Ética periodística versus mitos tecnológicos
Por: Ricardo Montero

El origen del periodismo está íntimamente ligado al desarrollo económico y tecnológico del mundo. Su nacimiento se podría establecer en el siglo XV, era en la que se consolidó la transición del feudalismo al capitalismo, se inició la expansión de los imperios europeos hacia América, comenzó el dominio de los comerciantes, se dio paso al desarrollo de la tecnología y se funda una organización que con el paso del tiempo denominamos periodismo, cuyo objetivo central es difundir información para permitir a la sociedad conocer lo que estaba a su alrededor y más allá.

La tarea de difundir información fue centralizada por el periodismo hasta finales del siglo XX, pero el descomunal desarrollo de las tecnologías de la información (TIC) en el siglo XXI lo ha obligado a compartirla con las personas. Por ejemplo, el video ahora es usado para dar a conocer en las redes sociales acontecimientos personales, familiares o amicales, y también económicos, políticos, sociales. Las redes sociales se están erigiendo como la más importante fuente informativa.

De acuerdo con el Informe de noticias digitales 2022 del Instituto Reuters, ahora es 2.5 veces más probable que las personas acudan a las redes sociales para buscar noticias que a los periódicos y revistas impresas; y casi la mitad de los usuarios en el mundo prefiere seguir las noticias en Facebook, 3 de cada 10 en YouTube, el 22% en WhatsApp y el 7% en TikTok (en el 2021 era 4%).

Los medios de comunicación observan con optimismo esta evolución, pues les abre posibilidades de expansión. No obstante, también les preocupa porque se consolida un modelo impulsado por un nuevo agente en la comunicación, que los teóricos llaman “prosumidor”, un individuo o un conjunto de individuos capaces de acopiar información, procesarla y difundirla por canales que el periodismo no sospechó de su existencia en el siglo XX o relativizó su importancia.

En la década de 1980, el crítico cultural estadounidense Neil Postman advirtió que la sociedad se desplazaría hacia un ambiente mediático en el que se desencadenaría una revolución que resumió como la posibilidad de otorgarle comunicación a todos, incluso en el momento menos previsto y en el lugar más remoto. La población ha concretado la previsión insuficientemente escuchada. Pero hay algo más. También advirtió que la tecnología tiende a hacerse mítica porque es percibida como parte del orden natural de las cosas, por lo que se inclina a controlar más nuestras vidas.

Los medios de comunicación, nuevos o tradicionales, pueden quebrar ese orden mítico que se está formando. La ética y la verdad pueden recordarnos, como anotó Postman, “que la tecnología no es parte de un plan divino, sino el producto de la creatividad humana y nuestro orgullo, y su capacidad para el bien o el mal queda siempre pendiente de lo que los humanos digamos qué puede hacer por nosotros y a nosotros”.

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