El cambio que Lima se merece
Por: Christian Capuñay Reátegui
Durante más de la mitad de mi vida he padecido el pésimo transporte urbano de Lima, un sistema en el que predomina la informalidad y un paupérrimo servicio al usuario.
De niño, allá por la década de 1980, el problema era la falta de unidades de transporte. Para llegar a sus destinos, las personas no tenían más remedio que abordar el primer bus que aparecía, no importaba si ya había sobrepasado su capacidad de aforo. Muchas veces, recuerdo, debí trepar a un bus lleno, sin más opción que viajar colgado de los estribos de las puertas, con el peligro de caer y morir. Algunas fotos en internet dan fe de esta riesgosa forma de trasladarse en la Lima de aquellos años.
En los noventa aparecieron las combis y, si bien solucionaron la falta de unidades, generaron otros inconvenientes que todavía perduran, como la saturación de vehículos, la informalidad, el servicio inseguro y de nula calidad. Estas unidades se convirtieron para mí, durante varios años, en un medio de transporte diario, por lo cual muchas veces comprobé en carne propia que los usuarios están a merced de conductores con poco aprecio por las normas de tránsito y la vida ajena.
Este suplicio duró hasta que logré tener auto propio. No obstante, tampoco fue la solución total. Tocó de ahí en adelante lidiar desde el volante con el angustiante tráfico de la capital.
A comienzos del presente siglo todavía existía la llamada “hora punta”, aquel momento del día en el que las vías se saturaban porque miles de personas salían de sus casas para trasladarse a otra zona de la ciudad. Culminado ese lapso, el tránsito se distendía. Sin embargo, hace varios años que la “hora punta” no existe porque casi todo el día es “hora punta”, lo cual implica que son pocos los momentos en que las avenidas no están congestionadas.
Lima urge de un transporte moderno y seguro que ofrezca un servicio óptimo a los usuarios. Tal podría ser la Línea 2 del Metro de Lima, primer sistema de trenes subterráneos cuyo período de prueba comenzó en diciembre del año pasado.
Hace pocos días me acerqué junto con mi familia a la estación Evitamiento a fin de conocer esta nueva obra. La infraestructura se presenta moderna y cuenta con facilidades para una experiencia sin agobios. El usuario encuentra ingresos amplios, ascensores, escaleras eléctricas, taquillas y máquinas de venta de tiques.
Los trenes no tienen nada que envidiar a los subterráneos de otros países. Llegan con una frecuencia aceptable, el recorrido se cubre en pocos minutos y se siente seguro y sin sobresaltos, una diferencia abismal en comparación con el vetusto sistema tradicional.
En definitiva, la Línea 2 implica un salto cualitativo en el transporte. Los habitantes de la capital esperamos que el recorrido completo, desde Ate hasta el Callao, esté listo pronto y ojalá que el resto de las líneas comience a construirse en breve. Nuestra querida ciudad merece ese cambio.