Lo bueno del arequipeño es que se heredan las tradiciones
Por: Roxana Ortiz A.
Si hay algo que tiene el arequipeño, es que las tradiciones y costumbres se van heredando entre generaciones, así hayan o no nacido en la ciudad. Los migrantes van absorbiendo esas tradiciones y poco a poco las hacen suyas, pero también van creando nuevas costumbres que servirán para las nuevas generaciones y ahí está por ejemplo, el salir cada 15 de agosto a pasear a un toro por la Plaza Mayor, señala el historiador Rommel Arce Espinoza.
Por lo que no es extraño, que cada año, a la media noche, los jóvenes interpreten el Himno de Arequipa en medio de un concierto o que los temas populares se sigan cantando o se vayan modernizando pasando a otras versiones, agregó.
Lo lamentable dijo, es que una gran mayoría desconoce a los grandes personajes que forjaron la historia de Arequipa, sino su orgullo sería mucho mayor. “Como no ocurre con muchas ciudades en el país, Arequipa ha tenido una gran cantidad de exponentes de la cultura, del pensamiento, de las artes, de las letras, de las ciencias y por eso se tiene hasta dos galerías de personales Ilustres en la ciudad.
“Está Hipólito Sánchez Trujillo, astrónomo aficionado y notable jurisconsulto; lo mismo que Miguel Wenceslao Garaycochea, matemático y magistrado del Poder Judicial; pensadores como Víctor Andrés Belaunde, autor de varios libros como Peruanidad, Realidad Nacional; José Luis Bustamante y Rivero autor de varios libros sobre Derecho Internacional o las 200 Millas del Mar Peruano; el poeta César Atahualpa Rodríguez, el tribuno Francisco Mostajo, entre muchos otros más”, añadió.
Pero dijo que no solo los varones destacaron, sino también muchas mujeres y es el caso de Adela Montesinos quien nació en Lima, pero se identificó con la tierra de su familia; la poeta Hortensia Málaga de Cornejo Bouroncle, Carmela Núñez Ureta, Felicia Moscoso, Andreína Rivera Dávila y muchas otras más.
Son bastantes las cosas que forman parte del arequipeñismo y que logra que sus ciudadanos se sientan orgullosos y así lo demuestran, no solo por sus personajes ilustres, sino también por los monumentos de la ciudad, por su arquitectura de varios estilos, las picanterías que ahora son Patrimonio Cultural de la Nación y cuyos platos son reconocidos por quienes han logrado consumirlos; la campiña que aun queda, como los andenes de Paucarpata que provienen de una época incaica.