Taller: Sobre la aspiración como inspiración
Por: Kathleen Raine. Ensayos.
“Me aventuro a exponer mi propia experiencia del proceso de escribir poemas, tal como lo he vivido; exclusivamente como un testamento personal, no como una doctrina. Los poemas no se inventan. Se puede hacer un tejido de palabras, pero si no dice la verdad, el resultado no es un poema. Cuál sea la verdad depende, por supuesto, de la visión que uno tenga de la naturaleza del hombre y su universo, pero cualquiera que sea la materia de la que estamos hechos nosotros y el mundo, no creo que la verdad, para los poetas, sea algo menos o cualquier cosa diferente de la verdad en general. Es mucho más que una mera expresión personal de opinión o punto de vista. Las palabras de un poema ponen al descubierto la verdad, es decir, el poema. No la construyen ni la componen ni la adornan. Aprendimos de niños a componer sonetos, romances, verso libre; unir palabras en rimas y métricas. Aprendimos nuestro idioma. El descubrimiento de los poemas mismos es otro proceso.
Rimbaud, ese ídolo de los malos poetas, él mismo un disciplinario técnico bastante severo, describió muy bien un punto de partida erróneo del que ha surgido mucha mala poesía. La herejía del “perturbamiento deliberado de los sentidos” tiene muchos seguidores, porque parece ofrecer un atajo a la inspiración poética. Uno puede inducirse a una especie de frenesí poético en el que se tiene la sensación de conocer el mundo de una manera completamente nueva y especial; como lo que uno obtiene con el gas o cloroformo, o bajo la influencia del alcohol o las drogas. Son por completo demasiado fáciles los estados de ánimo fuera del control de la razón. Pero la verdadera visión mística no puede alcanzarse sin un intenso esfuerzo espiritual. Y aquel falso misticismo no guarda relación con la verdad, sino que es fuente de una atractiva falsedad»