Clases de Ética

Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario.

Hay incluso algunos individuos que arguyen la necesidad de una vida absolutamente virtuosa en vías de santificación; mientras tanto, la mayoría de las veces clandestinamente, actúan de manera totalmente contraria a todo aquello que han ido supuestamente defendiendo y convertido incluso en un asunto de cruzada moral. Hay ya ejemplos notorios a nivel mediático que han destapado esa escandalosa contradicción entre una falsa búsqueda de la virtud y los escabrosos resultados.

Es verdad que los seres humanos tienen permanentemente esa tensión entre escoger entre el bien y el mal. No siempre está clara esa frontera. Además, en casos cada vez más complejos, los límites para saber qué es lo bueno y qué es lo malo se pueden yuxtaponer o incluso borrar. Hay una delgada línea que muchas veces no se nota con nitidez o, incluso, es casi invisible. La gravedad de la situación nos lleva a plantearnos cómo podemos saber la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto.

Por supuesto hay muchas teorías que defienden definiciones diversas sobre cuáles son esos caminos por tomar. Desde los pragmáticos hasta los de raigambre teológica. Desde los duramente punitivos hasta aquellos que más bien apelan a zonas laxas de la moral. Hay sistemas completos que controlan, vigilan y castigan todas las acciones que deberían imperativamente responder a una tipología de la moral aceptada, más bien, implantada. Las sociedades humanas se han ido organizando históricamente en torno a esas formas de minuciosa administración de la vida. Pero esa administración del bien y el mal, su implementación y supervisión, suele estar bajo el control de pequeños grupos cuyos fines máximos más bien son satisfacer sus propios beneficios particulares.

Así, el ejercicio constante, cotidiano y detenido de distinguir qué es lo correcto de lo incorrecto nos impele a usar toda nuestra formación en saberes y experiencias para ir reduciendo nuestros márgenes de duda respecto a qué elegir. Muchas veces será una decisión sumamente difícil y que nos costará mucho ver con total claridad. Otras veces requeriremos apelar a personas a quienes respetamos y reconocemos su integridad para que nos ayuden a tener nitidez. También sucederá que tengamos que tomar decisiones completamente solos.

No siempre es fácil saber elegir el camino correcto. Y no necesariamente siempre lo haremos. Hay que saber aceptar las equivocaciones y los errores cometidos.

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