Por: Carlos Meneses

“Arequipa tierra siempre hospitalaria, bondadosa y respetuosa de las enseñanzas cristianas está indignada por lo que pasa”.

Nadie podrá dejar de reconocer que una extraña unanimidad, sienten los peruanos como expresión de protesta por una agitación social que no se detiene y que perjudica la manera de vivir de todos aquellos, que aprendieron, que si algunos logros alcanzan en su vida es producto del trabajo, del emprendimiento, de la fidelidad a principios enseñados por sus padres y a un amor profundo y sincero por la tierra en la que viven.

El mal afecta a todos y en todas las actividades paralizadas, el transporte detenido y los derechos violentados son carta diaria en las calles y plazas. Siempre provocadas por un sector específico que evidencia recibir consejos de afuera y probablemente ayuda exterior para financiar ilícitas actividades que terminan con muertos y heridos.

Es el momento de pedir que esto se detenga, pues si continua no solo nos arruinará por un tiempo considerable si no que nos pondrá al borde de un desastre solo comparable con nuestra derrota en la Guerra del Pacífico.

Habrá que precisar, además, que la bronca es entre hermanos nacidos en el mismo suelo, con la misma bandera y el mismo himno. Lo que obligará a sentir dolor a los héroes precursores de la Independencia y luchadores por la libertad que ahora sienten que son objeto de malvada acción que llega de otros países y de mentes enfermizas que no han demostrado, en lugar alguno del mundo, que lo que predican ha tenido éxito.

No creemos que la solución sea un golpe militar, aunque de seguro en los cuarteles se rumorea la necesidad de darlo. Es la hora de todos y sobre todo de los civiles que unidos, en sano propósito, nos debemos librar de quienes nos empujan al extremo que hemos llegado.