Los claustros y la ciudad
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

Una vez más, el Banco de Crédito del Perú cerró el año con una impecable, extraordinaria entrega editorial, que esta vez ha estado dedicada a la importancia de los claustros, las órdenes religiosas mendicantes y su influencia en las ciudades en las que se establecieron. Así el libro Los claustros y la ciudad destaca el aporte de cada una al crecimiento de la fe católica, a la expansión de la evangelización y la cultura occidental, a la creación y promoción de talleres de arte, a la difusión de patrones arquitectónicos y, de muchas maneras, a la construcción de la propia identidad nacional mestiza, cristiana, hermosa, profunda, de gran sincretismo en la que los valores de las hondas raíces ancestrales, quedaron, cual fuertes sarmientos, insertadas en los valores occidentales, creando en conjunto una manera de ser, una visión del mundo, una cultura y una creatividad que hoy es parte de nuestra riqueza y de nuestra esencia.

Y eso es necesario tener en cuenta, quizá hoy más que nunca, y recordar lo que con tanto énfasis nos decía el sabio maestro José Antonio del Busto: “No somos ni vencedores ni vencidos. Somos descendientes de los vencedores y de los vencidos”. Y en ese sentido, es que debemos entender la gloria de nuestra herencia y el privilegio de ella, con lo que se ha construido el Perú.

Por todo ello quiero escribir esta nota, referida a la publicación que con tanta calidad y acierto nos entrega el BCP, un libro que constituye la edición 49 de la serie Arte y Tesoros del Perú. Es decir, que hace casi 50 años que, de manera ininterrumpida, año a año, un regalo cultural académico e importante es ofrecido a la ciudadanía, y creo que es una muestra de cariño hacia el país y una manifestación de reciprocidad y confianza. Las primeras ediciones, más sencillas, en blanco y negro, fueron dando paso a primorosas publicaciones en las que no se ha escatimado nunca en calidad gráfica ni en contenido, ni en voluntad de difusión.

Como en cada edición, los autores han sido elegidos con especial cuidado para que los textos sean del mayor nivel. Y en esta oportunidad, textos exquisitos de expertos en sus respectivos temas como, por ejemplo, Ramón Mujica, Pedro Guibovich, Luis Eduardo Wuffarden, Ricardo Kusonoki, Bernard Lavallé e Irma Barriga, a los que se añade el aporte de Gauvin Alexander Bailey. Imposible no hacer una referencia a la labor de diseño gráfico de Giancarlo Salinas por su sobriedad, pues facilita la lectura y hace muy amigable tener el libro en las manos, así como al extraordinario lente de Daniel Giannoni ya que la mayoría de las imágenes son fruto de su sensibilidad artística. Y me permito hacer una digresión, porque no es solo la luz ni el ángulo exacto; él logra la percepción justa y la comprensión perfecta de lo que quiere transmitir con cada imagen.

En estos días recientes –en que muchos compatriotas se enfrentaron contra nuestros monumentos, contra nuestras ciudades, contra nuestra historia–, pensaba, no con poco pavor, si hemos sido capaces de transmitir, realmente compartir, y no solo verbalizar sino meter en el alma de la mayoría de los peruanos, el valor de nuestro patrimonio, la importancia de nuestra riqueza patrimonial, el valor fundante de nuestro arte histórico, hecho en cualquier momento de nuestra historia. Pensé en cómo nos podríamos ver sin esas creaciones; cómo nos podríamos entender, comprender… ¿Cuál sería el espejo en el que nos podríamos mirar? ¿Cómo enfrentaríamos el futuro, despojados de esa herencia que tenemos que conocer, cuidar y transmitir, es decir de lo que es nuestro, sin serlo exclusivamente? ¿Cómo sería el Perú desnudo sin esa belleza que lo viste de gala, de riqueza, de lujo y lo hace único? Y comprendí, de inmediato, o mejor dicho volví a decirme a mí misma lo que ya sabía. En el Banco de Crédito existe una conciencia respecto a su obligación moral e institucional por estudiar, investigar, difundir y proteger ese patrimonio nacional y lo hacen de manera excelente, asumiendo una labor editorial desde hace 49 años, lo que es ya una larga historia.

Pero, no es solo una labor editorial que ahora vemos ya que en estos años, ha corrido mucha agua por debajo de los puentes institucionales y creo que debo decirlo porque no falto a la verdad. Hubo años y no fueron pocos, en los que en las oficinas del local de Jirón Lampa, se atendía y solucionaba, con rapidez, diligencia y gran generosidad a muchas necesidades relacionadas con asuntos de patrimonio cultural. Gracias a ello, yo pude acompañar al querido y recordado señor Luis Nieri Galindo gerente por entonces de la oficina de Relaciones Institucionales, a visitar el convento del Carmen Alto, en Barrios Altos y conocerlo, de manera privilegiada por dentro, gracias a la llegada que él tenía con las religiosas y con la Hermana Edith Pinto quien luego fue priora.

Allí se atendió, entre otros muchos, un problema inmediato con un muro; allí se vio la limpieza y conservación de unos lienzos y así otros “detalles”. Igual fue en el convento de la Buena Muerte en Jirón Amazonas en donde pude ver los cuadros de la serie de los “Fundadores” de la escuela de Zurbarán. Don Lucho nos apoyó en una edición de documentos para un conversatorio sobre patrimonio cultural y trabajando yo “al frente”, en el Museo del BCR, sabía que ante cualquier contingencia, él me respaldaría pues entendía perfectamente las angustias relativas al patrimonio cultural.

Cuántos eventos, cuántas exposiciones. ¿Cómo no recordar la de los crucifijos en la catedral! ¡La puesta en valor de San Pedro! ¡La extraordinaria exposición dedicada a santa Rosa! Allí vimos por primera (¿única?) vez el original del retrato póstumo que Angelino Medoro le hizo a la santa. Luego el cargo del señor Nieri fue asumido por Álvaro Carulla, entrañable amigo, igualmente diligente, orgulloso de su labor en este campo y plenamente consciente de que el BCP no es solo un banco en cuanto a finanzas se refiere, sino que ha de ser un referente para la comunidad a la que sirve. Ya eran otros tiempos. Con él, sueños distintos fueron conversados en las oficinas de Santa Patricia, pero el tiempo pasa y es implacable. Gracias porque él sigue dejando lo mejor de sí como responsable de estas impecables ediciones que dejan huella.

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