El sueño de Xin-Jinping
Por: Juan Carlos Rodríguez Farfán
En medio de la crisis político militar provocada por la guerra en Ucrania, ¿cuál es el rol de la China de Xin-Jinping? La prudencia activa, por ahora. La expresión podría parecer absurda, si permanecemos en una lectura plana de los hechos. Para China, en tanto que civilización, no es para nada paradójico. En el mundo no todos pensamos a la occidental, esa, heredada de los griegos y perpetuada por los occidentales modernos. China, como la India, como la América Aborigen ha construido a pesar de los avatares históricos, un modo de pensamiento distinto y particular. Lo que aparece como paradójico resulta natural y simple en estos predios. Xin-Jinping está atento, alerta, sin signos de adhesión ni rechazo manifiestos a la invasión rusa, pero atento, con la prudencia activa como arma. No olvidemos que él pretende conquistar el mundo, ser, sino el jefe supremo, al menos la pieza clave del siglo XXI. Los hechos reconfortan su ambición. En un decenio, tiempo brevísimo, ha conseguido posicionar su país, en la condición de inevitable interlocutor para las decisiones fundamentales del planeta. De espectador pasivo, ha trascendido al de actor principal. En geopolítica no hay milagros. En el escenario político nacional e internacional se puede encontrar de todo: personajes alucinados, flores de un día, anacrónicos, oportunistas, pero igualmente verdaderos estadistas: mujeres y hombres con dimensión universal. Son pocos pero son, como reza el verso vallejiano.
Xin-Jinping, que no es santo de mi devoción, pertenece a esta rara estirpe de los políticos que cambian el curso de la historia. Su proyecto estratégico denominado el “Sueño Chino” se va concretando de manera espectacular. Atrás quedó la promesa de crear el hombre nuevo, proclamado por Mao Tse Tung, atrás la de “seremos todos ricos” de Deng Siaoping. El Sueño Chino propone cosas más concretas como por ejemplo, el de tener el derecho humano al desarrollo económico. Esta proclama tiene eco en muchas partes del mundo. En la mitad del continente africano, en menos de diez años, China es el principal socio económico. En América latina las empresas chinas, no privadas sino de estado, vienen concretando una arremetida audaz, en Europa del Este (Hungría, Serbia) la economía local y su dinamismo actual se debe indudablemente a capitales chinos. El 10 % de la actividad portuaria europea está en manos del gobierno de Pekín.
proyecto denominado “Las nuevas rutas de la seda” que implica no sólo el tránsito de mercancías provenientes y en destino de la China actual, comprende igualmente la compra de puertos y aeropuertos (Piré en Grecia, Toulouse en Francia respectivamente). El Sueño Chino se resume a algo sencillo: “si en treinta años nosotros hemos salido de la pobreza, por qué no ustedes”. De ahí el eco positivo en los países que aspiran al desarrollo, de ahí su irrefrenable ascenso en los cuatro continentes. La dominación planetaria ha cambiado de estrategia. Hasta hace poco, se pensaba que la conquista comenzaba con la supremacía militar. EE.UU, la Unión Soviética y la Europa triunfantes de la locura nazi, pensaban que lo primero que había que implantar eran soldados, tanques, bases militares y una diplomacia internacional condescendiente. Los tiempos han mutado. La supremacía mundial no se regula con la amenaza de guerra nuclear, tampoco con marines heroicos como insulsos, mucho menos aceptando las decisiones del temible Consejo de Seguridad de la ONU, que ha aprobado las peores aberraciones. La dominación planetaria, promovida por China es de otro orden. Es económica, sin armas, es política sin prédica, es concreta. ¿Quiénes pueden contrarrestar, semejante proyecto? Xin-Jinping observa, vigila, mide la tonalidad de su silencio. No se es en vano hijo de Lao Tse.
El uso del silencio, es un mecanismo de estrategia a largo plazo. Del otro lado del océano el Sueño Chino se concreta. La epopeya la escriben los héroes, con sangre y en el escenario real de la historia. El paradigma autoritario avanza con Putin y con Xi-Jinping. Estamos viviendo el comienzo de una nueva era, tan violenta e injusta como la anterior. El Perú y sus líderes actuales deberían preocuparse de la posición de nuestro país en el contexto mundial y de elaborar un proyecto duradero y trascendente en lugar de satisfacerse con festejar cumpleaños con grupos de cumbia a la moda.