Travesuras divinas en Arequipa
Por: César Félix Sánchez – El Montonero

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En aquella época feliz, anterior a las redes sociales y con un grado bajo de penetración de Internet en la región, el principal recurso para buscar a una persona era la guía telefónica, instrumento omnipresente entonces, pero que ahora no es más que una reliquia cuya utilidad es difícil de explicar a los nativos digitales. Luego de un par de faux pas, llamé a la casa de la familia de Ángela y logré pactar una visita. Recuerdo todavía el ambiente irreal, feérico, de aquella vieja Yanahuara, todavía no mancillada por el boom inmobiliario, al buscar la dirección exacta en medio de sus calles tortuosas «mientras la tarde se descompone / en la marmita del ocaso», como decía Percy Gibson.

Encontré la casa, ya caída la noche, y pude entrevistar a Ángela, ante el asombro curioso y risueño de una multitud de primas o sobrinas suyas, que revoloteaban en medio del patio y de la sala destartalada de una vieja casona algo destartalada. Me contó de los orígenes del grupo de las Peregrinas, formado por mujeres piadosas de Yanahuara que cuidaban el ajuar de la Virgen de Chapi.

Llegamos al día del suceso: «Justo nos tuvimos que internar el día 29 de abril y con nosotras, las Peregrinas, con nuestras actividades que hicimos, formamos un museo, creamos un museo de la Virgen de Chapi. Y en ese museo tuvimos que quedarnos a dormir esas noches, porque no había dónde nos quedáramos a dormir. Y estábamos con unas compañeras más, peregrinas, y como a medianoche sentimos que corrían y saltaban en el techo. Y entonces decíamos: “¿Qué raro, no?” Despertamos: “¡Qué pasa!, ¡qué pasa! ¿escuchan?” , “¡Sí!”. Y sentíamos como risas de niño. Entonces, ¡qué raro! nos parecía extraño… Y en la madrugada como a las 6 de la mañana, salimos porque estábamos un poco asustadas ¿no? ¿Qué había pasado? Y estaban los policías que custodiaban a la Virgen y sentimos que el agua, ¡pum-pum!, de la pileta chapuceaba y todos, ¡pum-pum!, peor asustados: todo el mundo se metió, nos metimos al museo y los policías se metieron a su cuarto, asustados. Y cuando fuimos a ver, estaba mojado alrededor de la pileta. Fuimos a eso de las 7 u 8 de la mañana a la oficina del padre Solari, con los policías, y ahí dijimos: “yo ví esto”, “yo oí esto”. Y eso le comentamos al padre Solari, y el padre Solari dijo que era el Cimarrón, que le encantaba salir de madrugada y de noche a jugar. Y nosotros, ¡ah!, nos quedamos anonadados, pues».

Salí de su casa exultante. Era mi primera investigación real con personas reales y había encontrado una fuente primaria a partir de una nota periodística, y no de cualquier acontecimiento, sino de una aparición en Arequipa del mismísimo Niño Dios. Y aunque mi trabajo no recibió la nota que esperaba, esta experiencia me sirvió para constatar que la vieja Arequipa de Ventura Travada y de Mariano Ambrosio Cateriano aún vivía, con sus aparecidos, prodigios y maravillas, a inicios del siglo XXI.

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