LOS ÁNGELES
Por: Javier Del Río Alba
El viernes pasado, 29 de septiembre, hemos celebrado la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Los arcángeles son una categoría de ángeles y, como tales, son seres espirituales, incorpóreos, creados por Dios y a su servicio especialmente en su designio de salvación a favor de los hombres. Desde sus primeras páginas hasta las últimas, la Biblia habla innumerables veces de los ángeles. Por ejemplo, son quienes mantienen cerrado el acceso al paraíso terrenal después de que Adán y Eva fueran expulsados a causa del pecado original (Gn 3,24), protegen a Lot (Gn 19), detienen la mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac (Gn 22,11), conducen al pueblo de Israel por el desierto (Ex 23,20-23) y asisten a los profetas (1R 19,5). Por su parte, el arcángel Miguel fue quien se enfrentó a Luzbel cuando este se rebeló contra Dios, el arcángel Rafael guio a Tobías en el largo viaje que emprendió para buscar a la que sería su esposa y, en la plenitud de los tiempos, el arcángel Gabriel anunció a la Virgen María el nacimiento de Jesús (Lc 1,26).
El mismo Jesús estuvo siempre acompañado de los ángeles. Ellos cantaron el día de su nacimiento (Lc 2,14), lo protegieron durante su infancia (Mt 1,20 y 2,13-19), lo sirvieron en el desierto cuando fue tentado por el diablo (Mc 1,12 y Mt 4,11), lo reconfortaron en la agonía (Lc 22,43) y anunciaron su resurrección (Mc 16,5-7). Del mismo modo, los ángeles han acompañado a la Iglesia y a los cristianos desde sus orígenes. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra diversas ocasiones en que los ángeles actuaron en favor de la Iglesia naciente, como aquella vez en que sacaron al apóstol Pedro de la cárcel. Hasta nuestros días, la Iglesia invoca a los ángeles, por ejemplo al celebrar el sacramento del bautismo, así como en la ordenación sacerdotal y en las exequias de difuntos. Además, nos unimos a ellos en la celebración de la eucaristía al cantar el “Santo”, porque los ángeles cantan y alaban a Dios constantemente. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Desde esta tierra la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios» (n. 336).
Desde la antigüedad la Iglesia nos enseña también que, desde el nacimiento hasta la muerte, tenemos un ángel que nos es asignado por Dios para que sea nuestro protector y pastor y nos guíe a la vida eterna. Los cristianos lo llamamos “ángel custodio” o “ángel de la guarda” y, por lo general, hemos aprendido a invocarlo desde pequeños adiestrados por nuestras madres o abuelas. Este ángel está a nuestro servicio también para aconsejarnos, ayudarnos, alentarnos y protegernos. De modo que, independientemente de la situación en la que nos encontremos, todos podemos relacionarnos con los ángeles, entablar amistad con ellos e, incluso, pedirles que nos ayuden a nosotros mismos o a otras personas. Por eso, quisiera invitarlos a confiar en los ángeles y recurrir cada uno a su ángel custodio. Pidámosle que nos guíe siempre por el camino del bien y que nos ayude para que no vayamos detrás de los ídolos de este mundo que al final solamente nos dejan vacío y tristeza.