HAY QUE APRENDER A PERDER (segunda parte)

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Enseñemos a nuestros hijos la virtud del compartir con el deporte que practican, enseñémosles a disfrutarlo y a alegrarse con él. Los deportes, en su gran mayoría son juegos colectivos en donde importa más que la habilidad de uno de los jugadores el compromiso del equipo en pleno.

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

 El deporte colectivo basa sus reglas en el respeto de jugador a jugador y en la comprensión de las habilidades y discapacidades que cada deportista tiene. No importa si yo soy el mejor jugador de la cancha, yo solo no puedo ganar la competencia, debo hacer trabajar a mi equipo en forma conjunta, esa es una habilidad mayor, el compañerismo, la solidaridad y la entrega por los demás. Saber trabajar en equipo es un logro importante en el desarrollo del ser humano y valorar a aquel compañero de deporte que cometió un error o que tiene una limitación para una práctica eficiente del deporte, es un logro mayor.

“Un día, un padre sufriente se preguntaba: ¿Donde está la perfección de Dios?

En Brooklyn, Nueva York, esta una escuela para niños que tienen lento aprendizaje.
Algunos niños pasan ahí el resto de su vida escolar, mientras otros pueden ser enviados a otras escuelas convencionales. En una cena que tuvo personal de la escuela, estaba el padre de uno de estos niños preparando un discurso para que nunca lo pudieran olvidar todos los que lo escucharan.

Después de la cena todo el staff puso atención en lo que el padre iba a deliberar y dijo:

«¿Dónde está la perfección en mi hijo Shaya? Todo lo que Dios hace está hecho a la perfección. Pero mi niño no puede entender cosas que otros niños entienden. Mi niño no puede recordar hechos y figuras que otros niños recuerdan. ¿Dónde está la perfección de Dios?”

La audiencia quedo sorprendida ante esta pregunta, quedaron en silencio, el rostro del padre denotada angustia y preocupación, luego comenzaron a murmuraron y antes de que pudieran dar una respuesta, el padre continuó su disertación.

«Yo creo que cuando Dios brinda un niño así al mundo, la perfección de Él, es la forma de reaccionar de la gente ante estos niños».

El después conto la siguiente historia acerca de su hijo Shaya:

Una tarde Shaya y su padre caminaban en el parque donde algunos niños estaban jugando béisbol. Entonces Shaya peguntó:»¿Crees que ellos me dejaran jugar?»  El padre de Shaya sabía que su hijo no era para nada un atleta y que los niños no lo querrían a él en su equipo. Pero el papá de Shaya entendió que había escogido jugar béisbol porque le daba a él una confortable idea de pertenecer a un grupo de niños «normales». El padre de Shaya llamo a uno de los niños en el campo y pregunto si Shaya podía jugar. El chico miro a sus compañeros de equipo. No obteniendo ninguna respuesta de ellos, el tomo la resolución con sus propias manos y dijo: «Nosotros estamos perdiendo por seis carreras y el juego está en la octava carrera. Yo creo que él puede estar en nuestro equipo y nosotros trataremos de colocarlo a él en el bate en la novena carrera. El padre de Shaya estaba atónito ante la respuesta del niño y Shaya sonrió satisfactoriamente. Shaya estaba diciendo que lo pusieran en una base y así dejaría de jugar en corto tiempo justo al final de la octava carrera, pero los niños hicieron caso omiso a lo que Shaya decía, el juego se estaba poniendo bueno, el equipo de Shaya anotó de nuevo y ahora estaba con dos outs y las bases llenas con el mejor jugador de todos corriendo a base, y Shaya estaba preparado para empezar.

¿Dejaría el equipo realmente que Shaya fuera al bate y dejar ir la oportunidad de ganar el juego?

Sorpresivamente, Shaya estaba tomando el bate. Todos pensaron que todo había terminado, porque Shaya no sabía ni siquiera como tomar el bate apropiadamente. De cualquier forma, cuando Shaya estaba parado en el plato, el pitcher se movió algunos pasos para lanzar la pelota suavemente para que Shaya pudiera al menos hacer contacto con ella. La primera bola venia y Shaya falló. Uno de sus compañeros de equipo se acercó a Shaya y juntos tomaron el bate y encararon al pitcher esperando por la siguiente bola. El pitcher volvió a dar unos pasos para lanzar suavemente la pelota a Shaya. Cuando el pitcher venía, Shaya y su compañero tomaron el bate y juntos dieron un golpe lento a la pelota que regreso inmediatamente a manos del pitcher. El pitcher tomó la pelota y pudiendo fácilmente lanzar la pelota a primera base, ponchando a Shaya para que terminara rápidamente de jugar quedando fuera, instantáneamente el pitcher tomó la pelota y lanzó la pelota lo más lejos que pudo de primera base.

Todos empezaron a gritar: “¡Shaya corre a primera, Corre a primera!”

Nunca en su vida Shaya había corrido a primera base. Él vio toda la línea de juego donde le indicaban cual era la primera base. Al tiempo el corrió a primera base, la oponente tenía la bola en sus manos. Él podía lanzar la bola a la persona de la segunda base y dejar fuera a Shaya que estaba todavía corriendo, pero el oponente entendió las intenciones del pitcher y lanzó la bola lo más alto y lejos de la segunda base.

Todos gritaron: «¡Corre a segunda, corre a segunda!”

Shaya corrió a segunda base y los demás corredores junto con el corrían y le daban ánimos para que el continuara su carrera a segunda. Cuando Shaya toco la segunda base, el opositor paro de correr hacia él, le mostró la dirección de la tercera base y grito: “¡Corre a tercera! «

Conforme corría a tercera, los niños de los dos equipos ya estaban corriendo junto a él gritando todos a una sola voz: «Shaya corre a cuarta». Shaya corrió a cuarta y paro justo en al plato de «home» donde todos los dieciocho niños lo alzaron en sus hombros y lo hicieron sentir un héroe, mientras él sabía que había hecho «una gran carrera» y ganó el juego por su equipo.

Aquel día, – dijo el padre de Shaya suavemente con lágrimas rodando por sus mejillas –  «Aquellos dieciocho niños mostraron con un gran nivel la perfección de Dios».

Dios nos creó perfectos y maravillosos. A todos por igual, con el milagro de la vida en nuestro interior, pero con capacidades y limitaciones distintas. Imaginémonos como sería el mundo si todos los niños tuvieran las mismas capacidades y las mismas limitaciones, ¡Todos empatarían el primer lugar! Todos serían iguales, no habría complementariedad, ¿Cómo ser solidarios en un mundo así? En las pequeñas y las grandes diferencias también está la grandeza de Dios. Cada ser humano tiene algo que enseñarle a su vecino para ser mejor. Unos caminarán más rápido en el desarrollo académico, otros lo harán el campo de los deportes, muchos otros más lo harán en el de la espiritualidad y de la comprensión. Cada uno alcanzará una meta. Cada uno tendrá una razón para decir, ¡Hice lo que tenía que hacer y triunfé!

Ese es el protocolo de la vida, hacer lo que más nos gusta hacer y en ese hacer causar el menor daño posible y en ese hacer dar el mayor bienestar posible. El concepto parece difícil pero cuando hacer con bien lo que más te gusta hacer, lo que te apasiona, lo que llena de alegría tu vida, das bienestar no solo a tu persona sino también a las personas que te rodean. Al hacer ello, cumplimos el viejo axioma “vive a plenitud cada momento de tu vida”. Al hacer ello damos gracias a la vida en cada acto.

Dar es algo maravilloso y más cuando nos damos a plenitud. Pero el acto de dar es celestial, si se pudiera utilizar ese término, si pudiéramos darnos a nuestros hijos en cuerpo, alma y razón.

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