José Alvarado Valenzuela: el orfebre del tiempo

Por Rocío Velazco C.

Don José Alvarado Valenzuela, tiene 103 años.

LECTOR DE EL PUEBLO DE 103 AÑOS

A sus 103 años, don José Alvarado Valenzuela sigue siendo un símbolo de elegancia, dedicación y amor por la belleza. Nació en una época en la que el trabajo artesanal era sinónimo de orgullo y pasión, y supo convertir su talento en joyería en un arte que trascendió generaciones. Empresario visionario, amante del arte y las antigüedades, ha dejado una huella profunda en la historia empresarial y cultural de Arequipa.

El 25, don José celebró su centésima tercera Navidad rodeado de amor. En su casa, el eco de las risas y la complicidad familiar volvieron a llenar los espacios, como cada año. Lo acompañaron esta vez sus hijas Ana Cecilia y Ana Karina, las mellizas que comparten con él no solo el vínculo de sangre, sino también esa sensibilidad artística que heredaron de su padre. A la mesa se sumaron varios de sus nietos, los mismos que crecieron escuchando las historias del hombre que aprendió a transformar el metal en arte, y que encontró en el brillo de las gemas un reflejo de la vida misma.

Casado durante décadas con Verónica Chávez Stumtner, fallecida en 2019, don José compartió con ella un proyecto de vida cimentado en el respeto, la fe y la familia. Juntos criaron a cinco hijos: José Antonio, María Verónica, Alejandra, Ana Cecilia y Ana Karina. Hoy, su descendencia abarca diez nietos y dos bisnietos, quienes lo ven como el patriarca que simboliza fortaleza, perseverancia y amor incondicional.

UN MAESTRO DE A JOYERÍA

La trayectoria de José Alvarado Valenzuela está íntimamente ligada al desarrollo de la joyería en Arequipa durante el siglo XX. En una ciudad de tradición minera y espíritu artístico, él supo ver antes que muchos el potencial de unir la herencia artesanal con la visión empresarial. Con paciencia de orfebre y mirada de artista, convirtió su taller en un punto de referencia para quienes buscaban piezas únicas, llenas de historia y sentimiento.

Su nombre se asoció pronto con la calidad, la honestidad y la creatividad. Cada una de sus creaciones contaba una historia: los anillos, collares y relicarios que salían de sus manos eran testimonio de su respeto por los materiales y su búsqueda constante de perfección. En una época sin tecnología avanzada, su taller era un laboratorio de pasión y precisión. “La joya debe tener alma”, solía decir, y esa frase aún resuena entre quienes tuvieron el privilegio de trabajar a su lado.

No era solo un comerciante, sino un verdadero curador del arte hecho metal. Amaba el oro, la plata, las piedras preciosas, pero también las formas clásicas, los detalles minuciosos, las piezas con historia. Por eso, su gusto trascendía la joyería: también fue un coleccionista de antigüedades, un hombre que encontraba belleza en los objetos que otros consideraban viejos, y que veía en ellos un puente con el pasado.

Y así como amaba el arte y los objetos cargados de historia, don José también tuvo siempre un respeto profundo por la palabra escrita. Fue durante décadas fiel lector del diario El Pueblo, al que consideraba una ventana indispensable para comprender la vida de su ciudad. Hasta hace poco, pese a sus limitaciones propias de la edad, mantenía el hábito de leerlo cada mañana, interesado en las noticias, los editoriales y las crónicas que daban cuenta del pulso de Arequipa. Ese vínculo silencioso con la prensa local revela su curiosidad intelectual y su permanente interés por estar conectado con su entorno.

Don José, juntoa sus hijas mellizas Ana Cecilia y Ana Karina.

ARTE Y CULTURA, SU SELLO PERSONAL

En 1976, en la primera Convención Minera realizada en Arequipa, don José tuvo una participación memorable. Preparó una exposición con verdaderas reliquias en arte y joyería, una muestra que asombró a visitantes nacionales y extranjeros por su exquisito gusto y el valor histórico de las piezas. Aquella presentación no solo consolidó su prestigio como empresario joyero, sino también su papel como embajador del arte arequipeño.

Su sensibilidad artística lo llevó, además, a abrir las puertas de su hogar a la cultura. Su casa en Cayma —una joya arquitectónica rodeada de jardines y recuerdos— fue elegida como escenario para la novela nacional “Canela”, una producción que encontró en ese espacio la elegancia y el encanto que caracterizan a la ciudad blanca. Aquel hecho, recordado por muchos, es una muestra del vínculo de don José con el arte en todas sus formas: desde el orfebre que trabaja el metal, hasta el anfitrión que abre su casa al arte y la historia.

SU LEGADO

Don José es el tercero de 9 hermanos, todos varones. Su historia no es solo la de un empresario exitoso, sino la de un hombre que supo equilibrar trabajo, arte y familia. En tiempos donde la prisa y la inmediatez dominan, su ejemplo recuerda que la verdadera riqueza está en la constancia, en el respeto por los valores, en la capacidad de disfrutar lo que se hace con amor.

En conversación con sus jóvenes nietos, José Ignacio y Diego, resaltan esa chispa juvenil que lo caracterizó siempre y la ternura y respeto con la que trataba a su esposa Verónica, su disciplina, el buen gusto, el respeto por la palabra dada; y también su amor por Arequipa, su tierra amada, esa ciudad que lo acogió, y le dió la oportunidad de progresar.

Cuatro generaciones en la familia Alvarado.

CENTENARIO CON BRILLO PROPIO

Llegar a los 103 años no es un hecho menor. Requiere salud, temple y, sobre todo, una voluntad inquebrantable de vivir. En el caso de don José, la longevidad parece un reflejo de su alma: resistente como el oro, brillante como una esmeralda. Su vida, tejida entre el arte y la familia, sigue inspirando a quienes lo rodean.

En cada Navidad, los suyos celebran no solo el nacimiento del Niño Jesús, sino también el milagro de tenerlo entre ellos. En esas reuniones, los nietos escuchan sus historias y los bisnietos lo observan con curiosidad y admiración. Don José, con su serenidad, nos recibió en su hogar junto a sus hijas y nietos, dias previos a las fiestas navideñas.

Don José rodeado de su familia: hermanos, hijos, nietos y bisnietos.

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