Los libros olvidados en la feria
Rubén Quiroz Ávila
Las ferias de libros son una fiesta de catálogos en la que las editoriales ofertan lo mejor que tienen ante un público ávido de leer. Para todos aquellos que hacen visitas a ese universo de palabra, se convierte en un festín cultural. Además, en un lugar de encuentros con amigos y con esa comunidad de lectores fraternos. Cada encuentro con el otro siempre es una posibilidad de seguir conociéndonos a nosotros mismos.
Miles de libros como un paraíso soñado e inmensos pasillos con todo tipo de portadas, de géneros literarios, de posibilidades e historias, es decir, una verdadera celebración de la cultura y un gozo colectivo. Por supuesto, hay momentos estelares, en la que los auditorios rebozan de público y aplauden fervientes como homenaje y reconocimiento a aquellos que de alguna manera nos han hecho felices. Hay también gratitud de los propios autores hacia sus lectores antiguos o nuevos. En toda esa ceremonia maravillosa de intercambio de ideas, diálogos y conocimientos, siempre hay un lado, acaso, un tanto triste y melancólico.
En algunos estands hay ofertas de libros de diverso calibre. Están algunos que tuvieron alguna edición masiva y ahora son sobrantes; hay otros de autores desconocidos que no fueron comprados por aquellos que anhelaron con entusiasmo. Sus precios suelen ser sumamente accesibles y solo cubren los costos básicos, o incluso menos, desde que fueron impresos y se lanzaron a circular por el mundo. El ávido y astuto lector va a la caza de ellos con tal de encontrar algún tesoro escondido o descubrir, a bajo precio, a algún autor que no fue comprendido en su tiempo. Suelen estar en rumas desordenadas, apiladas y removidas constantemente por aquellos que pasan por esa montaña y revisan en desorden. Tal vez compran y dejan de lado, en esa segunda oportunidad, a un impreso que alguna vez tuvo posibilidades de encontrar a su lector ideal.
A la par de esos libros que ahora forman parte de esa ruma azarosa, están también los que, erradamente, las editoriales propusieron como sus textos estrellas. Se encuentra allí a mediáticos autores que recibieron todos los favores de sus amigos críticos y con altos niveles de visibilización. Sin embargo, la dureza del tiempo y la indiferencia de lectores que no se dejaron seducir por la sugestiva maquinaria de las editoriales, en general transnacionales, acaso como un acto de justicia poética, yacen como mustios trastos, esperanzados en encontrar a algún compasivo y misericordioso lector. Pero aún puede ser más triste. Ya que ni siquiera con esa oferta incomparable se los llevan. Algunos de esos ídolos mediáticos son dejados de lado, implacablemente. Sin embargo, todavía tienen una oportunidad de que algún caritativo lector encuentre algo valioso y, por fin, tenga un lugar digno en el mundo. Pero, muchas veces, simplemente ello, no sucede.