EL GRECO
Por: Julio Lopera Quintanilla(*)
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Doménikos Teotokópoulos, El Greco es un genio de la pintura universal y uno de los más grandes pintores de fines del Renacimiento. El Greco tuvo, cuando iniciaba su carrera, una influencia bizantina pero, posteriormente, desarrolló un estilo muy personal.
El Greco nació en Candia, Creta, la madrugada de un primero de octubre de 1541. Fue su padre Domenikos Geórgios Teotokópoulos, un hombre muy emprendedor que fue comerciante y, también, recaudador de impuestos. Vivió en la isla hasta la edad de 26 años. Luego se trasladó a Venecia donde entró en contacto con Tintoretto y Tiziano, quienes influyeron mucho en su estilo. De Tiziano, el artista cretense, aprendió la técnica del óleo y, también, la gama de la paleta. En Roma recibió la influencia del estilo manierista, a través de Miguel Ángel, a quien el pintor de Grecia le dio una interpretación original y muy personal.
Hacia 1577, El Greco se estableció en la castellana ciudad de Toledo, donde vivió los años de su existencia y ejecutó admirables creaciones, cumbre del arte universal.
La obra de El Greco está conformada por lienzos ejecutados para retablos de iglesias y, también, por pinturas de devoción para congregaciones religiosas. Sus primeras creaciones españolas tienen influencia de los grandes maestros italianos. Posteriormente, el estilo del EL Greco se torna diferente y es marcado por el Manierismo. Desde ese momento, la luz cumple un papel muy importante en su obra, y las formas se tornan alargadas y muy delgadas. Este nuevo estilo se fue consolidando y afirmando, sobre todo en los últimos años de su carrera, y se fue identificando con la Contrarreforma que los jesuitas habían emprendido, para defender el dogma católico y contrarrestar la creciente influencia del Protestantismo, naciente en esa época.
Fue, en los tiempos de su juventud, un pintor de íconos del período post bizantino. Continuaba la tradición de la pintura ortodoxa y griega. Sus íconos no tenían la influencia del naturalismo del Renacimiento. Tenía entonces 22 años y se desempeñaba en Creta, oficialmente, como pintor.
Hacia 1956, cerca de diciembre, El Greco pidió permiso a las autoridades de Venecia para poner en venta una tabla: “La Pasión de Cristo”; la obra se vendió al mismo precio que en esos tiempos tenía una obra de Tiziano o Tintoretto, 70 ducados de oro.
Entre las obras más notables del maestro inmortal, destacan nítidamente “La muerte de la Virgen”, que se conserva en la iglesia de la Dormición de Silos, “San Lucas pintando a la Virgen” y el “Tríptico de Módena”. En el desarrollo de estas admirables obras fue, poco a poco, abandonando los cánones del arte oriental y fue, progresivamente, incorporando los cánones del arte occidental.
Hacia 1567 viajó a Venecia para establecerse en la isla que era, en ese entonces, el foco artístico más importante de Italia. El Greco estudió, en la vieja ciudad del Adriático, la obra de Tiziano, Veronés y Basano.
El Greco recibió la influencia de la pintura de colores propios de los pintores venecianos. Desde los primeros tiempos en que estuvo El Greco en Venecia fue, por su estilo, un pintor eminentemente veneciano, así lo confirman el color brillante de sus obras, el dibujo, las formas de iluminar, así como la profundidad de sus composiciones.
Entre las obras más importantes del período veneciano se encuentra “La curación del nacido ciego” (Gemäldegalerie, Dresde). En esta obra de EL Greco se advierte, con gran claridad, la influencia de Tiziano Vecelli en la forma como trata los colores y, del Tintoretto que también influyó, mucho en esta pintura, sobre todo, en la composición de las figuras y en la forma como es utilizado el espacio.
El artista miniaturista Giorgio Clovis escribió, en cierta ocasión, una carta al cardenal Alessandro Farnesio, en ella le pide al cardenal que acoja unos días al Greco en su palacio. En la carta, Clovis precisa: “Ha llegado a Roma un joven candiota discípulo de Tiziano que, a mi juicio, figura entre los excelentes de la pintura” (El Greco no fue discípulo de Tiziano, fue un admirador de su obra)
El 18 de setiembre de 1572 El Greco pagó sus cuotas en la Academia de San Lucas, como pintor miniaturista. En ese mismo año el Greco abrió su propio taller y contrató, como ayudantes, a los pintores Lattanzio Bonastri y Francisco Preboste.
En esos tiempos el Manierismo, que era una corriente artística originada en las obras de Miguel Ángel y Rafael, dominaba el escenario del arte en la ciudad del Tíber. En esa época, un Concilio Ecuménico que marcaría el porvenir de la iglesia, se celebró en Trento. El concilio determinó, en esos años, que apareciera un arte predominantemente religioso. El período de Italia se considera una etapa de aprendizaje, de experimentación, de estudio y de preparación. Se desconoce cuánto tiempo permaneció en Italia. Según algunos historiadores El Greco tuvo una segunda estancia en Venecia, entre 1575 y 1576.
De Venecia, El Greco marchó a Toledo, ciudad en la cual se inflamó la llama del genio en el alma y en el corazón del artista que sería, con el correr de los años, uno de los grandes maestros del arte universal.
Al poco tiempo de haber llegado a Toledo, quien iba a ser uno de los grandes de la pintura, ejecutó a orillas del Tajo dos de sus primeras obras maestras: “La Trinidad” y “La adoración del nombre de Jesús”
“La Trinidad” es un cuadro que fue ejecutado entre 1541 y 1579. Tiene una dimensión de 300 cm x 179 cm. Es uno de los nueve lienzos que pintó EL Greco, para el monasterio de Santo Domingo de Silos en Toledo (El antiguo). La obra representa a Dios Padre, quien sostiene a su hijo Jesucristo. Sobre ellos se encuentra el Espíritu Santo, que aparece bajo la forma de una paloma. Se advierte en la obra otras figuras, sobre todo ángeles en posturas varias. En el modelado, es clara la notoria influencia de Miguel Ángel y, en el cromatismo, la influencia de Tintoretto. La pintura hoy se encuentra en el Museo del Prado de Madrid.
“La adoración del nombre de Jesús” según fuentes modernas, es una alegoría de la Santa Liga. La obra de 140 cm x 110 cm fue ejecutada entre 1577 y 1579 y representa a la Liga Santa que, bajo el liderazgo del rey Felipe II de España, unió a diversos estados de las orillas del Mediterráneo, con el fin de luchar en la batalla de Lepanto contra el Imperio Turco Otomano, consiguiendo una gran victoria. Aparecen en la parte inferior izquierda, varios personajes que son miembros de la Santa Liga, entre ellos Felipe II, Alvice Giovanni Monicengo dux de Venecia, el Papa Pio V. El foco principal de este famoso lienzo está constituido por las letras IHS (Jesús). Actualmente esta pintura se encuentra en el Museo del Prado de Madrid.
Una ocasión tuvo lugar, al poco tiempo que El Greco llegó a Madrid; por esos días estaba por concluir el imponente monasterio de El Escorial y, Felipe II había invitado a algunos artistas italianos a decorar el monasterio. En este contexto, El Greco accedió a importantes encargos por medio de Luis de Castilla, Deán de la catedral de Toledo. Fue en Toledo, capital religiosa de España, donde el Greco realizó sus pinturas más geniales.
En estos encargos merecen especial mención: el retablo mayor para la iglesia de Santo Domingo el antiguo de Toledo. A estos retablos pertenecen maravillosas obras como “La Asunción de la Virgen” (Hoy en el Art Institute de Chicago) y la Trinidad (Museo del Prado), al mismo tiempo, el Greco recibió el encargo de ejecutar el Expolio para la sacristía de la catedral.
“La Asunción de la Virgen” está basado en los planeamientos de Tiziano, el eminente pintor veneciano, pero con el estilo propio de El Greco. En “La Trinidad” destaca el estilo escultural de Miguel Ángel. La obra de esta época está marcada por las huellas de los estilos Renacentista y Manierista. El tratamiento anatómico y humano, contrasta con el carácter divino que se advierte en estas maravillosas obras envueltas en una atmosfera mística y divina, ejecutadas con una paleta heterodoxa y menos convencional.
El Greco permaneció en la ciudad de Toledo, donde en 1577 había sido recibido como un gran pintor. Retrató a su amante Jerónima de las Cuevas, en una obra a la que puso por título “La dama de armiño”
En 1585 arrendó tres habitaciones en el palacio del marqués de Villena, allí residió hasta el fin de su existencia, salvo el periodo comprendido entre los años 1590 y 1604.
El 12 de marzo recibió el encargo de realizar “El entierro del Conde de Orgaz” para la iglesia de san Tome en Toledo; ésta es una de las obras más emblemáticas y geniales del famoso pintor cretense. Tiene como tema el sepelio de un noble de Toledo, el conde de Orgaz, quien, en 1323 según una leyenda toledana, fue enterrado por San Esteban y San Agustín. En la obra, el Greco presenta el alma del muerto ascendiendo a unos cielos poblados de ángeles y santos. El cadáver aparece rodeado de varios personajes de la ciudad, entre los cuales está su hijo.
Entre 1558 y1595, según opinión de varios historiadores, Doménikos Teotokópoulos, El Greco, pintó varios temas religiosos entre los cuales destacan excepcionales lienzos sobre santos, como: “San Juan Evangelista”, “San Francisco”, “Las lágrimas de San Pedro”, “La Sagrada Familia”, “San Andrés y San Francisco, “El Caballero de la mano en el pecho”.
Desde 1596 el enorme prestigio del artista, con el apoyo de los mecenas locales hizo que se sucedieran, ininterrumpidamente, los encargos hasta la hora de la muerte del griego inmortal. Desde 1600, el Greco obtuvo considerables encargos, todos ellos muy valiosos en los pueblos cercanos a Toledo. En la última década del siglo XVI floreció el estilo tardío del maestro. Fue en esa época en que recibió el encargo de realizar el retablo para la iglesia de un seminario agustino de Madrid, el antiguo Colegio de doña María de Aragón. Forman parte de este conjunto, caracterizado por figuras largadas y torcidas: “San José con el Niño Jesús”, “San Martín y el mendigo”, “La Virgen con el Niño” y “Las santas Inés y Martina” En todas estas obras, el manierismo del Greco alcanza su punto máximo.
En una época, en que Toledo era el centro oficial del catolicismo español y la iglesia española tenía como objetivo primordial la propagación de la doctrina de la Contrarreforma, que propugnó el Concilio de Trento, el Greco encontró sus mecenas entre varios sacerdotes que le encomendaron la misión de ilustrar las ideas de la Contrarreforma, ejecutando representaciones de diversos santos, de penitentes confesándose para resaltar la importancia del sacramento de la confesión que la iglesia reformada rechazaba, la glorificación de la Virgen María que era puesta en entredicho por los protestantes. El Greco fue, definitivamente, en España un artista que sirvió a la difusión de los ideales de la Contrarreforma con sus retablos que resaltaban diversas vocaciones católicas. La enorme fama del maestro llamó la atención de muchos de sus clientes, quienes hicieron que éstos le solicitaran réplicas de sus pinturas más célebres.
Hacia 1603 el Greco comenzó a ejecutar el retablo para el hospital de la Caridad de Illescas. En 1607 culminó la capilla de Isabel de Oballe. El Greco corrigió las proporciones del retablo y sustituyo “La Visitación”. “La Inmaculada Concepción” es una de las principales obras tardías del maestro. Esta obra está caracterizada, de manera especial, por alargamientos y retorcimientos frecuentemente violentos.
Un 16 de noviembre de 1608 inició los últimos retablos importantes de su genial producción, un retablo mayor y dos retablos laterales para la capilla del Hospital de Tavera. El “Quinto Sello del Apocalipsis”, un lienzo fundamental de la obra del Greco, en el que se presenta los mártires perseguidos que gritan a Dios, clamando justicia sobre sus perseguidores. La figura de San Juan domina el lienzo. Esta obra fue pintada para los retablos laterales. En él los colores tiene un significado muy específico: El amarillo de la izquierda es la gloria de Dios, el rojo el color del martirio y de la sangre de Cristo y, el verde de la derecha, es el símbolo de la vida nueva, de la esperanza.
DATO
Doménikos Teotokópoulos, El Greco, falleció el 7 de abril de 1614. Este artista está considerado, actualmente, como uno de los mayores artistas de la civilización occidental. Este juicio valorativo de la obra del artista es muy reciente, ya que en su época se le consideró un pintor marginal. Fue el siglo XX el siglo en el que El Greco fue percibido, en toda la grandeza de un artista, llamado a ser uno de los grandes de la pintura.