El héroe
Por: Willard Díaz

Oswaldo Chanove es sin duda el mejor poeta vivo que tenemos en Arequipa y uno de los mejores del país. Hace poco Álbum del Universo Bacterial reditó su primer poemario, “El héroe y su relación con la heroína”, bella presentación que realza una poesía inicial en la cual, no obstante, ya lucía la perfección de unos versos ávidos de sentido, de un sentido nuevo para la poesía arequipeña de aquellos lejanos años. Gracias a las nuevas tecnologías pudimos conversar a distancia con el autor y pedirle algunas claves para la lectura de ese espléndido poemario.

Tengo ante mí las tres ediciones de “El héroe y su relación con la heroína”: la primera, la de Macho Cabrío, de 1983; la segunda, incluida en “Obra reunida”, del GRA, en 2012; y la tercera, que acaba de editar Álbum del Universo Bacterial en 2022. Lo primero que advierto son pequeñas pero significativas variaciones entre una y otra edición. Por ejemplo, comparando la primera edición con la tercera, en el primer poema, “Breve biografía”, el verso dos se ha unido con el tres, lo cual ha cambiado la pauta entonacional. El verso seis ha sido recortado: “mi caballo…etc., ha pasado al siguiente verso. El verso diez se ha unido al once, y el doce al trece. Y todos los versos ahora empiezan con mayúscula. La tercera versión se parece más a la segunda, la del GRA.

Pero el segundo poema, “He tejido yo también con ustedes” de la tercera edición no se parece a ninguna de las anteriores. Varios versos se han unido en uno solo; lo más notorio está en los versos diez al diecinueve, que en la última edición son uno solo, casi en prosa.

Y así en todos los demás poemas. Si bien las palabras son en general las mismas, la prosodia ha cambiado; la musicalidad, digamos. Lo cual trae cambios en el significado, si consideramos que Poesía es música, sonido en primer lugar.

¿A qué se han debido estos cambios?

R. A veces he escrito un poema e inmediatamente se lo he leído a alguien. Los siguientes días, y a pesar de haber disfrutado de algún aplauso, he continuado trabajando, puliendo, corrigiendo, y entonces he vuelto a llevar el poema a la misma persona. Con dolorosa frecuencia me han dicho: “Me gustaba más antes”. Quién sabe, de repente un día, sin darme cuenta, de casualidad, escribí el poema más hermoso del mundo y luego, guiado por algún demonio, lo machaqué, lo martillé, lo fracturé hasta que se convirtió en solamente un bonito poema. Así que se me puede acusar de ser el más feroz enemigo de mi obra ja ja ja.

Pero en serio. No me gusta leer mis libros luego de que se han publicado porque no puedo resistir la tentación de meter mano. En realidad más que escribir, lo que me gusta es reescribir, corregir, cambiar de lugar las palabras, probar nuevas, escuchar su sonido, mirar los poemas a contra la luz, percibirlos en la oscuridad.

¿Con qué criterio corriges? ¿Sentido?, ¿armonía?, ¿intuición?

Yo creo que trabajo como un compositor que tiene que armonizar sonido, color y sentido. Muchas veces el sonido y el color ya induce al sentido. Hay muchas variables, muchos ingredientes, y el problema es cómo conseguir que se integren e interactúen todos los elementos.  Al final uno conecta el engendro a la electricidad. Entonces éste debería emitir el siguiente mensaje: ¿Estoy vivo?

P. Se ha dicho que “El héroe..” es un poemario épico. Lo sugiere la tripartición Exposición – Nudo – Desenlace. Lo sugiere la figura del cowboy que anima la portada, incluso en la última edición. Lo sugiere el sentido narrativo de varios de los poemas, empezando por el intento de biografía que abre el libro. ¿Has pensado en esa lectura?

R. Cuando hace unos meses lo volví a leer, con motivo de la tercera edición, pensé: ¿Quién es el psicópata que ha escrito esto? Ese libro fue escrito cabalgando.

Según parece, en esos tiempos estabas bajo el influjo de la narrativa más que de la poesía. Lo sugieren el epígrafe de Joyce y el poema “Sueño del artista adolescente”; la narrativa cinematográfica; y algunas novelas que aparecen por allí. Además la mayoría de los verbos son de acción. En el “Colofón a la segunda edición” (sic) te distancias: “Me desconcierta cuando me dicen que aquel individuo fui yo. Ese personaje se inventaba a sí mismo antes del desayuno, vivía en permanente estado de exaltación, y parecía sentir una irresistible fascinación por el exceso”. ¿Eran los tiempos o era tu vida nomás?

R. La juventud es vitalista y los años setenta fueron especialmente adictos a la actitud salvaje. Y es cierto lo que dices, ese libro tiene mucha influencia de la novela, el cine y la historieta, que yo consumía en dosis francamente irracionales. Pero creo que la clave del asunto es que siempre he leído todo como si fuese un poema, incluso los periódicos y hasta los textos publicitarios. O sea que en realidad soy un tipo que solo lee cosas del género poesía.

P. Al menos dinos a qué poetas leías por entonces…

R. Rilke era uno de mis poetas de cabecera. Intenté memorizar una de sus Elegías de Duino para recitar a voz en cuello en la plaza San Francisco, mientras trataba de liquidar una botella de trago. Un poema propiciatorio de Henri Michaux me hizo sentir que ya alguien había escrito algo que yo tendría que haber firmado. Leía también a Eielson con fascinación. Ahora me gustan mucho los poemas que escribió ya siendo mayor, pero en aquella época me encantaba la Segunda muerte de María.

P. Alguna vez has dicho que empezaste a escribir poesía recortando tiras de algún texto y mezclándolas luego al azar. ¿Es cierto eso o es una broma?

R. Sí, recortaba textos y luego los editaba, pero no era un trabajo al azar. Sigo trabajando como el editor de una película sentado frente a su vieja moviola. Soy muy consciente del ritmo, del clímax y anticlímax a la hora de ordenar los textos.

P. Voy a soltar una hipótesis. Contra lo que le gusta interpretar a varios de nuestros amigos y amigas que se ven retratados en estos versos, me parece que el tema de “El héroe…” es la palabra, el lenguaje. Todos los poemas de la Exposición tienen que ver con la búsqueda de la palabra. El intento de biografía, el texto tejido, la reflexión bajo los aviones, “el hombre observó la hoja de papel / Levantó el lápiz con violencia y atacó”, el homenaje al viejo poeta, la diferencia entre empleados y poetas, debajo de cada piedra hay una voz, tuve deseos de hablar, etc. Los poemas del nudo se vuelven hacia el amor, pero el desenlace parece una despedida.

R. Estoy de acuerdo. En realidad pienso que soy un escritor esencialmente literario y, en consecuencia, la palabra, el lenguaje, está en el centro mismo de mi trabajo. Creo que la poesía es ficción. Uno manipula los personajes, los temas, las ideas, para un fin mayor. ¿Cuál es ese fin mayor? Una mentira, pero no cualquier mentira, sino una que abre un portal hacia el otro lado del espejo o, si usamos una referencia más contemporánea, hacia el multiverso y más allá.

P. ¿Hablemos de música? Tiendo a considerar que la poesía es un género musical, una variedad de la música mental, digamos. En tu poesía siempre hay una musicalidad característica. Una voz y un tono, una canción oculta en cada poema. Se advierte ya en “El héroe” y sigue así a lo largo de los años. ¿Eres consciente de esa musicalidad?, ¿está en tu oído y sale natural?, ¿brota de tus lecturas?

R. Me parece interesante eso que dices: La poesía como uno de los géneros de la música. Y es cierto, desde sus orígenes la poesía ha estado vinculada a la música. Pero creo que en las últimas décadas hay una corriente muy fuerte que expresamente pretende alejarse de la música. Quizá porque la música clásica contemporánea también se ha aventurado hacia zonas menos melodiosas, por decir lo menos. Pero bueno, en mi caso te diría que concuerdo contigo en que hay una canción oculta en cada poema. Es más, siento que mi música tiene una base rítmica que seguramente se origina en el rock. Sin embargo debo confesar que he luchado por escapar de las baladas simples introduciendo algunos solos de piano profundamente tributarios del loco de Thelonius Monk. Últimamente escucho bastante música clásica y, por ejemplo, me siento bastante identificado con las Variaciones sobre un tema de Paganini, de Lutoslawski que quisiera traducir a poesía.

P. ¿En qué elemento del verso crees que reside la musicalidad? Le pregunté a un profesor de la PUC que interpreta el significado de los poemas de Vallejo si sabía por qué un verso acaba donde acaba y no dos o tres palabras más allá, y me habló del encabalgamiento. Sigo en nada, pero estoy seguro que hay algo material que nos hace oír esa música. Dinos el secreto.

R. En los tiempos previos a la hegemonía del verso libre los poetas contaban sílabas. La rima, el ritmo, la cadencia, la aliteración y la repetición seguían normas establecidas para crear la musicalidad, pero ahora sospecho que la mayor parte de los poetas escriben siguiendo los dictados de su oreja. Hay hermosas palabras que ayudan a crear la musicalidad del verso libre: polisíndeton, paralelismo, paronomasia o diáfora. Como has notado yo uso bastante la anáfora. Es simple, demasiado simple, majestuosamente básica como el tambor que resuena de pronto en medio de una melodía. Pero dejando de lado estos asuntos, mi manera de trabajar la música consiste en grabar los poemas para, de esta manera, poder escucharlos una y otra vez y corregir y redondear. También ayuda ese viejo truco de, mientras se va tecleando, mover la cabeza de atrás hacia adelante.

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