Lecciones plebiscitarias
Por: Luis Bustamante – El Montonero
El reciente plebiscito chileno, sobre el texto elaborado por una singular Convención Constituyente, deja resultados muy aleccionadores para ese país, y para sus vecinos como nosotros. Seleccionemos algunas lecciones inferidas de este peculiar proceso.
Las decisiones que responden a causas violentas no logran el fin que estas se proponen La violencia que el extremismo desató brutalmente sobre Chile en 2019 desembocó en la convocatoria a una modificación de la Constitución mediante una Convención Constitucional, en 2020, aprobada por casi el 80% del electorado. Tras un año de trabajo, esta Convención produjo un texto que, sometido a un “plebiscito de salida”, terminó rechazado por más del 60% del electorado.
Las propuestas y los textos radicales no alcanzan el resultado que esperan sus autores
El erizamiento ideológico y su traducción gramatical conforman una receta que indigesta a los votantes y precipita en ellos una reacción de desconfianza y rechazo. En gran parte por ello, se produjo la evolución de su estado de ánimo, inicialmente predispuesto y finalmente de rechazo.
El valor de un texto constitucional no se basa en su extensión
Un texto constitucional, por encima de todo, es la arquitectura de los poderes públicos, el diseño de su interrelación y de los recursos de los ciudadanos para defenderse del eventual abuso de sus decisiones. Su extensión debe ser tan grande como sea útil y tan limitada como sea posible.
La calidad de un texto constitucional no se evalúa por el número de derechos que dice reconocer
Los derechos de los ciudadanos no son sus aspiraciones, por legítimas que ellas sean, sino el poder que se les reconoce respecto a una determinada materia para hacerlos efectivos y que alcanzan a todos por igual. No tiene sentido reconocer derechos cuyo contenido sea inalcanzable.
Los órganos constituyentes hechizos a la medida de un capricho conducen al fracaso
Prescindiendo de los mecanismos establecidos para la modificación constitucional, se creó una Convención Constitucional, con dos innovaciones: la participación paritaria de hombres y mujeres, y la reserva de 17 de los 155 escaños a favor de representantes de los “pueblos originarios”. El trabajo fue arduamente desplegado y el texto resultante dejó mucho que desear, incluso para quienes estaban a favor de la reforma constitucional.
El reconocimiento y el respeto a las minorías no puede contrariar el respeto a la mayoría Mientras un país sea democrático y su ordenamiento pretenda ser republicano, todos tienen igualdad frente a la ley, y no existen ciudadanos preferentes sobre otros. El tratamiento privilegiado de ciertas minorías termina menoscabando el mantenimiento igualitario de su dignidad a lo largo del tiempo.
El apoyo de las autoridades oficiales no aporta valor ni se traduce en ventajas efectivas El presidente Boric, elegido mientras funcionaba la Convención, no ocultó durante su campaña —ni durante los meses iniciales de su gobierno— su identificación con la tendencia favorable al texto que ella terminó proponiendo. Ello no abonó en forma alguna a su aprobación en el plebiscito, y más bien lo hizo crecientemente en contra de su popularidad.
Después del escrutinio, comienzan los reconocimientos de las culpas
Los partidos y actores políticos que, por presión de la violencia, se embarcaron en el propósito constituyente, han sufrido las consecuencias de su propia inconsecuencia. Hoy no saben si expresar su arrepentimiento o formarse un propósito de enmienda convenientemente silencioso.
La contundencia de los resultados fortalece los principios descuidados
Los actores políticos que, por una prudencia mal entendida, pasaron de ella a la concesión, y de esta al renunciamiento, hoy han cobrado conciencia de la importancia de la integridad y de la consecuencia en el mantenimiento de una democracia.
Algunas encuestas de opinión alientan su propio desprestigio
La evolución de las preferencias en la votación, y la proyección anticipada de sus resultados, mostró otra vez contradicciones y deficiencias. Una cierta complicidad de ocultas posiciones personales, de información contaminada con preferencias subjetivas y de intereses de profetas tendenciosos contribuyó otra vez a la falta de confianza en una honesta medición de la opinión pública.
Que estas lecciones, impartidas en cabeza ajena, se constituyan en aprendizajes propios.