COMO NO ENSEÑAR MENTIRAS Y EL VALOR DE LA VERDAD (SEGUNDA PARTE)
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia
¿Queremos hijos que sean vencedores de la vida? ¿Deseamos de corazón que nuestros hijos alcancen sus sueños y sus metas? ¿Deseamos con la mente y el cuerpo que alcancen la felicidad que por momentos ha destellado en nuestros ojos? .
HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
De seguro que muchos padres responderán a estas interrogantes con un imponente ¡SI! Y yo vengo y les pregunto:” Si quieres todo ello en la vida de tu hijo”, ¿Por qué le enseñas a mentir? ¿Por qué te sigues mintiendo? ¿Acaso los padres no enseñamos prioritariamente con el ejemplo? Y si es así ¿Por qué no ser el mejor de los modelos? Y si ayer mentí ¿Por qué hoy no hacer todo el esfuerzo por no mentir, comprometiéndome con la vida de mi hijo y con la mía misma?
Sé que la tarea no será fácil. Es difícil dejar en el pasado las malas costumbres. Pero ¿Cómo quieres alimentar la mente de tu hijo, con honestidad o con mentiras? De seguro que deseas a plenitud que él sea honesto.
La tarea es complicada. El mundo premia al que engaña, recompensa al que hace fraude. ¿Cómo poder desarrollarme en un mundo así? Recuerda que es tu conciencia la que te premia o la que te castiga. La que valora lo que haces y la que juzga tu actuar.
Si haces lo correcto, te sentirás bien. Si actúas de modo incorrecto, quizá sonrías un momento, pero la sensación de culpa un día brotará de lo más profundo de tu ser y dañará los restantes años de tu vida. ¿Qué es mejor, vivir con la riqueza y la fama logradas en recompensa de mis mentiras o vivir con el fruto de mi trabajo y de mi honestidad? La respuesta a esa pregunta la estás enseñando día a día a tus hijos. Ellos están aprendiendo de ti.
Nuestros hijos aprenden de nuestras conductas virtuosas y también aprenden de aquellas que dañan. Pero por alguna razón que es muy difícil de explicar, los niños aprenden con mayor facilidad a mentir que a ser honestos. Es nuestra responsabilidad enseñarles a decir la verdad luego de haberles enseñado a mentir. La tarea nuevamente puede hacerse complicada. Podemos optar por muchas disímiles soluciones. Por ejemplo, colocar un letrero en casa que diga ¡PROHIBIDO MENTIR! No, así no funcionan las cosas en el cerebro de los niños y en general en la mente de todos los seres humanos. Las prohibiciones vacías, sin diálogo, acuerdo y entendimiento no logran crecer en la base de nuestro entendimiento, no las podemos hacer nuestras.
El miedo a sufrir puede ayudarnos a cambiar una conducta mitómana, pero en vez de enseñar a mentir estaremos enseñando a sentir miedo, por más que la enseñanza este llena de bondad como el relato que comparto con ustedes a continuación:
“Érase una vez un niño que tenía fama de mentiroso. Un día iba con su abuelo y le dijo: “¿Sabes qué, abuelo?, ayer vi muchos lobos”; “¿Cuántos?”, preguntó el abuelo; “muchos lobos” dijo el niño; “¿Cuántos?”, volvió a preguntar el abuelo; “Muchos…” dijo el niño; “¿Veinte?”, preguntó el abuelo; “¡Muchos más!, vi cien lobos”, dijo el niño; “¿en serio?” dijo el abuelo; “Sí, abuelo” dijo el niño; “Bueno, si tú lo dices será verdad.
“Ahí está el pueblo al que vamos” exclamó el abuelo; “¿Por dónde cruzamos?”, preguntó el niño; “Por el puente” respondió el abuelo; “¿Se ha derrumbado alguna vez?” preguntó el niño; a lo que el abuelo respondió: “No, pero… creo que se derrumbó cuando pasaba un niño que mentía mucho”.
El niño dijo: “Oye abuelo, no sé si esa vez vi tantos lobos”, y el abuelo le contesto: “Ya me parecía a mí, ¿Eran cuarenta?”; el niño dijo que eran muchos menos; el abuelo le preguntó si eran veinte y el niño dijo: “No, sólo vi un lobo”, “Pues sí que me tenías engañado” dijo el abuelo, y para finalizar el niño contestó: “Abuelo, es que la verdad… no sé si lo que vi era un lobo o un tronco de árbol”.
Debemos de enseñar con paciencia y con cariño y si aun así se nos hace difícil enseñar el valor de ser honestos, debemos perseverar en ese logro, sino lo hacemos ahora el dolor de los fracasos futuros de nuestros hijos por el hábito negativo de la mentira destruirán sus sueños y harán polvo nuestros más caros anhelos.
Debemos entender queridos padres que es nuestra responsabilidad llenar la mente de nuestros hijos con experiencias positivas y creativas, con verdad en los labios y fe en los ojos por un mundo mejor. Debemos enseñarles a creer en la gente, a dejar el hábito de la mentira en el pantano de la mediocridad.
Recordemos, somos seres libres y como seres libres tenemos la capacidad de decidir cada acto de nuestras vidas. Nosotros decidimos decir verdades o decir mentiras.
Friedrich Nietzsche nos decía: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. La mentira desplaza el concepto de confianza en nuestras mentes. No dejemos que el gran arbusto de credibilidad que hay en la mente de nuestros hijos muera por nuestra costumbre de mentir. No permitamos padres que la confianza que hemos desarrollado con nuestros hijos se vea menoscabo por el hábito de mentir que han desarrollado nuestros hijos en el largo aprendizaje familiar.
Si tu hijo miente, preocúpate, llena tu alma de aflicción y llora. Es algo muy negativo para tu vida y para su vida. En algo debiste haber equivocado como padre. Recorre los senderos de tu pasado, en algún lugar estuvo error, el mal ejemplo, el descuido, la desprotección y el engaño. Identifícalo y convérsalo con tu hijo. Háblale de tus experiencias de frustración con la mentira. De tus sentimientos de culpa, de cómo tu conciencia te llama cada día a no volver a mentir para no seguir llevando el lastre de la deshonestidad. Dale una nueva enseñanza tu hijo, el siempre valorará tus palabras, tu tiempo y tu confesión. Él está esperando ello. Quiere ver un cambio en su padre para cambiar él.