El alto daño político a la exitosa Alianza del Pacífico
Por Miguel A. Rodríguez Mackay El Montonero
Por las graves conductas políticas de los presidentes de Colombia y México –también de Chile, aunque en menor medida–, quienes señalan abiertamente (en cuanto foro o mecanismo internacional exista a la mano), que en el Perú se produjo un golpe de Estado contra el expresidente Pedro Castillo y que la presidenta, Dina Boluarte, ha usurpado el poder político, la exitosa Alianza del Pacífico que integran los cuatro países, ha sido dañada letalmente, en su alto nivel político. Y esa realidad no puede ser desconocida.
De hecho, los recientes anuncios del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de realizar una videoconferencia con sus homólogos, Gustavo Petro y Gabriel Boric –de Colombia y Chile, respectivamente– sobre el destino de la presidencia pro tempore de la Alianza, que le corresponde a nuestro país por todo un año –ya han pasado tres meses de ese período–, y que no ha escatimado en vociferar irresponsablemente de que no está dispuesto en entregarla a la mandataria peruana, ya revela la magnitud del problema político subsistente. Cuidado que la referida presidencia no es una membresía simbólica. Todo lo contrario, pues supone la alta responsabilidad de llevar adelante las coordinaciones para conseguir los objetivos del bloque. La Alianza del Pacífico va por sus 12 años de existencia y su génesis, hay que decirlo también, fue precisamente peruana, dado que se trató de una iniciativa del desaparecido expresidente Alan García Pérez.
La historia de la sociedad internacional en los últimos 30 años, que incluye a la pandemia de la Covid-19 y a la guerra entre Rusia y Ucrania, como circunstancias de impacto en las relaciones internacionales, relieva el protagonismo geopolítico del océano Pacífico –el mundo de los siglos anteriores lo fue en el Atlántico–, abarcando una extensa cuenca del planeta donde se moviliza más del 60% de la dinámica económica del globo. En ese marco internacional es que relieva la dimensión de la Alianza del Pacífico, que representa el 40% del comercio de América Latina con el mundo y que el 41% de la inversión internacional hacia nuestra región es captada también por los países de la Alianza que en conjunto suman casi 231 millones de habitantes.
No sé si López Obrador y Gustavo Petro son conscientes del valor geopolítico y económico que representa la Alianza del Pacífico a la que le vienen haciendo daño tanto como un inexplicable disparo a los pies dado que México y Colombia son países miembros del bloque. En efecto, para nadie es un secreto que la Alianza del Pacífico, que representa la séptima economía del mundo –representa el 41% del PIB de América Latina y el Caribe–, ha venido trabajando sostenidamente en su imperturbable proceso de consolidación como un espacio de libre tránsito de bienes, servicios, capitales y personas. Los expertos de los cuatro países han venido trabajando por crear un área de libre comercio con acceso sin aranceles camino hacia el 100% de los bienes que se comercializan dentro del bloque. Hasta ahora hemos visto que el resultado de los esfuerzos de los cuatro países ha permitido otorgarle un dinamismo a la cadena productiva sin precedentes, tal como lo fue para la Unión Europea, cuya fluidez comenzó después de la consolidación de su integración económica en los años noventa.
Resulta, entonces, una completa incongruencia de que mientras los profesionales, especialistas y técnicos de los países de la Alianza han seguido trabajando su firme empeño de consolidar el proceso de integración regional buscando nuevos mercados, aprovechando –repito– nuestra privilegiada posición geopolítica de hallarnos pegados al Pacífico para posicionar a los cuatro países en el sistema internacional conforme sus posibilidades reales, los jefes de Estado de Colombia y México, tiren por la borda la naturaleza política de la Alianza, despedazando este nivel alcanzado con tanto esfuerzo a lo largo de toda la más de una década anterior.
En ese sentido, miremos como la Alianza del Pacífico, que fuera ideada en el 2007 como el Foro del Arco del Pacífico, y creada aquí en Lima, en 2011, el tantas veces promocionado espacio de integración regional profunda, ha sido impactado, para no creerlo, por el alto nivel político presidencial que más bien estaba en la obligación de asegurar la afirmación y consolidación de la mentada integración. Sin embargo, a pesar de lo referido precedentemente, por lo menos el nivel empresarial de la Alianza del Pacífico ha seguido su marcha a pesar de los bajones políticos y eso es bueno. El denominado consejo empresarial de la misma alianza ha venido trabajando sostenidamente para afianzar el proceso de integración económica y comercial de los cuatro países, cifrando entre ellos más de US$ 555,000 millones en exportaciones e importaciones y atrayendo más de US$ 72,000 millones de inversión directa extranjera. No hay derecho, por tanto, de que el alto nivel político presidencial llamado a darle el mayor impulso que requiere la Alianza del Pacífico se halle dedicado a socavar los sostenidos avances hasta ahora conseguidos.