La vanguardia plástica en Moquegua
Por Willard Díaz

Enrique Hurtado, pintor moqueguano, estudió en la Escuela de Bellas Artes, en Lima; sus profesores fueron Andrés Molina y Miguel Ángel Cuadros. Viajó a París donde vivió durante diez años, investigando en las nuevas corrientes del arte y en nuevas tecnologías de impresión. A su retorno pasó una temporada en Lima y regresó a Moquegua, con su familia. Es, dada su trayectoria artística, un extraño en una ciudad conservadora. Sus obras se venden escasamente, vive de sus clases de francés en centros de estudios superiores mientras prosigue en su taller con su obstinado vanguardismo.

¿Qué te llevó al mundo del arte contemporáneo?

Quise estudiar arqueología, en la San Marcos. Cuando fui a inscribirme la cola era tan larga que daba la vuelta a la manzana y pasaba frente a Bellas Artes. Veía gente interesante que entraba y salía de allí. Compré mi prospecto de la San Marcos y regresé para comprar el de Bellas Artes. Al final me decidí por el arte.

¿Qué tal tu estadía en Europa?

Muy buena. He tenido ocasión de ver museos de Venecia, Florencia, Alemania, Atenas. Ahí me he formado una visión moderna y al mismo tiempo me interesaron las culturas primitivas europeas. Cuando regresé a Perú me di cuenta que muy poca gente explora en nuestra iconografía original. Hay allí una gran riqueza plástica que está poco investigada. Salvo Cuadros, Cajahuaringa, Szyszlo, Tilsa y unos pocos, todos hacen arte norteamericano o europeo.

¿Cuál es tu método de trabajo?

Casi todos pintan en tela, yo pinto en nordex, me gusta la textura que consigues. Todos parten de un lienzo blanco; yo, de uno negro. Uso acrílico, e imaginería prehispánica. No pinto realismo tradicional moqueguano, prefiero inventar mis propias imágenes.

Aun así, veo que mantienes algo figurativo.

Sí, soy figurativo, pero no realista. Busco mis imágenes entre las formas Chavín, Wari, Tiahuanaco, incluso Chiribaya, que es de Moquegua.

Y en cuanto a la técnica, ¿cuál prefieres?

Hago de todo, no solo acrílico, que es mi material; también hago impresión, grabado, dibujo a tinta puntillista. Hago máscaras, maquetas. He hecho afiches, he ilustrado revistas en Lima. De todo

¿Y cómo haces con los materiales? ¿Consigues algo en Moquegua?

Hay muy muy poco. Voy a Lima a comprar materiales. Ni en Arequipa encuentro lo que necesito. A veces importo algo para mi uso.

Veo que prefieres los tonos oscuros…

No me he dado cuenta. Quizás. Las sombras me ayudan a dar la tridimensionalidad. Pero también tengo obras de colores rojos, anaranjados, morados.

¿Y qué tal es tu público en Moquegua?

No tengo mucho, como comprenderás. Aquí triunfa el mojinete, la Plaza de Armas, las calles tradicionales y un poco del paisaje. Lo mío es diferente. Pero últimamente me ha ido mejor. De mi última exposición, el 2019, que fueron trece cuadros, vendí diez. Y estoy feliz.

¿Con quién conversas de arte?

Con mis amigos. Tengo un grupo de pintores moqueguanos, la ASAPM, la Asociación de Artistas Plásticos de Moquegua. Somos trece ahora. Nos reunimos un par de veces al mes. Pero también he dejado amigos en Lima y cada que viajo nos reunimos.

¿Quién colecciona tu arte en Moquegua?

Hay un par de compradores, pero la mayoría lo vendo en Lima, a moqueguanos que viven en Lima.

¿Enseñas artes plásticas?

A veces. En verano doy talleres para niños. Me gusta la frescura y la imaginación de los niños, les doy una enseñanza personalizada ya que cada uno es un mundo diferente. Aparte de eso, no hay todavía dónde enseñar. No hay una Escuela de Arte como en Arequipa. La gente que quiere aprender se va a Arequipa, a Puno; últimamente a la Universidad de Arte de Cusco, que ahora está siendo más atractiva.

comentario en

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.