Libros de segunda mano
Por:Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario

Algunos vamos acumulando libros con la misma alegría y naturalidad que la respiración. Tal vez, alguna parte de ellos los hayamos heredado. En mi infancia chalaca, la colección de tapa azul de Peisa, una espectacular propuesta bibliotecaria de los años 70, me insertó directo a la literatura peruana.

Congrains, Zavaleta, Diez Canseco, como tótems literarios. Realismo urbano continuo a la fantasía infantil en construcción. También ya están gastadísimas las páginas donde la antología de poesía de Alberto Escobar era el manual de iniciación. Otros libros los hemos ido consiguiendo minuciosamente. A punta de propinas y trabajos eventuales, iba ahorrando con la esperanza de juntar lo suficiente para ir de cacería librera en las calles turbulentas de la ciudad. Zambullirse, ya adolescente, en la avenida Grau y el jirón Quilca, después en jirón Amazonas. Por supuesto, los libros de segunda mano, esos objetos que contenían biografías previas, recalcados, resaltados, quiñados, incluso nombres de sus primeros y entusiastas dueños, invitaban a imaginar las razones por las cuales se habían desecho de sus propias colecciones.

A veces encontraba un subrayado conmovedor, un indicio de una vida detenida que encontró en la frase elegida una forma de sentirse. Entonces, en los libros había dos historias paralelas: la del autor y su obra ofrendada, y la de su primer lector que nos obsequiaba azarosamente un indicio de su propia biografía. Almas electivas que jamás iban a encontrarse sino de esa sola manera. Cuando uno tiene aspiraciones de escritor, todas las posibilidades son bienvenidas y alimentan el impulso creativo. Por eso, la lectura de aquellos textos que contenían fragmentos de vidas anteriores, incluso algunos con dedicatorias personales que recibieron, ilusionados y entusiastas, de las propias manos de sus autores, me llamaban más la atención. La pregunta inmediata era, ¿qué pudo haber sucedido para que el lector dedicado con semejantes y muchas veces preciosas dedicatorias se deshaga de su colección?

Al fin y al cabo, las vidas tienen sendas que uno apenas puede conjeturar. Son tan complejos en sus matices y resultados que al acercarnos en esa suerte de diario expuesto en las rumas de textos múltiples y que un probable lector, inimaginado, un día reencuentra ello y lo lee de otra manera. El hecho de que nos adentremos brevemente, a través de sus propias lecturas y autores elegidos que justamente coinciden con los nuestros, nos interceptan, en fugaz pero definitiva coincidencia de los escritores que fuimos eligiendo. Nos hermanan, acaso, con el anónimo anterior lector, en un club global y silencioso de un catálogo tan personal y compartido a la vez. Nos dicen que no estamos totalmente solos en esta maravillosa aventura de leer y, acaso, escondemos que un futuro próximo lector de nuestros propios libros nos recuerde brevemente y nos imagine.

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