Décimo nivel del desarrollo socioemocional: “Todos somos uno en el mundo”
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia

“Cuentan los que estuvieron en esos tiempos que, en un sábado de aquellos, en donde los diálogos tallaban la emoción y en donde los vientos abrazaban no solo los surcos de la tierra sino también los surcos del sufrimiento humano, un padre bondadoso y lleno de sabiduría en la mente y el corazón, trazó a pulso uno de los capítulos más importantes en la vida de su pequeño hijo en formación.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Cuentan que en aquellos días el carpintero de la emoción, José, llevo a su adorado niño a un paraje cerca a los huertos de olivos que se hallaban a la entrada norte de Nazaret. En ese lugar aquel padre que enseñaba de modo diferente y que educaba holísticamente con preguntas e historias que buscaban destilar el líquido de aprendizaje más sensible del intelecto humano pronunció la siguiente interrogante:

Mi querido niño, si tu fueras el dueño de estas huertas y traerías trabajadores a laborar en ellas ¿les pagarías por igual al que vino a laborar de mañana, que aquel que trajiste a medio día o a aquel que apenas si laboró porque le pediste que trabajará en ellas ya casi al ocaso?

Jesús, el hijo de la luz del conocimiento, reflexionó un momento, analizó la pregunta a conciencia, degusto el manjar de la vida al tener paciencia para analizar una cuestión importante y luego respondió:

Mi razón me invita a pensar que debiera pagar más a aquel que laboró más tiempo, que ello sería lo justo, pero, amado padre, sé que hay un aprendizaje grande detrás de tu interrogante pero que aún no puedo descubrir.

El carpintero del amor de Nazaret contempló con un rostro pletórico a su niño que se estaba haciendo grande mentalmente hablando y luego desvió la mirada hacia la profundidad de los cielos antes de sentenciar:

Tu sabiduría, adorado hijo, es muy grande y evidentemente hay muchas aristas por valorar en la pregunta hecha. La primera, nunca debemos llevarnos por el apasionamiento de dar una respuesta impulsiva sin antes meritar a conciencia aquello que se cuestiona. Lo segundo, habría que conocer cuál fue el acuerdo de pago entre el dueño de la finca y el jornalero para definir los pagos. Otros aspectos a valorar, considero yo, sería ver la calidad de trabajo, el tiempo en ejecución de la labor encargada y el apasionamiento por la obra realizada.

Entonces, aquel niño tan presto en aprender, le interrumpió diciendo:

Era correcto lo que en algún momento pensé “todo acto humano debe ser valorado desde distintas aristas”.

José contempló a su tierno querubín, sonrió nuevamente y exclamó:

Es cierto y no es cierto aquello que has pensado, amado niño.

Aquella respuesta desconcertó al futuro maestro del amor y la emoción. Aquellas tardes llenas de moralejas, diálogo holístico y reflexiones tan lejos de la lógica eran fascinantes y complejas.

Luego, el padre amoroso prosiguió:

Desde la perspectiva del hombre que valora los actos humanos tu acepción es correcta, pero desde el punto de vista de aquel que vive a diario envuelto en el amor la respuesta sería incorrecta; el hombre que día a día muere en amor y vive en plenitud solo disfruta el acto de dar.

Respiró profundó y sentenció:

El padre que ama no valora lo que su hijo hace o deja de hacer, no valora los momentos de alegría ni aquellos de aprendizaje de su descendencia, solo se da en amor por él ya que haya aprendido mucho o este en proceso de aprender. El padre maravilloso que ama no es justo ni mide con la misma vara a sus hijos, el padre maravilloso que se deleita con la vida que brota en su ser a cada momento da todo lo que tiene a sus hijos y evalúa personalísimamente a cada uno y sabe, que cada uno da lo que puede y que lo importante en la vida es dar aquello que fluye en el interior y que cada ser humano vive estaciones emocionales distintas y, por consiguiente, cada uno da algo distinto cada día del año.

Cuando se acabaron de pronunciar aquellas sabias palabras, cuentan que el niño Jesús quedo en éxtasis, “el padre maravilloso siempre da todo lo que tiene y ama a plenitud valorando aquello que no ven los ojos y sintiendo en lo más tierno de su corazón emocional” replicó en su mente una y otra vez”.

“El padre del futuro maestro de maestros detuvo su mirada en algunos arbustos lejanos, los contempló a satisfacción y luego dijo:

Pero hay algo más que debes guardar en tu alforja mental de herramientas socioemocionales, hijo mío.

Que más debo de saber, amado padre – contesto aquel niño hijo de la luz y del más grande amor.

José respiró profundamente y exclamó:

Tu voz, tu voz mi querido niño siempre debe estar vestida de ternura y humildad, ternura para envolver el dolor y la frustración de aquellos que no entiendan aquello que quieres compartir y humildad para poder elegir nuevas palabras que iluminen aquellas mentes tan necesitadas de atención. Habla siempre con el lenguaje del amor y complementa tus actos con abrazos, sonrisas y muestras de afecto aun con los más lejanos. Recuerda, la vida se basa en disfrutar el camino llamado felicidad y en ese camino encontraras a diario nuevas primaveras de aprendizaje.

El padre del maestro del amor más sincero tosió un momento y luego completó:

Un día pasarás, mi dulce hijo, de la niñez a la juventud y volverás a nacer cada día con un mensaje renovado de esperanza por el mundo, pero recuerda: puedes tener el mejor discurso, la mejor preparación declamatoria, la mayor intensidad de voz, pero si estas solo en la misión de enseñar solo serás una quimera en la historia de la humanidad. Amado hijo, rodéate siempre de aquellos que te amen y de aquellos que también demuestren otras emociones y comparte siempre, siempre comparte con ellos aquello que vive en ti. Lo que compartimos siempre vuelve a nosotros, lo que guardamos dejará un día de vivir en nuestro ser para volverse una carga. Un día físicamente ya no estaré contigo, pero todo aquello que compartí quedará en tu alforja mental y será parte de ti y yo viviré en cada acto que lleves a cabo cuando hagas uso de esas herramientas socioemocionales. Aquel que comparte crece como la sombra en el atardecer en el interior de aquellos que reciben sus dones, aquel que da de sí es más grande porque deja un espacio vacío en su interior propicio para el desarrollo de un nuevo saber, de una nueva capacidad. Todos somos uno mi amado niño y solos no somos nada. Olvídate de aquellas palabras que llenan el diálogo de aquellos que no comprenden esta verdad, obvia de tu vida aquellos actos de tantos otros que ambivalentemente no son consecuentes con su forma de pensar y actuar. Mi amado niño, quiero que tengas siempre la libertad de decir aquello que sientes pero que tengas a la par la reflexión para poder decir con tu mirada o con tus palabras siempre algo que lleve a sentirse mejor a los demás”.

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