Suspiros de limeñas
Por: Verónica Gómez Vargas
“Suspiros de limeñas” fue una muestra expuesta en el Coleccionista Coffee, en el centro de nuestra Arequipa y que reunió a dos artistas de Lima.
Mónica Cuba es artista plástica, nace el 29 de enero de 1969, egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima. En 1996 obtuvo una mención honrosa en el tercer concurso de jóvenes artistas Banco de Crédito. Tiene en su haber numerosas exposiciones individuales en la ciudad capital, así como muestras colectivas en Ecuador, Brasil y Chile. Su obra también se encuentra en colecciones privadas dentro y fuera del país. La mayor parte de sus creaciones las realiza sobre madera descartada, ya sean retazos, troncos, ventanas o puertas, y pinta con anilinas, acrílicos y pinturas para muebles de madera, en algunas ocasiones. Su inspiración viene de los barrios y casas antiguas limeñas, donde plasma sus historias.
Isabelle Decencière también es artista plástica y nace un 20 de octubre de 1971, estudió en École des Beaux arts de Valence, y ha expuesto en galerías capitalinas como Índigo, Dédalo y el Coleccionista Coffee. En sus creaciones usa cerámica de alta y mediana temperatura y también madera. Su inspiración viene del día a día, como ella dice: “de cosas que he visto y han quedado en el cajón de mi subconsciente”. Considera que su trabajo se sitúa entre la artesanía y la ilustración, un tipo de ilustración en tres dimensiones, es por eso, piensa, que le gusta el pequeño formato.
Ambas se juntaron para crear una bipersonal en donde la pintura y la cerámica se complementan en un baile lleno de armonía. La puesta de color regala al espectador la sensación de que se encuentra inmerso en lo que narran las autoras, como en el mismo espacio. Los colores tierras como ocres, marrones y sienas, utilizados en la pintura y cerámica, nos asocian con la naturaleza y su calidez, generando un ambiente relajado y tranquilo, de hospitalidad y regocijo; sus tonos representan el pasado y la añoranza, quizás emulando esos barrios antiguos limeños, añejados por la brisa del mar y el tiempo. Estos se contraponen a otros tonos más vivos y brillantes, como rojos, anaranjados, azules, amarillos y verdes, estableciendo un entorno más fresco y juvenil, de acción estimulante, simbolizando entusiasmo, sabor, diversión y sociabilidad. En algunas piezas se sirven de fondos oscuros para crear un alto contaste entre fondo y figura, dando la impresión de que varía la profundidad de los objetos. Los personajes que salen de sus ventanas le agregan tridimensionalidad a la muestra, generando sensación de profundidad. Parecen inclusive que se estuvieran asomando por la pared, como si fueran a susurrarnos algo.
Presentadas en formatos pequeños, y quizás recordándonos un poco a la práctica antigua de las miniaturas, las obras adquieren un aire romántico y nos transportan a esta especie de microcosmos de talento y creatividad, más allá de la pintura y cerámica tradicionales, otorgándole un enfoque distintivo que evoca respuestas emocionales. El proceso creativo implica una meticulosa atención al detalle. Cada escultura y pintura es hecha a mano y requiere un delicado equilibrio de habilidad y paciencia. El proceso de horneado y esmaltado también es crucial para dar a las pequeñas esculturas un fino acabado y textura característica.
Llenas de diminutos detalles, como pajaritos, casitas y flores, las piezas se tiñen de un carácter lúdico y nos invitan a descubrir elementos que nos obliga a mirar dos veces para deleitarnos con su encanto, y que nacen para validar las voces de su corazón y tradición.
Si bien “suspiro de limeña” o “suspiro a la limeña” es un dulce emblemático de nuestra ciudad capital, parte de la tradición gastronómica peruana, las artistas proponen un chispeante juego entre el nombre y su significado. El dulce postre da un paso más allá y se convierte en un acto para invocar instantes que se pierden en el devenir del tiempo. Suspirar no solo es el botón de reinicio de los pulmones, sino también de la emociones y pensamientos, y nos regresa al éxtasis de las grandes experiencias, a los recuerdos de algo o de alguien.
La muestra encadena sus visiones y representa sus imaginarios de la esencia del barrio limeño y trata de rescatar sus costumbres y tradiciones como aquella de conversar de ventana a ventana con vecinos, o tal vez unirse en un convite en alguna fiesta, en donde se estrechaban más los lazos entre familias, amigos y conocidos, pequeños gestos que han ido despareciendo con el crecimiento vertiginoso de las grandes ciudades. Es por eso que el propósito de este encuentro no solamente es enaltecer esos instantes, también es volver la vista hacia atrás con el fin de rescatar, elogiar y preservar los usos y orígenes en nuestras tradiciones que forman parte de un universo identitario de nuestro país, por encima de todas sus turbulencias.
Aunque un “suspiro a la limeña” quizás simboliza a la capital, la intención de estas artistas no tiene un afán regionalista, ellas creen que lo representado en su obra no solo atañe a un lugar en especial, sino más bien a costumbres con la que muchos de los peruanos nos identificamos, así provengamos de distintas latitudes.
(Maestría de Artes, UNSA)