¿El Perú a toda máquina?
Por Carlos Meneses
La comunicación política puede ser una herramienta poderosa si se utiliza con propósito. Si el Ejecutivo logra acompañar su lema con obras, decisiones firmes y resultados verificables, entonces “¡El Perú a toda máquina!” podría convertirse en símbolo de un país que, tras años de crisis, vuelve a moverse con rumbo claro. Pero si se queda en el discurso, será una consigna más que se apaga con el ruido de la maquinaria gubernamental.
Con la frase “¡El Perú a toda máquina!”, el gobierno del presidente José Jerí inaugura una nueva etapa en su comunicación institucional, intentando proyectar una imagen de dinamismo y acción frente a los problemas que aquejan al país. La expresión, ahora oficializada mediante resolución ministerial, será utilizada en toda la publicidad del Estado durante el 2026 y busca sintetizar, según la Presidencia del Consejo de Ministros, un “movimiento constante, decidido y sin pausas frente a la delincuencia”.
El lema, sin embargo, trasciende su función estética. Representa el esfuerzo del Gobierno por establecer un relato de eficiencia y velocidad en un contexto donde la ciudadanía exige resultados concretos en seguridad, empleo y lucha contra la corrupción. El país necesita avanzar, y hacerlo “a toda máquina” sugiere precisamente eso: una nación que no se detiene ante la adversidad.
No obstante, el riesgo de estas campañas comunicacionales es que el mensaje pierda fuerza si no se acompaña de hechos tangibles. En el Perú, la historia reciente está llena de frases oficiales que se diluyeron frente a la realidad. “El Perú avanza”, “Con punche Perú”, o “Primero el pueblo” fueron consignas que sonaron bien, pero terminaron asociadas a gestiones cuestionadas o inconsistentes. El reto de José Jerí será, por tanto, convertir el eslogan en una política sostenida de resultados visibles.
La referencia popular al baile de “La Máquina” y la coincidencia con un fenómeno viral en redes sociales pueden haber servido para conectar con el humor ciudadano, pero gobernar no se resume en un guiño mediático. Las prioridades deben estar claras: seguridad, estabilidad económica, transparencia y fortalecimiento institucional. Solo así la frase podrá adquirir sentido real y no quedar como una anécdota publicitaria.
