Eusebio Quiroz Paz-Soldán: in memoriam
Por Cecilia Bákula – El Montonero
Hace unos pocos días recibimos una triste noticia: el entrañable Eusebio Quiroz Paz- Soldán había partido. Sean estas unas líneas de homenaje, recuerdo y gratitud a quien considero fue un gran humanista, un excelente investigador, hombre culto, historiador acucioso, querido docente universitario y, sobre todo, un amante absoluto, confeso y convincente defensor de la esencia particular y singular del ser “arequipeño”.
Tuve el honor de conocerlo hace ya varios años, en mis andanzas por Arequipa, en visitas vinculadas a asuntos de patrimonio cultural en los que esa hermosa región tiene expresiones sobresalientes. Eusebio aportaba siempre una opinión acertada y, para abundar en su voluntad de ayuda y crítica generosa, cada vez que lo visitaba me recordaba su amistad con mi padre; entre ambos había una sincera admiración mutua.
En noviembre pasado, gracias a la convocatoria realizada por la Universidad Católica San Pablo, tuve el privilegio de volver a estar con Eusebio, saludarlo y escucharlo. Me emocionó ver que no obstante su frágil estado de salud, en nada se había menguado su pasión por la riqueza cultural y mestiza de Arequipa, la certeza del aporte inmenso de esa riqueza a la construcción de la identidad regional y nacional. Puedo revivir el cariño con que me saludó, el recuerdo de previos encuentros y la mención siempre generosa, tal como había hecho en anteriores ocasiones, a la amistad que había tenido con mi padre.
Eusebio era un hombre que había trabajado su intelecto, su espíritu y su corazón, es decir, era un ser humano completo; de esos seres extraordinarios que dejan huella por su aporte, por su ser mismo y por la generosidad con que compartía su conocimiento, reflexiones y amor por lo propio. No he dudado nunca que el Perú necesita muchos peruanos así, que amen profundamente su esencia e identidad y que se sientan, por esencia, convencidos de nuestra riqueza y de la poderosa fuerza de nuestros valores culturales, históricos e identitarios, como palanca indispensable para mirar, avizorar y construir el futuro que las generaciones actuales reclaman.
En mucho, la crisis que vive el Perú y no es el único país que sufre una descomposición social y política, moral, anímica y como de carencia de futuro, se debe, entre otras muchas razones, a que los jóvenes, no encuentran asidero en su propia realidad, no se sienten parte de su pasado, de su historia; no se reflejan en el espejo de su pasado, no se les ha enseñado a encontrar en ese pasado una imagen positiva aún en las sombras que pudieran aparecer; lo desconocen, o lo menosprecian, en mucho lo ignoran y por lo general lo subvaloran. Sin esas raíces firmes, el árbol crece enclenque y se apoya en cualquier otra estaca ajena e igualmente débil o mal orientada. Y, Eusebio sufrió al comprobar esa realidad y comprendió que la lucha no estaba perdida si éramos capaces, como él siempre estuvo, de reclamar que nunca dejáramos de enarbolar la bandera de lo propio, de hacer ondear el estandarte de la peruanidad y, en su caso particular, nunca cejó en hacer destacar la riqueza singularísima del ser arequipeño, sintiéndose orgulloso del aporte de la gente de su tierra natal a la historia y el devenir del Perú.
Así lo expresaba siempre en las aulas universitarias en donde hoy, no obstante que era ya un docente retirado, las cátedras que él ocupó retumban con hondo silencio por su ausencia y ese silencio que duele, se puede oír en los claustros por donde pasó dejando huella: la Universidad Nacional de San Agustín, la Universidad Católica San Pablo, la Universidad Católica de Santa María y Universidad La Salle. Cuántos alumnos sabrán ahora que tuvieron el privilegio de escuchar a un sabio, a un auténtico maestro y cuántos habrá en el futuro que añoren vivir esa imposible experiencia.
Su pensamiento quedó plasmado no solo en conferencias y en las aulas, sino en publicaciones de gran valor; por ellas recibió distinciones y reconocimiento en vida como fue el premio de la Fundación Manuel J. Bustamante de la Fuente y el reconocimiento de su ciudad pues en el 2019, fue proclamado como Hijo ilustre de la ciudad de Arequipa y, además, con total justicia, en el 2021 se le declaró como el “Arequipeño del bicentenario”.
Orgullo y conocimiento como el que Eusebio tenía por lo propio deberíamos tener cada uno de los peruanos pues en cada rincón de nuestra patria hay un motivo para ello. ¡Ya es hora de empezar a borrar la narrativa equivocada y tendenciosa que nos incita a no amar lo nuestro! Y el suyo no era un amor obsecuente; era un amor maduro, crítico pero certero pues descubrir sombras, cuando las hay, no implica no evidenciar grandezas. Por ello, el amor al Perú, a lo propio es indispensable y va más allá de la pequeñez, de la mezquindad, se nutre de la esencia y en ella encuentra la diferencia, la sustancia y la razón de ser.
Libros de Eusebio Quiroz son, por ejemplo: “Cien años después 1879-1979, reflexiones sobre la Guerra del Pacífico” (1984); “En torno a mi ciudad: Arequipa” (1988), “Arequipa, pasado y presente” (1990), “Jorge Basadre: maestro y amigo” (2004), “Para enseñar historia del Perú” (2008) e “Identidad Cultural Mestiza de Arequipa” (2020),siendo éste libro mi favorito porque en esta publicación, encontramos la síntesis, por decirlo de alguna manera, de un pensamiento sabio y reflexivo respecto al aporte arequipeño, mostrando la honra de quien se sabe heredero de una tradición que, por regional no deja de ser nacional y por nacional es peruana y por peruana se engrana en la peruanidad de la que todos somos parte y de la que todos podemos nutrirnos para hacer renacer el orgullo de la esencia nacional y fuerza de nuestra identidad.