Bicameralidad: una reforma en la mira
Por: Cecilia Bákula – El Montonero
Esta semana el Congreso estuvo abocado a la formulación y discusión de importantes reformas políticas que son, sin duda, las que pueden propiciar la mejor marcha del país. No dudo la necesidad de tratar esos temas, pero sí observo que nada será posible si no se enfrenta la situación de incapacidad, retraso, lentitud y escándalos en los que está comprometido este gobierno.
Se ha dejado pasar, por ejemplo, el asunto del grotesco fraude electoral; un tema que, de ser tratado con la celeridad y seriedad que requiere, nos enfrentaría a la ilegalidad de quienes están al mando del país. Casos de severa corrupción parecen tener menos importancia y así, quienes demuestran ser enemigos del país y carecer de sentimientos de amor a la patria –más allá de la superficial expresión verbal– y se ven enfrentados a acusaciones de alto calibre, están libres. Y los procesos judiciales no se muestran como acciones de eficiencia real que, entre otras graves consecuencias, permiten, o por lo menos no evitan, la fuga de quienes delinquen. Solo la fuga es ya una autoinculpación.
Al margen de ello, los nuevos cambios en los ministerios no garantizan más que mayor desorden y menor posibilidad de eficiencia en el ejercicio del gobierno.
Sin embargo, el tema de la bicameralidad es, a mi criterio, fundamental para el ejercicio de la función legislativa. No obstante, es indispensable poner o señalar ciertos criterios mínimos para que la labor parlamentaria deje de ser parte de una prebenda o una forma de clientelismo, para aportar al país las ideas que se concreten en propuestas normativas justas, objetivas y necesarias y debe requerirse una relación de coherencia con la agrupación política a la que puedan estar vinculados quienes deseen integrar alguna de las dos Cámaras.
En estos momentos, tenemos, una vez más, fracturas al interior de las bancadas y ello debilita al propio Congreso y muestra una gran inconsistencia en la relación con las ideas, normas y propuestas de los grupos políticos. Esto es, sin lugar a dudas, clara consecuencia del maltrato evidente y directo hacia los partidos políticos y en este ataque, se ha actuado con severa miopía respecto a lo que es el juego político y a la importancia de los partidos eficientemente constituidos, de lo que carecemos notablemente ahora.
En el proceso de discusión de la propuesta de bicameralidad, presentada y sustentada por la presidente de la Comisión de Constitución, se alzaron algunas voces que recordaron que en el 2018, en un plebiscito se votó por suspender la bicameralidad y la reelección parlamentaria. Hoy sabemos que ese plebiscito estuvo lejos de querer, realmente, conocer la voluntad popular, sino que estuvo amañado y orientado a truncar la presencia de la necesaria experiencia política de algunos partidos, a los que, aún ahora, se quisiera hacer desaparecer.
Pero nuestra historia es cíclica y ahora comprendemos que esa ausencia de experiencia política y el capricho de la no reelección, ha traído consecuencias funestas y ha hecho del actual Congreso un poder del Estado en donde más se ven las sombras que las luces. Esta realidad, no será cambiada de la noche a la mañana y será el pueblo el que elija a aquellos a quienes desea renovar su confianza y, como consecuencia, habrá que apuntalar la eficiencia de la gestión parlamentaria de muchos y aprobar otros cambios, como el uso sin control de la llamada “semana de representación” que, como hemos visto, ha dado lugar a muchas irregularidades y a poca acción positiva de algunos que la utilizan.
El trabajo realizado por la Comisión de Constitución –cuyo dictamen fue aprobado por 13 votos a favor, 5 en contra y 1 abstención–, nos pone de manifiesto que una correcta actuación al interior del Congreso puede llevar a cabo cambios en la Constitución; sin que sea necesario llegar a la confusa Asamblea Constituyente que, con necedad, se sigue poniendo sobre la mesa. Quizá así se pueda entender que es en el sistema democrático en el que el Perú vive, en el que se puede encontrar y realizar los ajustes que sean requeridos, sino llevar al país a un proceso populista innecesario y peligroso.