La OEA en el Perú
Por: Christian Capuñay Reátegui

A raíz de la solicitud del gobierno de Pedro Castillo a la Organización de Estados Americanos (OEA) para aplica la Carta Democrática Interamericana, y tras la decisión de este organismo de enviar una comisión de alto nivel al Perú a fin de analizar la situación nacional, se viene discutiendo sobre las implicancias de dicha visita y sus efectos sobre la crisis política y el enfrentamiento que libran oficialismo y oposición.

Algunos sectores, especialmente los cercanos a quienes vienen exigiendo el retiro del presidente Pedro Castillo del poder, consideran que la OEA tendrá un margen de maniobra limitado en la medida de que no puede interferir en asuntos internos.

Si bien es cierto la intervención del organismo interamericano en diferentes coyunturas en la región ha tenido características disímiles, podría ser un error soslayar su influencia en un contexto de tanta complejidad como el que vivimos en la actualidad.

Cabe recordar, si no, la gran influencia que tuvo el trabajo de la Misión de Observación Electoral de la OEA que llegó al Perú para analizar las elecciones del 2000 en las que Alberto Fujimori obtuvo su tercera reelección. Gracias a la rigurosidad de Eduardo Stein, el excanciller guatemalteco que la encabezó, la comunidad internacional conoció que tal proceso se celebró en medio de profundas irregularidades y que distó de ser comicios libres, justos y transparentes.

El informe de dicha misión fue concluyente en esos términos y a la postre se constituyó en un elemento adicional al desprestigio del régimen. Caído el gobierno y fugado el expresidente, la OEA propició un diálogo entre las fuerzas políticas y la sociedad civil que permitió avanzar en algunas reformas y en lograr que el caos resultante de tan traumático proceso culminará en salidas constitucionales.

Por ende, actúan con desconocimiento quienes soslayan el aporte que pueda traer la OEA al Perú. Mucho dependerá de quién presida la comisión y cuánto desee involucrarse en nuestros problemas domésticos. Si fuera una nueva versión de Eduardo Stein seguramente habría no pocas sorpresas.

Desde mi punto de vista, sería un paso muy importante que el grupo de alto nivel logre encauzar el diálogo entre gobierno y oposición y que dicho esfuerzo comience por allanar el camino de reformas que acaben de forma permanente con la inestabilidad política.

Por ejemplo, al ser imposible por voluntad propia de los legisladores normar las causales de la vacancia presidencial por permanente incapacidad moral, este podría ser uno de los puntos a tratarse en un eventual diálogo en el cual la OEA actué como facilitador. Ya hubo una experiencia similar en el 2000 cuando la misión del organismo propició conversaciones en torno a algunos cambios en ese momento considerados imprescindibles.

No estaría mal tomar en cuenta dicho antecedente como una alternativa para salir de esta crisis que ya harta a buena parte del país.

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