TRABAJADOR PERUANO: HÉROE Y VILLANO
Por: Manuel Bedregal Salas
El 1 de mayo se conmemora el Día Internacional del Trabajo por la gesta de los obreros estadounidenses que en 1886 lucharon por mejores condiciones laborales y una jornada de 8 horas que les permita ocupar su tiempo en más que solamente trabajar. Se logró el objetivo, pero a costa de muertes en las calles y la ejecución pública de los dirigentes hoy denominados Mártires de Chicago. Es importante entender que las ganancias empresariales –en ese momento y siempre- son producto de una actividad que es plenamente social, donde participan consumidores, trabajadores, accionistas, competidores, proveedores, ciudadanos en general, e inclusive el Estado. Nada sería posible sin la participación de todos ellos y por lo tanto hay que tomarlos en cuenta.
El empleo es una de las variables clave para medir la marcha de la economía y es consecuencia de la inversión, sobre todo privada. A la vez, es origen del consumo y principal fuente de ingresos del Estado (60%) que es el Impuesto general a las ventas (IGV). No necesariamente se relaciona con las grandes inversiones sino, por el contrario, en la mayoría de los casos, se trata de pequeños esfuerzos con alto componente de intangibles: Intuición, ingenio, optimismo, perseverancia y a la vez prudencia son virtudes de millones de peruanos emprendedores creadores de empleo. Es heroico hacer empresa en el Perú. Normalmente llueve poco en la costa. La sierra está en un piso ecológico muy alto y la selva es accidentada, de suelos ácidos y está “al otro lado” del punto de contacto con el mundo. Estas dificultades naturales sumadas a una historia de sobresaltos económicos, sociales y políticos han devenido en un país muy difícil pero que avanza firme a pesar de su Estado fallido – incapaz y corrupto-. El trabajador peruano es también un héroe sobreviviente de hiperinflaciones, guerras internas, huaycos y pandemias severísimas que el Estado en cada momento fue incapaz de enfrentar con eficacia a pesar de contar con recursos. Y, aun así, seguimos adelante. Hay que ver a los comerciantes madrugar y relacionarse, hay que ver a los trabajadores en los paraderos, atracados en el tráfico de las ciudades, en las combis repletas y en las calles víctimas de ladrones de celulares, siempre yendo al trabajo. Hay que ver a los mineros artesanales que están -felizmente- por todos lados, a los pastores y agricultores en la sierra y al talador en la selva para entender el esfuerzo que significa ganarse el pan en nuestro país. Mendigos peruanos, no existen.
Pero ese trabajador es “informal” porque no cumple las normas, convirtiéndose, paradójicamente, en villano. Porque no cuenta con la licencia de funcionamiento, porque la tierra donde trabaja está concesionada -sabe Dios por qué- a un tercero que nunca hizo nada pero que cuando ve sacar oro se convierte en “defensor” de la legalidad. Porque su unidad de transporte no tiene paradero, porque siempre falta “pagar” un trámite más. Entonces el héroe es perseguido y en muchos casos penalizado. Pero su esfuerzo se impone y el Perú muestra una de las tasas de desempleo más bajas de la Región, aunque con alta informalidad y vulnerabilidad que debemos empezar a corregir. Por otro lado, se ha logrado aumentar el salario mínimo de $183 a $254 entre el 2009 y 2021 y hacer que las familias con acceso a seguros de salud pasen del 61 al 81% en el mismo período. Hemos avanzado, pero falta ordenarnos. Tal vez el reto más importante del Perú de hoy es aumentar la productividad del trabajo y mejorar las oportunidades de progreso de la gente a través de la educación, salud y seguridad, porque, gente de trabajo, sí que somos.