EL JARDÍN DEL AMOR EN LA RELACIÓN ENTRE PADRES E HIJOS (primera parte)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Al igual que regalos bienes materiales a nuestros hijos, también les regalamos amor. Acompañamos a nuestros hijos al primer día de escuela, estamos presentes en sus cumpleaños, en sus competencias deportivas y en sus actividades culturales. Ellos están felices de que estemos ahí, junto a ellos, compartiendo sus actividades y esos mágicos momentos. Con gestos tan sencillos los hacemos sentir únicos e importantes.

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Nuestros hijos vuelan en las alas del tiempo y se sienten a plenitud. Sienten a sus padres tan cerca y, por cierto, ellos también quieren acercarse a nosotros. Como padres les hemos regalado tiempo, como hijos ellos quieren compartir también su tiempo. Así, empiezan a contarnos sus experiencias en el colegio, sus relaciones con sus compañeros de clase, sus miedos, sus sueños y con el paso de los años cada dulce o ingrato momento.

No hay dudas ni contradicciones. ¡El amor es la máxima expresión del afecto entre seres humanos! ¡El amor nutre de agua bendita la relación entre hijos y padres!

El amor va acompañado siempre de confianza y de respeto. Pero también de conocimiento.

Por eso, si decimos que amamos a plenitud a nuestros hijos, no solamente hay que decirles palabras de afecto, también hay que respetar las decisiones que toman y hay que confiar en ellos. Hay que conocerlos, saber sus pensamientos y sus sentimientos, sus modos de responder ante los desafíos de la vida y su forma particular de reírse. Hay que conocer su círculo de amigos, a los padres de sus amigos y hay que hacer reuniones en casa para confraternizar con ellos y mejorar el nivel de relación interfamiliar.

Debemos ser incisivos en repetir en nuestras mentes la frase que William Shakespeare compartía con la gente de su tiempo: “Es propio de un padre sabio conocer a su hijo”.

Desconocer muchas cosas en la vida de nuestros hijos es un reto difícil de solucionar. Yo me pregunto. ¿Qué debe estar sintiendo un padre al dejar ir a su hijo a la casa de un amigo de colegio con motivo de un onomástico, si él, ignora completamente quién es ese niño? ¿Qué ideas se le vendrán a la mente si le dicen en la puerta del cumpleaños “puede venir dentro de tres horas a recogerlo? ¿Se podrá sentir seguro ese padre?

Si nunca hubo diálogo con su hijo, si nunca tuvo la oportunidad de departir con otros niños, compañeros de su hijo. ¿Cómo poder tomar la mejor decisión y dejarlo ir?

Es normal tener miedo de lo desconocido. Es normal que los niños sociabilicen. ¿Cómo poder darle la confianza a mi hijo si ignoro muchas cosas de él? ¿Cómo no dudar en dar un permiso a una fiesta si ignoró quienes son los amigos o compañeros de mi hijo? ¿Quién debe darse tiempo para conocer el medio social donde se desarrolla un niño?

Un hogar debiera de ser el mejor lugar donde vivir, pero cuando las dudas y la ignorancia de cosas como las antes señaladas invaden la dinámica familiar, el otrora lugar de armonía se vuelve un terreno de pesadillas. Los padres que inflados de confianza repetían incontables veces, “Confío en ti hijo”, ya no tienen la seguridad de repetir la frase. Los niños que amaban a sus padres se sienten agredidos, claro “todos los niños de la clase van a ir a la fiesta menos yo”. ¿Porqué, por qué mi padre es un desconfiado, es un mentiroso?

Dedicar nuestro tiempo a actividades ajenas al conocimiento de la vida social de nuestro hijo nos inutiliza, nos genera enfrentamientos en el hogar, desdicha y sufrimiento. El decir “que amamos a nuestros hijos”, debe proyectarse más allá de una frase linda, debe reflejarse en un conocer de su escuela, de sus profesores, de sus amigos y de los padres de estos. Recordemos, los padres regalamos tantas cosas a nuestros hijos, porque los amamos tanto. ¿Qué regalos entre padres e hijos se estarán dando en otros hogares en este momento?

Regalar amor a nuestros hijos es regalar un compromiso pleno de buscar lo mejor para ellos.

Hay que saberlos orientar por el camino de la nueva tecnología, por la explosión del saber en internet, por la mafia de las adicciones cibernéticas y por el tráfico de la inacción social, ante las injusticias y el desvalor de la gente.

Aquel padre que ama a su hijo no solo conoce su medio social sino también debe conocer el medio virtual. Debe darse horas y muchos días para enseñarle al niño lo bueno y lo malo de internet, lo bueno y lo malo del chat. Un padre comprometido con su hijo le enseña a hacer un uso eficiente de su tiempo. Le enseña a ver lo que los demás obvian, le enseña a escuchar lo que otros nunca oirán.

Un padre comprometido con su hijo está pendiente de sus palabras y de sus actos. Está pendiente de lo que haga y de lo que no haga su hijo. Un padre comprometido con la salud racional y emocional y de su hijo controla su tiempo en la red, lo insta a que no digiera información basura en los buscadores de internet, lo insta a hacer investigaciones de calidad y a valorar la información que recoja.

Estamos en un siglo de contradicciones, de avance tecnológico y de involución personal. El diálogo social escasea. No conversamos, no sabemos escuchar. Buscamos solucionar nuestros conflictos gritando en las calles ante las autoridades poco competentes y en las habitaciones de nuestras casas ante nuestra insatisfacción.

En los tiempos de la mayor crisis de diálogo y encuentro personal entre padres e hijos, “los padres generosos y despreocupados” regalan chat a los hijos, para que el diálogo familiar se vuelva un día un recuerdo o una falacia, algo irreal. Ahora ya no es necesario salir de casa para “conversar con un amigo”, ya no es necesario disgustarse por las altas cuentas telefónicas por llamada a “amigos o amigas”; el chat lo ha solucionado todo. Hasta puedo ver a mi amigo o amiga al otro lado de la pantalla. ¡Qué alegría, ahora somos más sociables! ¿Realmente lo seremos?

A lo largo de mi vida escuché siempre una frase maravillosa, “hijo, nunca hables con extraños”. Los hijos cumplíamos a pie juntillas esa propuesta familiar. Hoy en día el consejo cae en saco roto. La nueva tecnología nos conecta con todo el mundo, podemos dialogar en comunidades de chat virtuales con completos desconocidos y lo tomamos como algo normal. Ahora nuestros hijos, mientras nosotros estamos trabajando están sentados frente a su computadora dialogando con un extraño sin salir de casa. ¿Qué bello regalo les hemos hecho a nuestros hijos? Ahora nuestros hijos no estarán solos en casa, habrá un visitante virtual llenando su mente de tantas ideas mientras que como padres confiados seguimos pensando que vivimos en el siglo XX y que mi hijo no hablará con extraños mientras no salga de casa.

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