HACIA EL ENCUENTRO PERSONAL, “LA MAGIA DEL DAR AMOR” (PRIMERA PARTE)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.
HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
El Dr. Walter Dresel en su libro “El lado profundo de la vida” nos decía: “la vida de los seres humanos es un largo camino donde somos puestos a prueba en las distintas etapas de nuestro desarrollo”.
En cada paso que damos, en cada experiencia que compartimos, en verdad, somos puestos a prueba, no solo en relación a nuestras capacidades innatas, sino también en el aprendizaje recogido a lo largo de tantos años de experiencias vividas.
Cada uno de nosotros, seres humanos de carne y hueso, vivimos a diario una nueva experiencia en una época especial del desarrollo de la sociedad en donde la base del desarrollo personal se sustenta en el conocimiento adquirido y en el control eficiente de la emoción. Cada nuevo amanecer, cada uno de nosotros, seres de tiempo, espacio y fe, habitamos sin darnos cuenta una comunidad que hemos definido como destructiva a través de sentimientos y conceptos nocivos como la desesperanza, la intriga, el sufrimiento continuo y la falta de fe.
La humanidad, tal y cual como la conocemos, ha iniciado un cambio progresivo que busca a diario tecnificar la vida humana y con ello desnaturalizar la relación de persona a persona. La sociedad en la cual vivimos, y a la cual habíamos definido (en nuestra infancia) como un espectáculo inolvidable de alegrías y encuentros de esperanza, viene desapareciendo a la misma velocidad que los bosques tropicales. Los espacios de diálogo social presencial están siendo desplazados por los espacios virtuales. Los parques y las alamedas, otrora sitios de encuentro y de recreación, ahora lucen vacíos mientras los cibercafés y las novedosas cabinas de Internet ebullen de adictos a la tecnología emergente. El mundo en que vivimos es distinto y, lamentablemente, no es mejor.
El ser humano se está subsumiendo en el abandono existencial. Los diálogos no existen, el autoconocimiento es una idea obtusa y los viejos “queridos diarios” son piezas de museo de una vida íntima que luce ahora más que pública en Facebook.
Me preocupa mucho que estemos destruyendo nuestro planeta, pero me preocupa más nuestra necedad y la falta de valores y compromiso personal. Nos estamos deshumanizando momento a momento y lo más triste de todo es que no nos estamos dando cuenta de ello. Vivimos de una manera imperiosa el hoy, pero sin centrarnos en el hoy. Estamos apurados, apretamos constantemente el acelerador del vehículo en que viajamos, nuestro cuerpo, y estamos chocando constantemente con todo y con todos, y sin llegar a percibir lo que está sucediendo (ya que nuestro sentido de pertenencia está obnubilado) nos dañamos y lastimamos a los que están en nuestro alrededor. Estamos siempre apurados: ¡no hay tiempo, no hay tiempo!, parecemos el conejo de la historia de Alicia en el País de las Maravillas y, con razón o sin razón, “nunca paramos de correr”. Estamos perdiendo poco a poco la capacidad de degustar cada instante. Nos automatizamos y nos condenamos a vivir bajo un estilo de vida que solo ha logrado esclavizarnos y aunque parezca increíble “por momentos llegamos a creer” que dicho estilo de vida “nos llevará a sentir felicidad” y no es así.
Estamos endeudados hasta nuestra vejez y “estamos felices por ello”, nos hemos auto-obligado a trabajar dieciocho horas diarias y estamos complacidos por haber obtenido “felizmente” un trabajo que nos permita sobrevivir. Damos gracias a un sistema abusivo y prepotente que vuelve más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y decimos, a veces con un poco de resignación: “Así es la vida. ¿Qué podemos hacer?”.
En verdad son muchas las obras que podemos llevar a cabo, pero como todo en la vida, el cambio no comienza fuera, todo gran cambio se inicia siempre en el interior. Todo se inicia con un sueño, una meta o con un gran anhelo, dicen aquellos que un día alcanzaron la autorrealización. Yo vengo y te digo: antes del sueño, de la meta y mucho antes que el anhelo, ¡estás tú! Todo comienza con tu vida, con el sentido consciente de que eres “el milagro más grande del mundo” y que tus hechos y obras serán nuevos milagros de la creación.
El sueño de la felicidad constante nació aquel día lejano cuando abriste los ojos y cuando comenzaste a llorar. Ese día tu cuerpo físico inició el desarrollo de la plenitud sensorial.
Al milagro de tu vida se sumaron poco a poco los conocimientos necesarios para que tu mente pudiera crear nuevos proyectos, cada uno más ambicioso que el anterior, los cuales con el paso del tiempo te dieron el bagaje cultural que hoy tienes y el nivel de desarrollo social que has alcanzado.
Hoy puedes colocar los cimientos de un nuevo sueño: volver a tener la inocencia del niño y la alegría del que nunca va a desfallecer. Hoy tienes la maravillosa oportunidad de desarrollar a plenitud aquellas capacidades innatas con las cuales viniste a este mundo. Hoy es el mejor día para declararte un ser basado en la esperanza, en el tiempo de cambio y en el compromiso personal.
Somos un milagro de la creación. Tenemos un cuerpo maravilloso, lleno de capacidades motrices, sensoriales y cognitivas. A la vez, somos seres creados en el amor y que gozamos de la inmensa capacidad de amar a todo aquel ser humano que nos rodea y basamos ese amor en el único acto humano pleno, “el eterno dar”.
Todos los seres humanos somos únicos y maravillosos y ninguno es más que otro.
Es nuestra obligación cultivar poco a poco sentimientos de tolerancia y de comprensión hacia las personas de nuestro entorno. Dichos actos de empatía nutren las relaciones interpersonales y calman los vientos de violencia que cada cierto tiempo amenazan la convivencia humana y la esperanza de la humanidad.
RESALTAR
“Amar al prójimo como a uno mismo”, pese al paso del tiempo y al desarrollo de nuevas filosofías, sigue siendo el mandamiento mundial de la convivencia humana y un acto de demostración del amor personal. Si uno destruye a las personas que le rodean, definitivamente se está suicidando con dicho acto de agresión social. Solo hay un modo de construir el templo interior del desarrollo humano, “dando afecto y tiempo a aquel te rodea”, en sí, dando amor.