo con construir más centros, sino con garantizar que funcionen con equipos completos y permanentes”, indica.

Mientras tanto, en las provincias del interior, los pacientes siguen esperando. Algunos con cuadros de ansiedad leve, otros con depresión profunda o con enfermedades psiquiátricas que requieren tratamiento urgente. “La salud mental no puede seguir siendo un tema secundario. Si no hay psiquiatras en los lugares donde más se los necesita, estamos dejando atrás a los más vulnerables”, concluye Blanco.

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