La historia del Santo Sepulcro
Desde finales de la Edad Media, allá por el siglo XV, y sobre todo tras el Concilio de Trento (1545-1563) a finales del siglo XVI, el culto al Santo Sepulcro alcanza un gran auge hasta el punto de desplazar a otras devociones de las preferencias populares y de las reflexiones teológicas.
En el período gótico, siglos XV y XVI, se van generalizando las representaciones de la historia de la Redención, conjugando el Antiguo y el Nuevo Testamento como prefiguración de la obra de Redención de Jesús por medio de su Pasión.
En España las noticias más antiguas sobre representaciones teatrales sacras de la Pasión se encuentran en la catedral de Zamora allá por el siglo XIII.
A partir del siglo XIV, debemos señalar un cambio en la devoción popular que avanza hacia una progresiva valoración del carácter humano de Jesús, valorando los dolores y sufrimientos reales experimentados por su naturaleza humana.
Los franciscanos promovieron piadosas prácticas, favoreciendo la participación del estrato social más popular, el que se identificaba en su sufrimiento cotidiano con el sufrimiento del Jesús hecho hombre.
Entre estas prácticas destaca sobremanera la generalización de la Ceremonia del Descendimiento. Dicha Ceremonia, del Desenclavo o Descendimiento, hacía hincapié en la verdadera muerte de Jesús en la cruz, afirmando su naturaleza humana, escenificándose a la vez que se pronunciaba el Sermón de la Pasión, uniendo “Imagen y Palabra” en la prédica ante los fieles.
El sermón de las tres horas, durante muchos años, estuvo a cargo del padre Otero que se destacaba por sus dotes de orador logrando mucho recogimiento en los asistentes a este singular acto del “Sermón de las Siete Palabras” en viernes santo.
Cuenta la historia que este ritual religioso se escuchó por primera vez en el siglo XVII cuando el sacerdote jesuita peruano Francisco del Castillo, conocido como el ‘Apóstol de los indios’, salió de la desaparecida capilla de los desamparados, la cual se ubicaba a espaldas de lo que hoy en día es el jardín de Palacio de Gobierno del Perú y ofició la ceremonia desde el mediodía hasta las 3:00 p.m., conmemorando las siete palabras que Jesucristo pronunció en la cruz.
Este ritual se hizo tan popular que llegó a extenderse a otras regiones del Virreinato del Perú y del continente americano, y con el pasar de los años, también lograría replicarse en Europa.
Durante la Colonia, aproximadamente en 1539, la evangelización en las localidades de Yanahuara, Cayma, Tiabaya, Paucarpata y Chiguata, estuvieron a cargo del padre dominico Pedro de Ulloa.
LA PRIMERA
Se puede afirmar que la primera cofradía es la “Hermandad de la Vera Cruz” que fue fundada en 1448 por los frailes franciscanos en el Convento Casa Grande de San Francisco (Sevilla – España) para dar culto a la Verdadera Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
La Cofradía de la Veracruz de Caballeros del Perú fue fundada por Francisco Pizarro en el año 1540 para rendir culto a un Lignun Crucis, una astilla de la cruz en que fue crucificado Cristo, enviada por el Papa Pablo III con la esperanza de que con la llegada de la reliquia terminaran las guerras civiles entre los conquistadores, es decir, entre Pizarro y Almagro.
La Archicofradía de la Veracruz se encargaba de la procesión del Santo Sepulcro, en esta procesión se acompaña la reliquia del Lignum Crucis, que se conserva en la Basílica de la Veracruz (Lima), la cual es custodiada por los archicofrades.
EN AREQUIPA
Lo que hace distinta la celebración de la Semana Santa en nuestra ciudad es que tiene su nacimiento después de la fundación de Arequipa.
Arequipa fue ocupada principalmente por españoles Vascos y Castizos; hombres y mujeres que se caracterizaban por su hidalguía, seriedad y reserva, muchas veces criticados por ser más radicales y parcos en contraposición a sus paisanos los andaluces, que colonizaron toda Lima, muestra de ello es la archicofradía –ya extinta- de Nuestra Señora de Aranzazú, patrona del país Vasco y que ostenta su escudo en la Iglesia de la Merced.
Posteriormente, imitando lo hecho por el conquistador Francisco Pizarro, su hermano Gonzalo Pizarro instaura en Arequipa la Archicofradía de la Cruz de Extremadura.
La Hermandad de Caballeros del Santo Sepulcro se fundó el viernes 29 de abril de 1870 en el templo de Santo Domingo, siendo sucesora de la otrora Archicofradía de Caballeros de la Vera Cruz, fundada también en el convento dominicano entre los años 1545 – 1550.
Esta Archicofradía de la Vera Cruz de Arequipa, estaba compuesta por españoles, cuya Regla o Estatuto no podía cambiarse o modificarse y estuvo vigente hasta las primeras décadas del siglo XIX, teniendo como finalidad rendir culto a La Santa Cruz y organizar las procesiones llamadas de “penitencia”, los días jueves y viernes santo, en que salían con la imagen del Señor de la Veracruz.
Una de las cosas que distingue al pueblo arequipeño es su fervor religioso, sobre todo en Semana Santa o Semana Mayor, como antes era llamada. A propósito de ello, tal fue la exaltación, cumplimiento y recogimiento de sus fieles católicos, que el Papa Pio XII no dudó en llamarla ‘La Roma de América’, nombre que a pesar del tiempo y los modernismos todavía ostenta.
TRADICIONES EN SEMANA SANTA
Desde la fundación de Arequipa hasta los años 50, con motivo de Semana Santa, sólo había dos procesiones oficiales: la del Lunes Santo y Viernes Santo. Debido a la participación de gran cantidad de gente, empezaron a formarse las cofradías, archicofradías y hermandades, que se encargaban de sacar en andas las imágenes de los Cristos y Vírgenes dolorosas.
El Domingo de Ramos luego de la misa, salía de los conventos de Santa Catalina, San Francisco y La Compañía de Jesús, la imagen del Señor sentado en un asno y toda la gente solía acompañar la procesión con los “cogollos” o cruces de palmeras que portaban, dirigiéndose a la Catedral, en donde se iniciaba ‘La Reseña’ hecha por el Obispo y el cabildo eclesiástico, oficio que hoy ya no se realiza.
Al respecto, el Dr. Eusebio Quiroz Paz-Soldán, comenta: “a partir del Domingo de Ramos, toda la gente vestía de luto. Mucha gente aprovechaba los feriados e iba a retiros espirituales en la iglesia de la Compañía de Jesús. Los niños no podían dar risotadas o jugar en las calles, el ambiente era de duelo y estaba prohibido gritar o blasfemar. No había visitas a casas, porque todos debían ir a las procesiones”.
Cabe resaltar que la única procesión que hasta el día de hoy subsiste es la organizada por la Hermandad del Santo Sepulcro, que el día Viernes Santo, después del Sermón de las siete palabras y el descendimiento de la Cruz, saca la urna del Templo de Santo Domingo que, junto a la Virgen María Magdalena y la Virgen Dolorosa, recorren el centro histórico hasta llegar a la Catedral donde son recibidos por el Arzobispo, los canónicos y los seminaristas. Cuenta Don Roberto Lazo que hasta hace 20 años el prelado portaba una capa especial de 20 metros de largo, hecha especialmente para esa ocasión.
Terminada la procesión, se iniciaba el Oficio de las Tinieblas. Para este acto, en el altar mayor de la catedral se ubicaba un candelabro de forma triangular que llevaba 15 velas llamadas “Improperios”. El Arzobispo y los presentes rezaban una jaculatoria y por cada vela pedían por la conversión de los ateos, los judíos, los musulmanes, los herejes, etc. La última vela tenía una oración especial por el Papa y por el mundo cristiano, luego de ello la iglesia quedaba en absoluta oscuridad, la gente golpeaba matracas o las bancas y todos volvían en completo silencio a sus hogares.
EN YANAHUARA
Las instituciones, como todo ser humano, tienen Derecho a una Identidad, es decir, tienen derecho a un nombre que desde su nacimiento debe quedar registrado en un libro de actas, precisando hora, día y año del acontecimiento, y lo que es más importante, indicar quién o quiénes fueron los “padres” de la criatura, para poder establecer formalmente su existencia como parte de la historia de una sociedad y el Estado.
Así, dicen que la Hermandad se inició bajo la denominación de “Caballeros de la Noche del Santo Sepulcro de Yanahuara” integrada por un grupo de católicos del distrito, quienes, seguramente, consideraban que dentro de la fe religiosa que profesaban ocupaba un lugar muy especial nuestro Señor Jesucristo.
El 31 de enero del año 2010, la Hermandad del Señor del Santo Sepulcro de Yanahuara, presidida por Pedro Chávez Núñez, tuvo la responsabilidad de organizar la “XVII Jornada Espiritual de Hermandades del Señor del Santo Sepulcro”, y encargaron al Hermano Jony Gonzales López, que ocupaba el cargo de secretario de actas, elabore la “Reseña Histórica de la Fundación de la Hermandad del Santo Sepulcro de Yanahuara”, quien cumplió con la redacción y lectura de la reseña en esta jornada, basándose en información brindada por el Hermano Fundador Luis Gonzales Sanz, su padre, con el que después de largas conversaciones pudo reunir datos importantes sobre los orígenes y fundación de la Hermandad.
En esta reseña histórica, copia del documento original que se adjunta al presente “ensayo de investigación histórica”, consta que la Hermandad se fundó el 23 de abril de 1946, siendo el Rvdo. José Febres, sacerdote de la Parroquia San Juan Bautista, el principal motivador y guía de estos seguidores comprometidos con la fe cristiana y sus tradiciones.
El 10 de junio de 1946 se constituyó la Junta Pro Construcción de la Urna para el Señor del Santo Sepulcro, esta fue presidida por el Párroco José Febres e integrada por los hermanos Sebastián López, Julián Málaga y Adrián Butrón, quienes para entregar los S/ 1 200,00 presupuestados por el maestro Pablo Calle tuvieron que recurrir a un préstamo del hermano Sebastián López. Este monto fue utilizado para la adquisición de la madera; el tallado y confección de la urna fue una colaboración de los hermanos Pablo y Juan Calle D.
Los vidrios para la urna fueron adquiridos en Argentina y tuvieron un valor de
S/ 1 000,00; dinero que también fue un préstamo del hermano Sebastián López.
La urna fue bendecida el 4 de abril de 1947, en una ceremonia especial, por el Arzobispo de Arequipa, Leonardo José Rodríguez Ballón, siendo padrino el Sr. Pedro Pablo Díaz, alcalde de la ciudad de Arequipa.
El cuidado de la urna e imagen de Cristo Yacente, especialmente los Viernes Santo, estuvo a cargo de la Sra. Cayetana y de su hijo José Palaco, quienes además se encargaban del lavado de las sábanas y de la vestimenta del Señor que serían utilizadas en el descendimiento. Después del fallecimiento de la Sra. Cayetana y de su hijo se hicieron cargo de esta labor la Sra. Eva Orihuela con la colaboración de los Hermanos Clarel Saavedra Riega y Ramón Díaz Ranilla. Posteriormente, se hicieron cargo del cuidado de la urna los Hermanos Gustavo Arispe y Jorge Herrera Mares.
La Sra. Dora Huerta de Valencia, todas las Semanas Santas, se encargaba personalmente de cambiarle el sudario a Cristo yacente. Después del fallecimiento de la Sra. Huerta está noble responsabilidad sigue a cargo de sus herederos
El estandarte de la Hermandad del Señor del Santo Sepulcro de Yanahuara, que es una evidencia más de la permanente preocupación de los hermanos por dotar a nuestra institución religiosa de un símbolo distintivo que la destacará de las ya existentes a nivel nacional y local, tiene bordado en la parte inferior el año 1947, fecha que indica, indudablemente, el año de su confección y que coincide con la fecha de la bendición de la urna del Señor del Santo Sepulcro.
Como se puede observar en la imagen del estandarte, la denominación original conforme a su fundación fue “Hermandad del Santo Sepulcro”.
A solicitud del Hermano Juan José Díaz Zevallos, Presidente de la Hermandad ( 1998 – 2002), desde el año 1999 en que se aprobó el primer estatuto, se modificó el nombre de “Hermandad del Santo Sepulcro” por “Hermandad del Señor del Santo Sepulcro de Yanahuara”,. Este cambio fue sustentado por Juan José Díaz afirmando con mucha razón que “a quien veneramos era a Cristo Yacente y no a la urna”.
A nivel de Arequipa, la Hermandad del Señor del Santo Sepulcro de Yanahuara organizó la primera “Procesión del Encuentro de Martes Santo”.
En esta procesión multitudinaria, que se realiza alrededor de las dos plazas de Yanahuara, se produce el encuentro de la Virgen María con Jesús.