OPORTUNIDADES: No tengo tiempo
Por: Rubén Quiroz Ávila
No tengo tiempo. Esa es la frase que suelen usar muchos para justificar que no han podido detenerse en los asuntos más importantes que a veces se nos pasan desapercibidos. No tengo tiempo, vuelve a resonar como un mantra de justificación que acaso nos distrae de esos asuntos que pueden parecer simples; sin embargo, son sumamente significativos. De ese modo, las personas van perdiendo muchas oportunidades de comprender el propio sentido de la vida.
Es verdad que la feroz demanda de lo cotidiano hace parecer que los días son tan abrumadores que si uno hace cosas que no tendrían resultados medibles estarían en la zona caracterizadas de las varias maneras de cómo perder el tiempo. Es que el modelo de mundo imperante ha configurado un orden de comportamiento tal que si algo no se mide, no se enumera, no tiene un cuadro estadístico, prácticamente se declara su inexistencia. Parece como si todo tuviese que explicarse con una cifra o en muchos casos tener un precio.
¿Cuánto vale un poema de Eguren? Es más: ¿cuál es el precio de leerlo una y otra vez en un parque solitario o recitándolo frente al mar?, ¿cómo se le pone una cifra a la contemplación del atardecer? ¿En qué cuadro estadístico colocamos a una preciosa e intensa conversación sobre nosotros mismos caminando por algunas de las calles de la ciudad? ¿Cómo se puede decir que no hay tiempo para ver a los amigos más íntimos y comunitarios? ¿Es posible seguir diciendo que no hay tiempo para estar con las personas que amamos?
Acaso en este maremágnum del mundo contemporáneo con su exigente velocidad y su supuesta urgencia para entregar las cosas hemos ido perdiendo nuestra humanidad. Tenemos en la práctica tal avance técnico que se han facilitado muchas de las labores, pero, a la par, nos hemos ido distanciando entre nosotros de tal manera que casi no nos reconocemos. La pandemia nos dio una lección del valor de los vínculos humanos. ¿Hemos aprendido de esas lecciones tan duras y dolorosas? Tal vez algunos sí han incorporado y han comprendido el valor inmenso de la vida misma.
Esos que han comprendido la razón de la existencia, que entienden que hay un sentido en la vida son los que sí tienen tiempo. Son ellos quienes jamás dicen: no tengo tiempo. Saben reconocer la calidez del abrazo, la importancia de la sonrisa sincera, la necesidad imprescindible de pasar un rato con aquellos seres que queremos tanto. El valor de las cosas será el que nosotros le demos. No hay precio para eso.
Por eso, la próxima vez cuando alguien quiera verte para caminar contigo, para tomar un café al atardecer y charlar sobre los asuntos más simples de las vidas, piensa antes de responder. Y en algunos casos, cuando tengas que tomar decisiones sobre si te quedas en el trabajo o vas a ver a esa persona para despedirte, esa decisión es lo que indicará tu real posición en el mundo. Eso que has elegido es tu actual condición como persona.