Por: Carlos Meneses

“Por eso el significado del nacimiento de Jesús y de la Navidad tiene una presencia especial en un país que perdió 26 de sus hijos.”

El 2022 será recordado por los peruanos y por todos los habitantes del planeta como un año malo. Aquí padecimos un intento de terminar con la democracia y en el resto del mundo un conflicto derivado de un abuso de poder de Rusia estuvo a punto de convertirse en una guerra mundial. Por añadidura todavía se sufren olas derivadas del coronavirus y se tiene el riesgo de que nuevas cepas causen más muertes y contagios entre los habitantes del planeta.

La suba internacional del petróleo ha encarecido el transporte y no han sido pocos los errores que en el Perú provocó un gobierno con el que evidentemente cometimos un error al elegirlo.

Pero las cosas malas no son eternas y en las vísperas de recordarse la fiesta de la confraternidad y de la hermandad cristiana nos encontramos con las puertas del cielo nuevamente abiertas. Con un Jesús que proclama el amor como la mejor de las virtudes y el perdón como un acto de solidaridad humana.

Por eso tenemos que renovar la recepción del nacimiento de Cristo con el júbilo y la esperanza de que este año por llegar sea mejor que todos los anteriores porque en el debemos encontrar en el Perú un cambio de autoridades que son de todas maneras esperanza de bienestar y de buen comportamiento. Reconociendo que el mundo debe cambiar en muchos aspectos.

No nos negamos a aceptar también como verdad que ningún cambio traumático es bueno pues siempre golpea a alguien y que el daño que se ocasiona duele a todos, pero si las guerras se detienen entre la noche de hoy y el día de mañana es porque es Navidad fecha en que la paz es prioridad y en que las armas se ponen en descanso.