El infierno de la cárcel más peligrosa de Ecuador
Familiares de las víctimas del último motín en la Penitenciaría del Litoral llevan días a la espera de la identificación de los cuerpos
Es el cuarto día que Patricia pasa fuera de la Penitenciaría del Litoral, la cárcel más peligrosa de Ecuador. No ha conseguido el dinero para comprar el ataúd y llevarse el cuerpo de su hermano, uno de los presos que fue asesinado en la masacre del 25 de julio durante enfrentamientos dentro del recinto. ”Estoy esperando a que los vecinos del barrio puedan ayudarnos con algo para poder sacarlo y llevarlo a casa”, dice la mujer, de 58 años.
Tras la masacre, la penitenciaría y la morgue se han convertido en postales del dolor. Ninguna institución del Estado se hace responsable de lo ocurrido, entregan información a cuentagotas y las familias mendigan de un lado a otro para saber dónde están los cuerpos. La mayoría están cercenados, quemados y se hace difícil reconocerlos. Se ayudan por un tatuaje, una marca de nacimiento o algún vestigio de ropa que les queda. El proceso de identificación de partes de los cadáveres tomará más tiempo, porque se hacen con análisis genéticos.
Solo 11 cuerpos levantados de la Penitenciaría están completos y pudieron ser identificados, entre ellos el del hermano de Patricia, que se enteró de lo ocurrido por una amiga que tenía un familiar en el mismo pabellón número nueve donde estaba su hermano. “Había visto en las noticias sobre las matanzas, pero no me imaginé que él estuviera entre los muertos”, dice la mujer. Busca unas fotos de su bolso. Es el cadáver de su hermano con las heridas de machete en el cuerpo, tirado en el piso con sangre, otra foto del rostro, del brazo, de la pierna y una más con el uniforme de guardia de seguridad. “Esa fue justo antes de que lo metieran en la cárcel. Él trabajaba para una empresa y lo acusaron de robo, le dieron tres años, ya iba más de uno aquí”, añade.
Los que han podido conseguir el dinero han retirado los cadáveres y con discreción los han enterrado de inmediato. Atrás quedaron los tiempos de velar a los muertos tres noches seguidas, como es parte de la tradición. “Esto es una porquería, es una corrupción total, todos quieren plata, uno pide información y no nos dan”.