La verdad de la verdad
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario

Hay dos posiciones contrapuestas respecto a la verdad. Por un lado, quienes sostienen que es posible llegar a ella y con un método adecuado, encontrarla; de esa manera, más allá de los caprichos personales o vaivenes históricos, la verdad las trasciende y supera las circunstancias. Así, el discurso científico es una de las maneras en las que la humanidad habría encontrado un sistema de creencias validado desde su hipótesis hasta sus conclusiones finales. Estas han sido adoptadas en la vida moderna y convertidas en caminos de certidumbres universales.

Sus opositores asumen que las verdades son resultados de consensos y no existen en sí mismas, incluso la ciencia. De ese modo, la verdad solo es una fabricación social y permitiría su permanente cuestionamiento, además de evitar que haya quien se apropie de ella y la convierta en un arma de manipulación. Relativizan las creencias a tal punto que las igualan bajo circunstancias históricas y culturales disímiles. Es decir, en aras de evitar el autoritarismo de verdades únicas, optan por un tipo de verdad circunstancial. La verdad se iría construyendo en el tiempo y nunca sería definitiva. Eso demostraría su fragilidad, en consecuencia, permitiría su constante duda y reduciría su utilización por déspotas.

Lo descrito es un antiguo y permanente debate que ha producido ingente bibliografía, incluso con ataques furibundos por ambos bandos. A veces, una de las posiciones tiene la hegemonía y va administrando la verdad en un sistema previsto para ello. Sea cual fuere la posición, requiere de todo un aparato que la sostenga. Esto va desde una comunidad que la difunda como la interpretación correcta y haga constante pedagogía para incorporarla en el imaginario colectivo. Estos agentes difusores, con astucia y habilidad, se insertan en los puntos clave de difusión: un medio de comunicación, una universidad; un centro de influencia que les permita gestionar su posición e ir cimentándola. Por supuesto, conciben la posición contraria como la errada y, en una ardua perspectiva bélica, la combaten y procuran eliminarla.

Los que han encontrado la verdad, sea cual fuera, la van a defender con fiereza y militan para evitar que la otra posición tenga posibilidades. Esto se va a agudizar cuando las partes tienen posiciones favorables: mayor acceso a órganos de difusión masiva, a terrenos políticos con impacto en la organización de un país y pueden determinar leyes que modifican comportamientos, con poder económico tal que pueden disponer y comercializar a los agentes a través de financiamientos condicionados.

En todos los casos, el anhelo que las acompaña es que supuestamente buscan el bien común, el bienestar del pueblo, la prosperidad de la patria, que solo quieren el bien del país y de todos nosotros. Los que han encontrado la verdad, en realidad es su verdad, y ya no escuchan a nadie, solo a sí mismos.

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