¿Podré elegir mi vacuna?
Por: Raúl Mendoza Cánepa – El Montonero
Nadie discutió la emergencia de la vacuna, y más cuando tras la tenebrosa segunda ola no quedaba otra opción. Era inocularse en la incertidumbre de lo que podría pasar. No se puede ser racionalmente pro ni antivacuna, solo se puede decidir por uno mismo, prevenir o resignarse al riesgo a cuenta propia. Lo que sí se sabe es que el ritmo de la vacunación ha bajado en 2022; y que ya hay quienes llaman a relajarlo todo y más, ahora que la variante no produce espanto. Opino que hay que andarse con cuidado, especialmente en el tema de las mascarillas, no sabemos qué hay luego. Sin embargo, que el gobierno no sepa cómo incentivar el pinchazo no debe llamarlo a violar derechos constitucionales.
Desde el 1 de abril será obligatorio tener una tercera dosis desde los dieciocho años. Indagando en un vacunatorio, la obligación de vacunarse no admite que si te inoculaste con dos Pfizer sigas necesariamente el patrón Pfizer en la tercera, más que seguro que te toque AstraZeneca.El esquema está “sujeto a disponibilidad del stock” leo en www.gob.pe.¿Cuál es el stock de Pfizer? La frase lleva a suspicacia ¿Por qué no podría elegir continuar con Pfizer? ¿No habría libertad de elección, ni de la vacuna ni de no vacunarse? Ignoro si al ministro Hernán Condori le importe la salud o la economía, simplemente cuatro millones de dosis de AstraZeneca están por vencerse hasta fines de abril, lo que significaría la pérdida de varios millones de soles, por lo que hay que apurar el proceso ¿Es eso, ministro?
¿La gente que se acerque a los vacunatorios será conminada a vacunarse con AstraZeneca? Esa misma marca que varios países en Europa devolvieron. Es mi cuerpo, no el suyo, señor ministro ¿O es mejor inocular la sustancia por vencerse antes que tirarla?
No solo es la muy probable obligación de inyectarse una vacuna y no la otra, según el patrón de continuidad, sino el costo de la muerte civil por resistirse, el Apartheid ignominioso por no dejarse inocular. No entras a tu lugar de trabajo, eres despedido, tampoco a la universidad, no tienes acceso a tienda alguna ni a local cerrado o público ni al banco ni a nada. Te conviertes en un paria por decreto.
No soy antivacunas, porque es seguro que han salvado muchas vidas y es triste que a muchos no les alcanzara la vida para ese proceso. Las olas pre omicrón fueron de terror y, aunque no sepamos qué viene, el contexto actual no es crítico para decretar corriendo a los extremos ¿Qué lleva al gobierno a inocular la vacuna AstraZeneca? ¿Tu salud? ¿Lo que económicamente se puede perder? ¿Conoces tus comorbilidades más insondables?
Lo que se juzga no es la vacunación, es la violación de derechos constitucionales al dictaminar el impedimento de acceso, tránsito, trámite, trabajo y comercio a condición de pincharse con algo distinto ¿Y luego qué? ¿Una cuarta, quinta, sexta dosis…? ¿Qué garantía tenemos? En un país de ciudadanos debe certificarse que no hay restricciones a la libertad. ¿Qué es el protocolo? Pues es mi libertad, la de exigir la vacuna que ya conozco y mi cuerpo reconoce, y la de entrar a donde bien me venga en gana sin enseñar un pasaporte que media entre lo surrealista y lo distópico.