Militar revela verdadera historia de revolución de Arequipa del 50

Hace 72 años, en junio de 1950 una huelga estudiantil en el colegio de la Independencia Americana derivó en una situación que el gobierno de turno liderado por Manuel A. Odría nunca quiso esclarecer.

Por: Carlos Meneses Cornejo y Roxana Ortiz Alatrista

La situación dio origen a una revolución que puso en apuros a policía primero y al Ejército después y fue aprovechada por comunistas y apristas para criticar el gobierno autoritario de Odría y demandar libertades.

La respuesta del gobierno a las piedras lanzadas contra los soldados fue disparar. Lo que empezó como una aventura se convirtió en una tragedia con un saldo de 20 muertos, múltiples escritos y libros en los que comunistas y apristas censuraron al gobierno.

Las barricadas se armaron en las calles, las campanas de la Catedral hacían constantes llamadas de convocatoria al pueblo para que saliera a las calles. Un hombre tocó las campanas, fue perseguido por la policía que no alcanzó a detenerlo.

Los trabajadores de las fábricas, las vendedoras de San Camilo, los hombres de clase media salieron a dar “mueras” al prefecto coronel Daniel Meza Cuadra y este pidió al caudillo Francisco Mostajo asumir la tarea de dialogar por los ciudadanos.

Entretanto, ocurren muertes, los cadáveres son llevados a la UNSA y velados. La policía se repliega a los cuarteles, apareciendo la guardia urbana conformada por ciudadanos para evitar saqueos como el que ya se había producido en el Casino Militar de Arequipa que tenía su sede en la calle Mercaderes.

En estos 72 años transcurridos, de los sucesos descritos ningún militar tuvo respuesta a los decires de quienes criticaron al régimen culpándolo de todo. Pero un soldado alumno de la escuela de clases de Chorrillos, a los 96 años de edad con una lucidez increíble y una gran capacidad de investigación encontró respuesta a la ausencia citada.

Napoleón Sosa Gómez Sánchez había estudiado en el colegio de La Salle y en la Escuela Normal de Varones, participó activamente en la debelación de la agitación subversiva, vio morir a oficiales compañeros suyos y, también, presenció la muerte de soldados, supo de la rabia de las mujeres indignadas y de la cólera de los protestantes.

Fue recogiendo información con el paso del tiempo y logró ingresar a informes internos del Ejército buscando verdades para esclarecer hechos. Ahora como coronel en retiro ha impreso un libro denominado “La revolución de Arequipa de 1950, la verdadera historia” que será presentado hoy en el auditorio del colegio Independencia a los docentes y discentes del plantel para que conozcan la verdad.

Los personajes de la revolución del 50 están señalados, en la mayoría de los casos por haber muerto en el conflicto y también porque lo matizaron con mentiras.

Sosa Gómez Sánchez tiene antecedentes familiares con los fundadores de la Academia Lauretana, un ente promotor de la cultura, que fue anterior a la fundación del Colegio de Abogados de Arequipa. Ahora vive en Lima, hace prácticas deportivas diarias a pesar de estar al borde de alcanzar el siglo de vida.

Su trabajo de investigación está sustentado en documentos e informes que los jefes de los cuarteles de Salaverry, Santa Martha y Tingo pasaron a sus comandos sobre lo ocurrido en Arequipa que Odría se resistió a castigar y el líder civil de la ciudadanía Francisco Mostajo asumió la responsabilidad de todo lo ocurrido a pesar de lo cual no fue detenido ni enjuiciado mucho menos castigado en forma alguna. La figura rival fue la del coronel Daniel Meza Cuadra, al que ya se citó como prefecto y jefe militar.

Cuando Meza Cuadra postuló al ascenso a General de Brigada que por entonces debía aprobar el Congreso de la República, se encontró con uno de los integrantes del parlamento trágico, conformado por Mostajo para dialogar con las autoridades militares de la represión. Era Javier de Belaúnde que por entonces era diputado por Arequipa combatiéndolo duramente por los errores cometidos en junio del 50. Meza no ascendió y pasó al retiro.

Meza Cuadra había perdido durante la revolución de 50 su casa que estando en la fase de construcción fue saqueada, quemada durante los eventos de junio. El inmueble estaba ubicado en la Av. Bolognesi a la altura al monumento al Héroe de Arica, Meza era  casado con una arequipeña y el militar tenía proyectado venirse a vivir a nuestra tierra.

En un momento determinado de la contienda entre militares y civiles, Meza Cuadra renunció a la Prefectura, pero su segundo en Arequipa, el comandante Cardeña lo remplazó de inmediato alegando que él podía renunciar al cargo de Prefecto, pero no al mando de  su tropa.

Las barricadas fueron levantadas en todo el centro, eran altas, hechas de piedra del adoquín de calles para resistir a caballos y a camiones. De alguna manera los civiles hicieron cocteles molotov para defenderse y las armas fueron sacadas de los clubes de tiro que se formaron después de la Guerra del Pacífico.

Las radios fueron tomadas por el pueblo para difundir las acusaciones que no fueron pocas, los locales atacados, los mercados cerrados. A juicio de Napoleón Sosa, Mostajo fue un hombre digno, no conjurado e invitado para liderar al pueblo para encontrar fórmulas de arreglo. Muy diferente la apreciación que el coronel (r) Napoleón Sosa vio en el quehacer del militar Meza Cuadra quien se equivocó en la estrategia, en la táctica y al final perdió la batalla.

La documentación encontrada en lo que fue el Ministerio de Guerra, ahora Ministerio de Defensa, probó el equívoco de Meza Cuadra y Napoleón Sosa lo sostendrá en el auditorio del colegio de la Independencia mañana lunes 6 de junio, y si hay un debate responderá a las preguntas que le hagan.

La noche del viernes estuvo con El Pueblo en la casa de su director periodístico, durante dos horas y media habló ante un auditorio de 8 personas a las que hizo conocer de su libro sobre la verdadera historia de los sucesos del 50.

Él sostiene que en el archivo histórico militar del Perú tuvo acceso al informe de la debelación del movimiento revolucionario de Arequipa en los días 13, 14, 15 y 16 de junio de 1950. El documento contiene todos los reportes formulados por los jefes de las Unidades de Tropa que actuaron en esos sucesos.

También confiesa que siempre quiso escribir sobre los hechos en los cuales participó activamente basándose en las notas que redactó en cada día y en los testimonios de los participantes. Muchos de tales informes fueron incinerados por el tiempo trascurrido entre su realización y el presente, y porque además el gobierno de Odría no quiso que trascendieran los incidentes que terminaron con la vida de por lo menos 20 personas

Este militar retirado tuvo como última misión, en los días de dolor, el llevar los ataúdes de los oficiales y soldados fallecidos desde el cuartel de Tingo hasta el Aeropuerto Rodríguez Ballón donde fueron embarcados a Lima para su sepultura en el cementerio Presbítero Maestro.

Para él la verdad está sobre todo, y también señala que en ese mal tiempo hubo civiles que se acercaron a los militares para confirmar la hermandad entre quienes tuvieron que enfrentarse por errores de unos hombres y por el deseo de todos de tener un país unido y creyente en virtudes.

Atrás quedan los que se atribuyeron participaciones que no tuvieron o los que pretendieron imponer en el país nuestro, prédicas ajenas a él y se equivocaron.

ESCENARIO

El escenario del diálogo entre el coronel (r) Napoleón Sosa Gómez Sánchez y los redactores de El Pueblo fue el mismo que usó Mario Vargas Llosa en el 2011, y la fotografía de esa cita interesó a Napoleón Sosa quien dijo haber leído varias obras del premio Nobel de Literatura y en ellas se enteró de las simpatías que Vargas siente por la democracia, así como del repudio por los regímenes dictatoriales.

LOS OYENTES

Las lágrimas asomaron a los ojos de Napoleón Sosa Gómez Sánchez, autor de la verdadera historia de la revolución de Arequipa de 1950. El coronel EP se acordó de soldados, de oficiales muertos o heridos en los días de junio de ese año.

Lo escuchaban también, emocionadas, su hija Mariella Sosa Acervo, sus sobrinas Mirtha Esperanza Guillén Sosa y Mercedes Predes Gómez Sánchez, el director periodístico de El Pueblo y la redactora Roxana Ortiz Alatrista, su esposo Carlos Rivas y su hija Camila, así como el fotógrafo Adrián Quicaño.

QUIÉN MATÓ A VILLEGAS

El grupo de cuatro ciudadanos que deberían haber llegado a dialogar por la paz en el edificio del Correo, de la calle San José, y que fueron designados para esa misión por Francisco Mostajo  cayeron abatidos por las balas al intentar cruzar la Plaza Mayor.

Habían salido de la Municipalidad con una bandera blanca en manos cuando se escucharon disparos que atravesaron la cabeza del jefe de la delegación, el abogado e historiador Arturo Villegas Romero, también cayó herido un voluntario que se sumó al grupo y  moriría desangrado en el local del municipio.

El único ileso resultó ser Arnoldo Guillén y a Javier de Belaúnde le perforaron el sombrero de un balazo. Los dos últimos lograron dialogar, se fueron caminando por otra ruta y a través de la calle General Morán hasta llegar al lugar de la cita, pero esos proyectiles disparos, según el coronel (r) Napoleón Sosa, no provinieron del Ejército sino de francotiradores que probablemente dispararon de los altos de la Catedral o del Portal de Flores.      

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