Dios los crea y ellos se juntan
Por: Juan Carlos Rodríguez Farfán

El segundo gabinete de Aníbal Torres ha nombrado como canciller a Miguel Ángel Rodríguez Mackay, un radical adversario del presidente Castillo. Este hecho, me hace recordar la Teoría de la Herradura que reactualizó en el 2002 el filósofo Jean Pierre Faye en el libro “El siglo de las ideologías”. Según esta teoría la extrema derecha y la extrema izquierda son más parecidas que diferentes. Si seguimos la metáfora visual, el centro de la herradura estaría constituido por los partidos democráticos tradicionales y los extremos apuntando a la misma dirección, los puntos más cercanos. Para ejemplificar su tesis Jean Pierre Faye pone en paralelo uno de los objetivos estratégicos que cada extremo se propone: la centralización del poder. Aspecto que curiosamente ha sido común en los regímenes en apariencia contrarios como lo fueron el comunismo de Stalin y el nazismo de Hitler. Centralización del poder que va de la mano inevitablemente de un régimen totalitario. El actual canciller Miguel Ángel Rodríguez Mackay, hasta hace apenas un año, es decir desde el primer día del gobierno del presidente Castillo, se autoproclamó “fraudista”, es decir intentó deslegitimar los resultados de las urnas, arguyendo un fraude nunca probado y perpetrado supuestamente por el Jurado Nacional de Elecciones en beneficio del ahora su jefe. Y no sólo eso, anunció las peores catástrofes para el país si el profesor cajamarquino y su partido dizque marxistaleninista-maoísta permanecían en el gobierno. Los comentarios públicos del señor Rodríguez Mackay (pues no solamente es abogado sino también columnista en varios órganos de prensa escrita) fueron reiterados y cada vez más virulentos contra un régimen que, ahora él va a representar en el extranjero. Para resumir tenemos actualmente como canciller a un anticomunista convicto y confeso en un régimen de orientación comunista. Si nos deshacemos de suputaciones maliciosas y otras causticidades, si nos imponemos una buena fe a prueba de balas, podríamos pensar que el nombramiento de semejante personaje es un signo de apertura del señor Castillo, que las sensibilidades divergentes se abren paso frente a su enfermiza desconfianza en quien no es paisano o camarada, que finalmente el presidente chotano ha cambiado; que como Fray Martin pretende hacer comer a ratón, perro y gato en el mismo plato. Para los defensores de la Teoría de la Herradura, lo que explica la unión de los extremos opuestos es la conquista y la permanencia en el poder. Para nadie es un secreto que Pedro Castillo está luchando día a día por su sobrevivencia política. Que su popularidad inicial ha caído a niveles abisales, que la única manera que tiene ahora para salvar su cabeza es pactar con el enemigo. En otros tiempos las conductas del flamante canciller y del propio presidente de la república se calificarían de inconsecuencia u oportunismo rastrero. En el contexto político actual, la sociedad mal acostumbrada al transfuguismo permanente (que se manifiesta en personajes que de elección en elección cambian de partido como las serpientes de piel), la conducta reprochable tanto del presidente como del nombrado ministro de relaciones exteriores que señalamos resulta para muchos irrelevante, sino pasada de moda. La traición es hoy la norma y el cinismo una manera de ser “moderno”. Pero ocurre que el ciudadano no solamente está condenado a sufrir las ruindades del gobernante, también tiene el derecho a no aceptar aquello que no está a la altura de los nobles principios, tiene el deber de defender su dignidad. Teoría de la Herradura o chato oportunismo, lo cierto es que los extremos se parecen y se protegen entre sí. Dios los crea y ellos se juntan.

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