Cine: Todo en todas partes al mismo tiempo
Por: Oswaldo Chanove
“Everything Everywhere All at Once” trata de la abrumadora extensión del infinito, la conciencia del azar y la angustia del sinsentido. El azar es el músculo esencial en el despliegue de las posibilidades que se abren en un incalculable abanico ajeno a toda lógica disponible. Y este absurdo básico de la existencia permite a los Daniels, los directores del film, trazar una historia con un desborde de barroquismo adolescente que, para demasiados, les resulta increíblemente divertido.
Siguiendo la línea trazada por otras películas como Matrix, la dinámica de la cinta se alza sobre el tejido acrobático del género de las artes marciales. Se enfrentan así dos prodigiosos contrincantes exhibiendo técnicas de lucha tan sofisticadas como el poder letal del dedo meñique. Las batallas se suceden vertiginosamente sin que se pueda alcanzar un resultado definitivo hasta que la heroína, en el clímax, descubre un arma de supuesta potencia suprema. Ser amable, esa es mi estrategia para sobrevivir, asegura de pronto el personaje clave.
Resulta bastante curiosa la manera en que está tan generalizada esa idea de que el amor verdadero es algo químicamente diferente a los llamados “amores tóxicos” pero, como reportan los estudios de laboratorio, todas las facetas de esa fuerza gravitacional comparten la misma fuente de poder. Los seres humanos somos seres que rutinariamente navegamos en la contradicción. Un amor abnegado y muy puro cambia completamente de sentido con un leve desplazamiento de la perspectiva. El famoso síndrome de Munchausen por poder es un caso perversamente revelador. Y, como sabe mucha gente con el corazón roto, solo el amor certificadamente genuino abre todas las puertas haciendo de esta manera posible todo, absolutamente todo, incluso la tragedia. Los seres verdaderamente carismáticos no son impostores, sino que, como los actores de El método, extraen de sí mismo un sentimiento auténtico y lo usan en la escena correspondiente para fines específicos. La energía nuclear sirve para iluminar metrópolis o convertirlas en ruinas.
“Everything Everywhere All at Once”, la película aclamada por los premios Oscar de este 2023, nos muestra en su hollywoodense última parte que el amor puede ser una estrategia de combate contra la violencia estructural de la vida. Escoger, entre las muchas perspectivas posibles, “el lado amable de la vida” ha sido recurrente en las religiones institucionales y los aficionados a los finales felices. Pero, por otro lado, los aguafiestas señalan que el amor, como una postura que se usa en momentos exactos, puede ser en abundantes ocasiones solo una manera de expandir el propio universo, ese ardiente ego colonizador.
Y así, queridos lectores, podemos llegar a la conclusión que el poliédrico amor es el arma más cinematográficamente contundente que existe en toda la faz del infinito.