El dilema de ser una piloto mujer
Hace poco más de cinco meses, Carmen Flores Cárdenas recibió una de las mejores noticias de su vida. Por primera vez, una de las empresas más notables de transporte interprovincial del país la contrató como piloto profesional. Fueron cerca de trece años de espera. En ese lapso, afrontó la desigualdad y la discriminación. Un trajín al que tuvo que hacer frente por el solo hecho de ser mujer.
Por: Dany La Torre
Todos los hombres de su familia han sido diestros al volante. Su abuelo, su padre y sus hermanos han llevado con orgullo ese oficio. Pero Carmen es, quizá, la que ha tenido el espíritu más intrépido al momento de tomar el control de autos, cústers, sprinters y buses. Aunque no tuvo el apoyo y la comprensión de su padre, siempre tuvo una misma motivación, su hija. La ha criado sola. Cuando estudió la carrera de Educación, se embarazó, pero nunca tuvo el apoyo del padre de su hija, por el contrario la abandonó. Pero eso no la detuvo. Contra todo pronóstico, culminó la carrera y se tituló, aunque no pudo hallar trabajo alguno.
‘La necesidad y el hambre no esperan’, reza una frase popular. Decidida a continuar, halló un empleo como cobradora gracias al apoyo de uno de sus hermanos. Fue allí precisamente, donde tuvo su primer encuentro con el volante. Aprendió a manejar pequeñas combis y tramitó su primera licencia de conducir. Aquella travesía laboral le duró poco.
Eran los inicios del año 2009, cuando Carmen se vio nuevamente sin empleo. Su hija tenía 15 años y necesitaba cubrir con los gastos para sus estudios. En aquel entonces, pasó de cobradora y chofer ocasional a taxista por alquiler. La experiencia le resultó amarga. Cuando manejaba por las calles de Arequipa, se topó con el lado malo de una sociedad arequipeña intolerante y por mucho, machista.
¡Corre cocina!, ¡mujer tenías que ser!, le gritaban algunos desadaptados al volante.
Con tales experiencias, llegó a sentirse como un ‘bicho raro’. Era una de las pocas mujeres que estaban en el rubro del transporte público. Aun así, no dejó que nadie la aminalara. Quiso ir por más y así fue. Algunos meses después supo del beneficio de la recategorización directa de las licencias de conducir. Coincidentemente, pocos días antes de enterarse de la norma, le robaron su brevete. En vez de sacar el duplicado del documento, optó por sacar uno de mayor rango (A-IIIc). Luego de un préstamo de 3 mil soles y un curso de un mes, logró hacerse de una nueva licencia. Poco tiempo después, también de un nuevo trabajo. Volvió a manejar. Esta vez, en una pequeña furgoneta para el reparto de comida.
Trabajaba de 13 a 14 horas, desde la 1:00 am hasta las 3:00 pm, mi jornada era de 800 soles, relata con cierta resignación.
El sueldo no le alcanzaba y fue en búsqueda de nuevas oportunidades. En este tiempo, su hermano, Roberto, figura nuevamente como ‘el salvador de la historia’. En su posición de trabajador de una mina, intercedió por Carmen, pidió que le dieran una oportunidad, explicó que era una buena trabajadora y perseverante. Las súplicas se extendieron por un año. Cansados de estos ruegos, la oportunidad de Carmen se presentó, pero no fue en Arequipa, sino en Trujillo. Luego en la ruta Arequipa-Lima. Eso no le importó, al fin y al cabo, necesitaba el trabajo.
Estaba dedicada al transporte de personal, aunque no directamente. De hecho, fue una conductora externa, en una camioneta 4×4, con bandera verde y anuncios de advertencia. Era la encargada de avisar sobre la llegada de un convoy. Además, advertía a los demás conductores la situación venidera en las carreteras. Nuevamente, laboró allí por el periodo de un año. Con la nostalgia de extrañar a aquellos que se quiere, se vio en la necesidad de seguir laborando. Fueron 4 años más en otra empresa de transportes de personal (desde Apurímac hasta Cuzco). Cada viaje le tomaba cerca de nueve horas, estaba cansada, pero siguió, no tuvo miedo, sólo quería avanzar.
Me había metido a un mundo de hombres y no podía dar excusas para retirarme, tenía que decir que sí puedo, se repetía a fin de no rendirse.
En esa etapa de su vida, ya había manejado camionetas, vans, sprinters y minibuses. Estaba dispuesta a seguir, pero otros estaban dispuestos a impedírselo. Fue precisamente el monitor de aquella empresa quien no le permitía ascender a más. Ella, por el contrario, postuló cuantiosas veces, aunque todas terminaron fracasando.
Yo no existía para él, para él las mujeres no conducían, no me dejó ascender, entonces tuve que retirarme de la empresa, no podía subir a más, dice recordando la discriminación de la que fue víctima otras tantas veces.
Con el paso del tiempo, el panorama de aceptación fue cambiando. En el año 2014, otras empresas la contrataron para transporte de personal, luego la trasladaron a mina para transporte de combustibley siguió con sus labores que, para muchos, sólo es ‘trabajo de hombres’.
Después llegó la pandemia de la Covid-19. Afortunadamente el trabajo no le faltó. Condujo minibuses, trabajó bajo el sistema 21 X 7 (21 días de labores de trabajo por siete de descanso). Extrañó a su familia, pero siguió. Su hija, su inspiración, quien la motivó a trabajar largas jornadas sin descanso, se hallaba casada. Entonces, quiso avanzar más. Nuevamente buscó oportunidad laboral en una empresa que, años atrás, le cerró las puertas por el sólo hecho de ser mujer. Esta vez lo consiguió, se convirtió en una de las primeras mujeres en el país que trabaja como piloto profesional en el transporte interprovincial. Continuará capacitándose, creciendo, aprendiendo y siguiendo nuevas metas. Carmen ha dejado de lado la frustración que sintió años atrás cuando las oportunidades de empleo fueron escasas. Se presume fuerte y con metas claras. Busca llegar a ser una piloto internacional. A sus 49 años, quiere compartir su experiencia con más mujeres, que todas pueden, que debe existir la igualdad.
Me han llamado de la primera empresa de transporte de personal donde trabajé. Dicen que estoy en el muro de la fama, que fui la primera mujer piloto (…) Me siento orgullosa, pude abrir el camino para que más mujeres, hoy sean consideradas y tengan más oportunidades de trabajo, dice haciendo un recuento de sus logros.
En la parte final de su historia, relata que su misión no ha cambiado. Su hija, es madre soltera. La apoya para convertirse en enfermera. A su vez, le dice continuamente que no se rinda, que no deje de buscar la igualdad, que levante la voz y que exprese lo que sienta. “Las mujeres tenemos que luchar por aquello que creemos y pensamos”, añadió.