EN EL CIELO DE LOS SENTIMIENTOS SOLAMENTE HAY ESTRELLAS (PRIMERA PARTE)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.
Las estrellas en el cielo siempre han despertado la curiosidad y la fascinación del ser humano. Un brillo tan ligero y a veces hasta fugaz ha echado a funcionar muchas veces nuestra mente y nos ha llevado a viajes emocionales, a encuentros personales y a sueños de fantasía y encanto.
HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
La poesía y el amor se han alimentado constantemente de las luces titilantes del cielo nocturno. Para algunos las estrellas son los ojos de Dios que nos contemplan extasiados y para otros son los corazones latientes de algún ser querido que un día partió de este mundo rumbo al paraíso anhelado en la dicha de la eternidad.
Si yo me sentara esta noche a contemplar el cielo pudiera de seguro hallar dos cosas: el brillo mágico de las estrellas en aquella gran inmensidad azul opaco por un lado y una gran oscuridad y vacío por el otro. Si me concentrara en ver el espectáculo de las estrellas armando figuras mentales de seguro podría pasar una noche inolvidable en compañía de ese espectáculo maravilloso, pero si por el contrario, decidiera centrarme en la oscuridad y el vacío que inundan el noventa por ciento del paisaje que perciben mis ojos de seguro que pronto me sentiría fatigado y luego me recostaría con el firme propósito de dormir.
Yo, como a lo largo de toda mi vida, tengo la oportunidad de decidir “qué voy a mirar”. La luz o la oscuridad, la creación o la ausencia.
Cada uno de nosotros tiene la oportunidad mágica de crear el mundo a su medida, ya sea para recrearse y soñar, ya sea para sufrir y mendigar.
Tenemos el don de la creación en nuestra esencia. Los ingredientes básicos o las herramientas fundamentales para toda obra están inmersos en la naturaleza que nos rodea y en nosotros está el arte de descifrar su uso o de definir cada pensamiento y sentimiento que se albergan en nuestra mente con el fin de percibir la relativa realidad que nos circunda y luego interpretarla.
Tú y yo tenemos la oportunidad de definir nuestra vida bajo el concepto de ausencias, sufrimientos, pesares, desencuentros, tristezas y lamentos o bajo los conceptos de aprendizaje, crecimiento personal, afecto, entrega, compromiso, bondad, alegría y amor.
Las experiencias que nos han tocado vivir pueden influir notoriamente en las decisiones que tomamos a diario. Si éstas han sido marcadas con la sombra de la pena y el constante lamento de seguro que nuestros días y horas a lo largo de muchos años quedarán etiquetados con conceptos negativos que querrán gobernar nuestra mente y definir la existencia como “un espectáculo de sufrimiento, injusticia y dolor”. Si albergamos estas nociones desfavorables en nuestro consciente adormeceremos la capacidad de decisión y progresivamente iremos desarrollando armas de destrucción personal en nuestra mente, armas que nos estarán ajusticiando a diario llevándonos por el sendero de la autodestrucción y la desesperanza.
Aquel que ha sido víctima de la violencia más extrema y que ha debido de callar por vergüenza, miedo o para evitar dañar a las personas que ama de seguro que puede comprender de corazón las palabras que he esbozado en el párrafo anterior. Solo aquel que ha llegado al extremo del sufrimiento podrá interpretar muy bien su existencia bajo la siguiente frase: “la vida no es un paraíso y probablemente nunca lo será”.
Aquellos que han sufrido de modo inhumano, que han visto la muerte de cerca y que de pronto “juzgan con razón” que la vida es una sucesión de injusticias de seguro estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que “es difícil contemplar las estrellas en el cielo cuando se tienen tantas penas por las cuales llorar”. En verdad el dolor acalla la voz de la esperanza que brota del alma y vuelve inmisericordes nuestros gritos, nubla la visión de aquellos que anhelan la luz y transforman la vida en un páramo de miseria y en un mar de oscuridad constante.
Aquellos que piensan y que sienten que son los desechos del mundo y que han interiorizado el concepto “mi existencia no tiene valor” elaboran sin darse cuenta sentimientos de minusvalía emocional que progresivamente acrecientan sus limitaciones y sus defensas personales llegando a exclamar ante el optimismo de algún caminante ilustrado “ya ve, tengo o no tengo razón, nadie me quiere, todos se alejan de mí, como quiere que crea en sus palabras de optimismo si la vida misma me está enseñando que soy un fracasado”. Pudiera decirse que dichos seres que fueron marcados por “la estola del sufrimiento en cadena” tienen razón en su juicio y que las palabras de afecto, cariño, compromiso y esperanza son solo palabras vacías en la agenda sombría de sus vidas, pero yo vengo y te digo, “respeto tu dolor, le doy valor a tu pena, pero no comparto tu pesimismo, sigo creyendo que eres maravilloso y creo que puedes lograr reescribir las páginas de tu vida con letras de emoción intensa y con paisajes de amor personal cargados de luz y no es que quiera venderte una quimera o que desee engañarte, eso sería un acto desleal con tu historia y con las fortalezas que un día me has demostrado que tienes y sabes, hoy vengo a decirte algo que de seguro tu corazón ya lo sabe, ¡eres valiente!, la sociedad bajo sus reglas muchas veces crueles te ha marcado con experiencias casi inolvidables de lamento y aún así, caído y desgarrado te has levantado, herido y sangrante han continuado tu marcha por la vida y lo has hecho por algo que ya habías echado al olvido y que brilla en tu rostro aunque no te hayas percatado de ello y es que ¡tienes un amor muy grande por la vida! y es que en tu mirada está ese deseo inmenso de vivir aquella historia que debiste siempre de vivir”.