LOS HIJOS, el bien más importante para los padres
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

El doctor Augusto Cury escribía en su libro “Padres brillantes, profesores fascinantes” lo siguiente: “los buenos padres dan regalos, mientras que los padres brillantes dan todo su ser”.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

¿Por qué un padre daría todo su ser? Sólo existe una respuesta: porqué un hijo es parte de uno mismo, es nuestra vida, es el regalo más grande que nos ha dado Dios.

A lo largo de los últimos treinta años el papel de los padres en la formación y cuidado de los hijos ha ido cambiando. Cada día los padres están más lejos de sus hijos y cada día, en soledad y desprotección real y virtual, nuestros hijos se van sintiendo más solos y menos amados.

A lo largo de las últimas tres décadas nuestros hijos también han cambiado y no para bien. Su ego y autosuficiencia ha crecido en un mundo de tecnología digital que los ha empoderado en un mundo virtual y que los está privando de vivir en un mundo real, con experiencias ciertas y con compromisos verdaderos. Hoy la mayoría de hijos no cree en las promesas de tiempo compartido de sus padres y juzgan a sus progenitores y algunos los asesinan en su corazón.

Que lejos están los años de almuerzos familiares, de diálogos de sobremesa y juegos familiares los domingos en la tarde. Hoy en día el internet, el cable, la telefonía celular y los nuevos avances en tecnología digital invaden nuestras vidas y nos vuelven individualistas, egoístas, egocentristas, an-empáticos, temerosos, inseguros y prepotentes.

Los principales actores del teatro social han olvidado su diálogo y han postergado su compromiso a lo largo de la gran obra de su vida. Muchos padres han dejado de ser padres y muchos más hijos han dejado de ser hijos bajo el mismo techo familiar. Vivimos en el mismo hogar pero somos desconocidos, indiferentes y apáticos con cada miembro de la familia.

Hoy en día es difícil saber que compromiso alberga el corazón de un padre hacia su hijo y es difícil precisar si ese compromiso (si existe) se mantendrá con el paso del tiempo.

Cada vez que evoco la imagen de un niño en riesgo de muerte y el llanto de un padre y/o una madre en la sala de emergencias de un hospital recuerdo “La historia de María José”, un viejo relato relacionado al compromiso que debieran tener cada padre para con sus hijos.

Hoy busco llevar a la práctica diaria ese hermoso sentimiento llamado “amor por nuestros hijos” a un plano práctico, tangible y que se exprese no sólo en hechos heroicos sino que se evidencien en muestras inagotables y constantes de nuestra mayor entrega por ellos.

Nuestros hijos son un bien inconmensurable y cada acto que llevamos a cabo debe ir dirigido a llenar de amor, autosuficiencia, empatía y responsabilidad por la vida su corazón. Es nuestra obligación entregar a diario la vida por ellos y para hacer realidad tal ideal debemos entregarles nuestra existencia en tiempo, amor, ternura, juegos y en un millón de actividades por compartir.

Marco Tulio Cicerón decía: “es la propia naturaleza la que nos impulsa a amar a los que nos han dado la vida”. Que maravilloso pensamiento y cuan valiosa reflexión, ¡nuestros hijos nos aman porque su naturaleza los lleva a amarnos como padres! Y yo pregunto ¿será nuestra propia naturaleza de padres la que nos impulsa a amar a aquellos que hemos dado el regalo de la vida? Y respondo: así debiera ser pero muchas veces no lo es. Pero en esta segunda reflexión hay un gran secreto: tal vez no está en nuestra naturaleza amar a nuestra descendencia pero si está en nuestra razón y emoción asumir esa hermosa misión no como un compromiso sino como una devoción.

La vida es el bien más preciado y la vida es hermosa siempre y cuando el niño encuentre ese camino mágico para ver la belleza de este mundo. Pero justo en ese momento, muchas veces los padres hacen hasta lo imposible para que la vida de sus hijos sea un Vía Crucis, un camino de sufrimiento y de limitación.

Los padres somos los principales responsables de la infelicidad de nuestros hijos y también de su felicidad. Si actuáramos como padres responsables nuestros hijos tendrían las oportunidades necesarias para desarrollarse a plenitud en la vida, lejos de la violencia, las drogas o la frustración.

Si actuamos como padres irresponsables, la vida nos cobrará de la peor manera nuestros errores en la formación de nuestros hijos. Tendremos hijos que odiarán la vida, tendremos hijos con conductas agresivas hacia los seres humanos que les rodeen y que vivirán inexorablemente una vida de sufrimiento y desolación.

DATO

Regalemos a nuestros hijos un hogar. Pero antes de regalarles un hogar o una casa regalémosles el amor de pareja, el amor de un esposo a su esposa. Theodore de Banville ya lo había dicho muchos siglos atrás, “amar a la madre de sus hijos es lo mejor que un padre puede hacer por sus hijos”. Si quieres regalarle algo inolvidable a tu hijo, ama esposo a tu esposa. Si tú, esposa, quieres regalarle algo inolvidable a tu hijo, ama a tu esposo y compromete tu vida con él.

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