MARGARET THATCHER Y EL FIN DE LA GUERRA FRÍA
Por: Anthony Medina Rivas Plata, Director de la Escuela de Ciencia Política de la UCSM

Hace un par de semanas se cumplieron ocho años de la muerte de la Ex Primera Ministra Británica Margaret Thatcher y en la prensa latinoamericana se ha suscitado una ola de comentarios que rememoran su participación en dos hechos de importancia para la historia reciente de nuestro continente: El primero, su apoyo a la dictadura de Augusto Pinochet en Chile; y el segundo, su rol en la guerra entre el Reino Unido y Argentina por la posesión de las Islas Malvinas (en la que como sabemos, el gobierno de Fernando Belaúnde se puso del lado argentino, apoyando incluso con armamento y personal militar). A Thatcher también se la suele identificar como la precursora ideológica de la implementación de modelos económicos neoliberales en nuestra región; pero lo cierto es que fuera del tema de las Malvinas, América Latina nunca fue prioritaria para su Política Exterior. Sin embargo, una faceta poco mencionada sobre la vida política de Thatcher fue la de su participación en las negociaciones que llevarían a la desintegración del bloque comunista en Europa del Este y posteriormente, a la de la misma Unión Soviética a finales de los años 80 e inicios de los 90.

Thatcher mantuvo sendas reuniones con el líder soviético Mijail Gorbachov desde 1984, incluso antes que éste fuera electo Secretario General del Partido Comunista. Durante sus reuniones, ambos demostraron un respeto mutuo a pesar de las profundas diferencias ideológicas existentes entre ellos (Cabe recordar que, si bien Gorbachov buscaba una mayor apertura política y libertad de expresión en su país, éste siempre fue un creyente del comunismo como ideología y de la viabilidad de la Unión Soviética como sistema político). En ese sentido, Thatcher tuvo en Gorbachov a un excelente interlocutor con el que pudo coincidir en diversos aspectos de la agenda del momento, el papel de la URSS en el comercio internacional, así como el relajamiento de las tensiones con los Estados Unidos como condición externa necesaria para la realización de las reformas internas que buscaba el nuevo liderazgo soviético.

A pesar de las coincidencias entre ambos, hubo algunos puntos de divergencia entre Thatcher y Gorbachov. El más importante, por supuesto, el concerniente al papel del armamento nuclear en el mundo contemporáneo. Tanto Ronald Reagan como Gorbachov estaban de acuerdo con una desnuclearización progresiva de sus respectivos arsenales, promoviendo mecanismos de no-proliferación que conduzcan a un mundo libre de este tipo de armas para siempre; a la vez que eran priorizados otros aspectos de la defensa nacional. Thatcher no estaba de acuerdo con ellos por dos motivos: Primero, porque el equilibrio del poder durante la Guerra Fría estaba basado en este tipo de armamento, el cual había servido como elemento de disuasión de una posible III Guerra Mundial entre las superpotencias. Y segundo, porque un desmantelamiento de este sistema habría tenido un potencial desestabilizador a futuro, ya que tanto la URSS como los Estados Unidos disponían del conocimiento y la tecnología suficientes para reconstruir este tipo de armas en poco tiempo; por lo que un cambio en el liderazgo soviético (un posible golpe de Estado conservador contra Gorbachov, por ejemplo) habría conducido nuevamente a una carrera armamentista.

Si bien la opinión de Thatcher sobre las armas nucleares era ya conocida, no lo fue su posición con respecto al problema germano. En una reunión privada de septiembre de 1989, Thatcher le comentó a Gorbachov que su país estaba en desacuerdo con una reunificación de las Alemanias Occidental y Oriental. Según ella, el resto de países miembros de la OTAN, así como el Presidente Reagan opinaban que una Alemania reunificada exigiría rediseñar las fronteras europeas, algo que podría representar un problema de seguridad a largo plazo. Como fuere, dos meses después cayó el Muro de Berlín, y con él, el comunismo en Europa se desmoronó como un castillo de naipes.

La posición de Thatcher sobre Alemania refleja su visión sobre la relación entre los principios ideológicos y la acción política propiamente dicha; teniendo como principio y norte el realismo político en las Relaciones Internacionales. Si bien la reunificación alemana fue sumamente beneficiosa para el aumento de las inversiones extranjeras y el libre comercio internacional, algo con lo que Thatcher siempre ha estado muy de acuerdo; como conocedora de los dilemas del poder, ella sabía muy bien que una Alemania reunificada y fortalecida económicamente volvería a buscar un liderazgo político en Europa que terminaría colisionando con los intereses de Inglaterra a largo plazo. Este no fue un tema concerniente sólo a la primera ministra. Al menos desde la segunda mitad del siglo XIX, esta preocupación ha estado en el centro de los debates del resto de potencias europeas que han buscado formar un contrapeso al poder alemán. Si recordamos que tanto la primera como la segunda guerra mundial, han sido consecuencia de este fenómeno geopolítico; hechos como el fortalecimiento de Alemania en Europa de cara al Brexit se entienden mucho mejor.

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