El rostro de Juanita revelado 500 años después
Por Jorge Turpo Rivas Fotos: Jorge Esquivel Z.

“Hasta parece que en cualquier momento empezará a hablar”, dijo Johan Reinhard, descubridor del cuerpo congelado en el nevado Ampato hace 28 años. La Universidad Católica de Santa María hizo posible la reconstrucción tridimensional del rostro de Juanita con el apoyo de científicos de la Universidad de Varsovia – Polonia.

Juanita, la niña del Ampato, ahora ve el mundo moderno desde su rostro reconstruido quinientos años después de su sacrificio. Hay algo de tristeza en su mirada, pero no de pena, quizás de asombro, como si no terminara de entender por qué a sus cortos trece años acabó siendo una ofrenda de los Incas a sus divinidades: los apus.

Es un acontecimiento histórico. Tuvieron que pasar 28 años desde su hallazgo en el Ampato para conocer el rostro de Juanita. No es una momia, jamás la momificaron. Es un cuerpo congelado, fue el hielo del nevado arequipeño el que la conservó en buen estado tantos siglos.

Y la llamaron Juanita en honor a su descubridor, Johan (Juan) Reinhard, un arqueólogo norteamericano que esta mañana de octubre luce emocionado al ver el rostro de su hermosa princesa.

–¿Qué sintió al verla ahora? –. Le pregunto.

–El rostro está tan bien hecho que parece una persona viva, hasta parece que en cualquier momento empezará a hablar–. Responde Reinhard.

–¿Le gusta la expresión que tiene?

–Sí, porque es como pensativa, como si se preguntara ¿qué está pasando?

El rostro reconstruido de Juanita, con tecnología 3D, no es una fotografía ni un holograma, es una especie de escultura, un busto, casi como una estatua de cera, pero está hecha de silicona. Y tiene todos los detalles que le dan una expresión viva: cabello real, dientes, ojos color negro y una piel que parece de durazno.

Sin conocer el rostro reconstruido de Juanita, el escritor Mario Vargas Llosa, la describió así en 1997 cuando la vio por primera vez en la Universidad Católica de Santa María: “Es bellísima, principalmente vista de perfil. Su rostro exótico, alargado, de pómulos altos y sus ojos grandes y algo sesgados, sugieren una remota estirpe oriental”.

Vargas Llosa, en aquel artículo titulado “Una doncella”, confiesa que nunca le agradó ver momias en los museos porque le provocan repugnancia y le recuerdan nuestra “perecible condición y la horrenda materia en que nos convertiremos”. Pero aceptó ver a Juanita porque su amigo, el pintor Fernando de Szyszlo, tenía mucha ilusión de hacerlo y decidió acompañarlo.

De ahí surgió esta descripción de Juanita hecha por el Nobel de Literatura: “Tiene la boca abierta, como desafiando al mundo con la blancura de sus dientes perfectos, levemente salidos, que fruncen su labio superior en coqueto mohín. Su larguísima cabellera negra, recogida en dos bandas, enmarca su rostro como la toca de una novicia (…) Se mantiene silente e inmóvil, como un personaje de teatro japonés en sus vestiduras de finísima alpaca”.

Utilizaron tecnología 3D para reconstruir rostro de Juanita.

LA RECONSTRUCCIÓN

El rostro humano, dijo Herman Melville, otro escritor, “es un montón de fragmentos desordenados de belleza”.

Y así, fragmento por fragmento, músculo por músculo, fue reconstruido el rostro de Juanita.

Dagmara Socha, bioarqueóloga de la Universidad de Varsovia, explicó que hicieron un análisis tomográfico del cuerpo congelado y con esa información el doctor Oscar Nilson, arqueólogo y artista plástico sueco, aplicó la técnica de Manchester para construir el rostro. “Primero se hizo en arcilla y luego una copia en silicona que después fue pintada, la reconstrucción fue músculo por músculo”, dijo Dagmara Socha.

La expresión pensativa que se le dio al rostro –agregó la científica– fue decisión del artista, así la reflejó en la obra final.

–¿Se ha logrado determinar el origen real de Juanita, es decir, de qué zona era y de dónde sus ancestros? –. Le pregunto a Dagmara Socha.

–Es un poco difícil determinarlo aún, se hicieron algunos estudios, pero no de profundidad para comparar su ADN, recién tendremos datos más exactos cuando ampliemos la investigación–. Respondió.

Hay que esperar uno o dos años para saber, con mayor certeza, de qué lugar de los Andes peruanos era Juanita.

Dagmara Socha, bioarqueóloga de la Universidad de Varsovia.

EL HALLAZGO

Johan Reinhard, no dejó de reconocer ayer el aporte y apoyo incondicional del arqueólogo arequipeño, José Antonio Chávez, en todo el proceso de hallazgo, cuidado, preservación e investigación del cuerpo congelado de Juanita. También mencionó al guía de alta montaña, Miguel Zárate, que participó en aquel ascenso al Ampato donde hallaron a Juanita.

En tanto, el rector de la Universidad Católica de Santa María, Alberto Briceño, no pudo estar más orgulloso del aporte a la ciencia, la historia y la preservación de nuestro patrimonio que brinda esta casa de estudios a través del Museo de Santuarios Andinos.

Y si hay un libro que cuenta de manera formidable toda la historia de Juanita, es el que escribió el periodista Enrique Zavala: “La niña de los 500 años, reportaje a Juanita y su otro descubridor”.

Allí, por ejemplo, Zavala cuenta que una congeladora de helados fue la que prácticamente salvó a Juanita del deterioro.

Ocurre que cuando trajeron el fardo desde el Ampato, la gran cuestión era cómo hacer para preservar el cuerpo a la temperatura del nevado.

José Antonio Chávez, llamó a su amigo Dante Lucioni, dueño de la tienda Carsa y le pidió una congeladora. Lucioni aceptó y llevó el aparato a la casa de Miguel Zárate en Paucarpata. Allí colocaron a Juanita a veinte grados bajo cero para que no se descomponga.

Ahora Juanita descansa en modernas cámaras de conservación en el Museo de Santuarios Andinos en la primera cuadra de la calle La Merced.

Su rostro reconstruido dará la vuelta al mundo como lo hizo su hallazgo hace 28 años. Y todavía faltan muchas cosas que le dirá al mundo el cuerpo congelado de Juanita. Sólo hay que esperar el resultado de las investigaciones.

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