El pueblo de Castillo no es el Perú
Por: Raúl Labarthe – El Montonero

Venimos percibiendo y –en cierta medida— sobreviviendo al deterioro institucional que el Perú padece de un tiempo a esta parte. Llegó al poder el presidente menos capacitado y más radical de la historia democrática de nuestro país, con un evidente plan totalitario. La puesta en escena del mensaje a la nación del día de ayer es ciertamente espeluznante. David Solórzano del Frente Nacional de Luchadores Sociales, daba inicio al espectáculo diciendo algo digno de subrayar: “Leales siempre, traidores nunca. Sr. presidente, acá está su pueblo, este es su pueblo”, señalando a los presentes, quienes respondieron con un aplauso.

Señalar a una minúscula sala de fanáticos sectarios y decir “este es su pueblo”, es sintomático del discurso del actual régimen. Algo que debe quedar claro es que el pueblo de Castillo no es el Perú, el pueblo de Castillo es él y el puñado de turiferarios que lo aplauden; como lo es en todas las dictaduras y ‘dictablandas’: Bolivia, Venezuela y Nicaragua. ¿A qué otro pueblo puede representar quien, de tantos trajes típicos que puede tener el Perú, elige utilizar un liquiliqui venezolano? Los gestos mostrados en este mensaje son evidentemente autoritarios,

La apuesta de Pedro Castillo, y de su premier y alfil –admirador de genocidas– Aníbal Torres, parece ser contundente: el pueblo es él, y por lo tanto todo aquello que vaya contra sus intereses (incluido responder a la justicia) es un ataque contra la nación. No hace falta ser un erudito en ciencia política para reconocer qué ideología está detrás. Podríamos hablar de fascismo, pero inclusive esto sería impreciso; el fascismo se impone a través de un partido político que apela a personificar a la nación; en este caso, ni siquiera se llega a eso; es una familia, la familia Castillo Terrones, la que pretende ser la intérprete unilateral de la aplicación del Estado de derecho en el Perú. Es la monarquía absoluta de Luis XIV, diciendo “el estado soy yo”, en manos de una panaka.

¿Qué hace la oposición contra esto? Grita, maldice y zapatea, sin estrategia ni norte. ¿Qué hace la izquierda? Sigue elaborando un discurso claro y estratégico: salvo el poder todo es ilusión. Quien siga pensando que basta tener la razón para ganar en política, simplemente es un iluso y está destinado al fracaso. Si de estar en lo correcto dependiera el triunfo político, ni Hitler, ni Mussolini, ni Mao Tse Tung, ni Lenin hubiesen llegado al poder. La oposición debe dejar el talante moralista y abstracto para pasar a un trabajo serio. ¿A quién representa la derecha en el Perú? En la izquierda, Chabelita lo tiene claro: cita con nombre propio cada uno de los grupos que son tratados injustamente y que ella reivindica. Eso es comunicación política con estrategia.

La derecha –y la oposición– está desarticulada y débil. Si el régimen de Castillo tambalea no es en lo absoluto como fruto de un liderazgo político convincente que esté enfrentando al gobierno, sino debido a sus propios errores, a la labor incansable que viene realizando la prensa libre, y a la momentánea lucidez de la Fiscalía. Pero si el régimen sombrerocrático logra imponerse contra estos últimos bastiones, se acabó el show; porque no existe liderazgo político estratégico desde la oposición. El camino hacia Venezuela estaría afirmado y pavimentado. Todos se echarán la culpa y se señalarán entre ellos, y Castillo logrará imponerse en medio del caos. No olvidemos las innumerables denuncias que Evo Morales ha tenido en Bolivia –llegando hasta la pedofilia–, pero sigue teniendo el poder mediante su exministro de Economía. En política, tener la razón y la moral no basta.

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