DÍA DEL PAPA
Por + Javier Del Río Alba Arzobispo de Arequipa

Este jueves 29 de junio celebraremos la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo y el Día del Papa. Lo celebramos el mismo día porque los dos apóstoles murieron en Roma, bajo la persecución del emperador de la época, y el Papa, como obispo de Roma, es sucesor de San Pedro. Pablo murió decapitado y Pedro crucificado. Así, con su propia vida ambos dieron testimonio de la verdad del Evangelio y de su amor a Jesucristo. Sus tumbas son conocidas y son destino de numerosas peregrinaciones que, a lo largo del año, hacen los fieles católicos de todas partes del mundo.  

En la fiesta del 29 de junio damos gracias a Dios porque, con el derramamiento de su sangre, San Pedro y San Pablo quedaron constituidos como las dos columnas, asentadas en la piedra angular que es Cristo, sobre las cuales a su vez reposa la Iglesia. El martirio coronó la fe y el impulso evangelizador de estos dos apóstoles, gracias a los cuales la Iglesia fundada por Cristo adquirió solidez y comenzó a extenderse más allá de Jerusalén, hasta alcanzar los últimos confines de la tierra. En la misma fiesta damos gracias a Dios, también, porque ha querido dotar a su Iglesia de una cabeza visible, que es el Papa, que nos preside en la caridad, vela por nuestra unidad, nos confirma en la fe y nos guía a través de este mundo hasta la patria eterna para la cual hemos sido creados. Al fundar su Iglesia, Jesucristo la constituyó como una comunidad orgánica, es decir una comunión de ministerios y carismas, entre los cuales destaca el obispo de Roma, pastor de la Iglesia universal.

Con motivo de esta fiesta se realiza una colecta a nivel mundial, denominada Óbolo de San Pedro. A través de ella, los miembros de la Iglesia damos nuestra contribución, que es enviada a Roma para que el Papa ayude a muchos millones de personas de todo el mundo, sean o no católicos, financiando labores evangelizadoras y numerosísimas obras de caridad a favor de los más pobres y necesitados. Como fruto de esta colecta, por ejemplo, se ayuda a cristianos de países en los que no existe la libertad religiosa y, por tanto, son excluidos de los trabajos o son perseguidos, expulsados de sus propias casas y obligados a dejar su patria. Asimismo, con parte de esta colecta se sostiene la labor que miles de sacerdotes, religiosas y misioneros laicos realizan en distintas partes del mundo. En Perú, por ejemplo, parte de la labor evangelizadora de la Iglesia en la selva se realiza gracias a la ayuda que el Papa envía desde Roma; y en Arequipa el Papa nos ha ayudado con algunos fondos para proyectos sociales, como el Centro de Estudios y Desarrollo Humano Integral – CEDHI “Nueva Arequipa”, que fundamos hace algunos años, en el cual brindamos capacitación para el trabajo a jóvenes y madres de familia de escasos recursos económicos.

En síntesis, el Óbolo de San Pedro es un medio a través del cual los católicos ponemos en común nuestros bienes para ayudar a los más pobres. Por eso, los animo a ser generosos en esta colecta, haciendo llegar su contribución a través de su parroquia o directamente al Arzobispado, para que podamos enviársela al Papa.

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