¿Problemas de diseño institucional o de personas?
Por: Juan Sheput – El Montonero
¿Qué extraña maldición ha caído sobre nuestras instituciones para que estén brindando tan penoso espectáculo en pleno Bicentenario de nuestra vida republicana? Considero que lo que está pasando en nuestro país, con el Congreso de la República y el Gobierno, es síntoma de algún penoso mal de raíces más profundas.
En el Reino Unido se suele bromear con la fortaleza de sus instituciones. Ante la pregunta ¿qué pasaría si un grupo de monos y chimpancés toma el poder en la monarquía? La respuesta es: nada. Absolutamente nada. Las instituciones seguirían funcionando. En nuestro país nuestras instituciones son tan endebles, tan vulnerables, que es importante fijarse en quiénes están a cargo, quiénes la representan, quiénes están a bordo. No es un problema de diseño institucional; es un problema de personas, de gente sin escrúpulos, sin formación, sin vergüenza, que usurpa en estos momentos cargos de representación o ejecutivos, y que con su acciones viene pulverizando el tejido institucional del Estado. No es un problema de diseño, es de conformación. Es un problema de personas.
Se cuestiona la regionalización, por ejemplo. Ningún nuevo diseño institucional será invulnerable al ataque de grupetes de personas corruptas. Utilizarán la ley y sus vacíos para hacer lo que les venga en gana. El que haya gran cantidad de gobernadores presos, fugados o judiciales demuestra que el problema está en los elegidos y también en la sociedad que los eligió.
Igual sucede con el Congreso de la República. Su diseño institucional merece una revisión de carácter constitucional, pero el problema se ha agravado por el carácter delincuencial de muchos de sus integrantes, que toman decisiones en función de sus intereses y su temor a enfrentar la justicia. Para lograr su objetivo destruyen lo poco que queda de la separación de poderes, y en lugar de fiscalizar al Ejecutivo se convierten en acompañantes cómplices. La permanencia de Alberto Otárola en el Gobierno es ejemplo de esto, repitiendo la figura del blindaje que ejerció ya antes el Congreso con Bellido, Vásquez, Torres y Chávez; todos primeros ministros cuestionados, ninguno censurado.
Lo mismo sucede con el Gobierno. Ministros que son rechazados en las comunidades que visitan, con serios cuestionamientos en su accionar; un primer ministro como Alberto Otárola, con amistades que se benefician de su cercanía al poder y no pasa nada. La señora Boluarte se aferra a su cargo, por temor a enfrentar a la justicia, actuando irresponsablemente y pensando, de seguro, que la temporada de huaicos será eterna y la librará, con su ejercicio distractivo, del rigor de la exigencia de adelanto de elecciones que plantea la ciudadanía.
Es muy posible que el Congreso rechace el adelanto de elecciones para el 2024. Ese será el punto de partida de una indignación popular sin precedentes. Están jugando con fuego y luciendo un gran desparpajo.