¿Qué somos cada uno de nosotros?
P. Luis Andrés Carpio Sardón

Hay varias manera de entender y de decir qué es la persona humana: qué somos. El mensaje de Jesucristo aporta una de ellas: el humanismo cristiano.

Esta idea cristiana de lo que es el ser humano tiene como fin que nosotros podamos alcanzar más fácilmente nuestra felicidad. En ese sentido, no es tan cierta la idea de que la religión católica sólo habla del cielo y de lo felices que vamos a ser allá. En realidad, nos quiere ayudar a ser felices también acá en la tierra.

Esa misma idea de persona humana tiene como segunda finalidad que cada uno de nosotros, sea individualmente o en grupos pequeños, como son nuestras familias; o en grupos grandes, como pueden ser nuestros barrios, nuestras ciudades o toda la sociedad, podamos desarrollarnos mejor, más fácilmente también.

Según el Compendio de la doctrina social de la Iglesia (CDSI) el mensaje de Cristo propone una idea de ser humano que responde, nada menos que al plan amoroso que Dios tiene sobre toda la historia y sobre cada uno de nosotros. ¡Lo cual nos debe llenar de tanta paz!.

Y esa manera de entendernos a los humanos apunta a que se vaya construyendo un nuevo modo de organizar la sociedad, la economía y la política: donde cada individuo sea y se sienta el centro de la atención, del cuidado y de las decisiones que se tomen. No nos parezca esto una utopía: por el contrario, intentemos que sea nuestro personal estilo de vida, que vivamos pendientes de los demás, sea quien sea con quienes estemos en cada momento. Pensémoslo con calma y veremos que podemos influir mucho en que cambie la sociedad mucho también.

Este modo cristiano de entender a la persona humana se apoya en tener siempre presente la dignidad de cada uno de nosotros, siempre; y en tener siempre un altísimo respeto por la libertad de cada uno también. Dignidad y libertad, que son palabras que se agrandan cuando salen del corazón de nuestro Creador. Pensémoslo también.

Finalmente, esta manera cristiana de definirnos como seres humanos requiere que se cuide, promueva y desarrolle en un ambiente de paz, de justicia y de solidaridad. La paz debe poder nacer en cada uno de nuestros corazones, por sentirnos muy queridos y valorados. La justicia ha de presidir toda nuestra vida, dado que, como dijimos, hemos decidido vivir pendientes de los demás, y la justicia nos habla de dar a cada uno lo que le corresponde, siempre con educación y, de ser posible, con una sonrisa y con cariño. Y la solidaridad por la que trato “al prójimo como a mí mismo”.

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